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Pelaezleaks

El fin

Tarde o temprano tenía que llegar. Lo intuíamos, lo temíamos, lo esperábamos. Pero no lo queríamos ver. Sabíamos que la relación entre Peláez y su jefe no sería eterna, que todo en esta vida toca a su fin. Y ese fin ha llegado. Os echaremos de menos, amigos. Estaremos aquí si algún día regresáis. Hasta entonces.

Confusión

La semana comenzó el pasado jueves –así son estos dos tipejos– con la noticia de la dimisión de Ana Mato, cuyo nombre confundió al jefe de Peláez, que pensaba que se trataba de un chef japonés. Confundido siguió al día siguiente, o así lo consideraba el humilde redactor cuando le contó que medía lo fructíferas que resultaban las reuniones de trabajo por los dibujitos que hacía durante las mismas. Claro que para confusión de verdad, la del pasado lunes, en que el director no recordaba si era hombre o mujer o la de ayer, cuando confesó que su boda, al igual que la de Scarlett Johansson, había sido muy íntima, tanto que acudió sólo él.

Irrepetible

El jefe de Peláez es un hombre inculto pero culto, lelo pero sabio, tonto pero listo. El jefe de Peláez es un hombre inexplicable e incomprensible, alguien que cita a Borges sin saber quién es, alguien que cita a Calderón de la Mierda, alguien que come lechuga pensando que es un chuletón, alguien que se cree digno de ganar el premio Cervantes por pintar acuarelas y alguien que se cree por encima de los demás por haber acertado seis en la quiniela. Alguien, en definitiva, irrepetible.

Música celestial

La corrupción es, muy a su pesar, el tema que más páginas ocupa del periódico de Peláez, algo que tiene a mal traer a su director, que le gustaría leer sobre toros, fabada y siesta, lo que para él ha sido y será siempre España. Pero la realidad es otra, es la de un país manchado por la corrupción en la que el mismo jefe del plumilla le entregó un sobre a escondidas, claro que vacío.

Método de relajación

Sabemos que el jefe de Peláez es un hombre inaguantable, pero lo cierto es que nos ha extrañado que el redactor apareciera el pasado jueves por la redacción vestido de chándal después de una sesión de pilates. No imaginamos en una de estas clases a Peláez, qué le vamos a hacer, claro que de alguna manera ha de relajarse para soportar a un director empeñado en que escriba sobre la caída de las hojas de los árboles. Claro que también comprendemos al jefe, pues no ha sido una semana sencilla después de dejar que se escapara un grupo inversor a quienes no consiguió convencer en un restaurante “de lujo”…

Ébola y ‘anisaquis’

Hacía mucho tiempo que los cuervos no se dejaban caer por el periódico de Peláez. En esta ocasión, pillaron desprevenido al jefe del redactor quien decidió beberse una botella de whisky para emborracharlos, no sabemos si por su confusión existencial como excusa para empinar el codo. El caso es que él se sigue considerando el rey, a pesar de haber vivido una semana complicada, primero porque creyó que había contraído el ébola y después por un severo “anisaquis”, palabra con la que el director describe la resaca de anís. En definitiva, una semana en la que la noticia ha sido el jefe de esta cabecera a la deriva que no sabemos ya si ni siquiera Peláez podrá enderezar su rumbo.

El extraño viaje

¿Puede un hombre como el jefe de Peláez enamorarse? ¿Podría sentir algo por otra persona? ¿por alguien que no sea él mismo? La respuesta es, sorprendentemente, sí…puede. Y esta semana lo hemos comprobado al ver cómo se enamoraba de su único redactor, a quien trataba de convencer de que habían sido una pareja feliz. Quizás en el fondo lo fueran, no lo negamos, pero creemos que el amor estuvo muy alejado de lo que en realidad fue su relación. Y es que romántico, nostálgico y hasta melodramático ha estado el director del periódico local esta semana recordando los buenos tiempos, la vida en Roma (en la que nunca estuvo en realidad) y todo aquello que fue dejando atrás, en ese extraño viaje llamado la vida.

El clásico

Sumidos en un estado de continua corrupción, uno siente que no es nadie ya en este país si no está imputado. Por esa razón, el jefe de Peláez pidió a su redactor que lo imputara aunque, obviamente, eso no estaba entre las atribuciones del plumilla. Un plumilla que quería ver el clásico el pasado sábado y tuvo que “conformarse” con disfrutar junto a su director de “Doctor Zhivago”.

Risa floja

En anteriores ocasiones asistimos al acercamiento del jefe de Peláez al mundo de la cultura. En esta ocasión, se produjo con una visita a la biblioteca en la que tomó prestado un libro de corte épico y espíritu ecologista: Patoaventuras.

Ducha en la azotea

El caso del ébola ha centrado la atención informativa en nuestro país durante la última semana, mostrando en muchos casos lo peor de nuestros medios de comunicación y en otros de nuestros políticos, que no han estado a la altura de la situación. La alarma colectiva no llegó al jefe de Peláez, quien pidió a su redactor que se pusiera guantes y un “traje especial” pero no para evitar el contagio, sino para fregar los platos. Un caso más en la vida de este hombre que aprovechó las lluvias otoñales para ducharse en la azotea, se dio al whisky, se negó a dimitir (aunque nadie se lo había pedido) o se empeñó en ser la portada del suplemento ligero de ropa.

Dudas existenciales

Curiosa semana esta última en la redacción de Peláez pues a los problemas cotidianos se han sumado dudas y cuestiones existenciales, como el nihilismo metafísico del director, para quien nada tiene sentido en un mundo en el que las agujas del reloj nunca dejan de parar. Claro que después de plantearse si tiene sentido la vida, llegó vestido de novia pensando que Peláez iba a llevarlo ante el altar e ideó una curiosa actividad formativa. La semana concluyó de nuevo con planteamientos vitales por parte del jefe del redactor quien estaba completamente seguro de que tenía que dudar o mostraba dudas sobre estar seguro o lo que fuera.

Los detalles

¿Qué diferencia hay entre Siria y Soria? Para el jefe de Peláez, apenas una vocal, es decir: casi nada. Y es que no es alguien que se fije en los detalles, y por ello no dudó en tomarse una botella de suavizante Norit creyendo que era un caldo de oveja. Sin embargo, él no se arredra y no temió esta semana en hacer sus pinitos con la magia –con estupendos resultados para su estómago– e incluso se planteó apuntarse a la universidad, aunque lamentablemente cogió el folleto equivocado. Pero, después de todo, a finales de semana volvió a lo que más le gusta: jugar al mus con Peláez (o eso cree él) y terminar de madrugada cantando rancheras en un piano bar.

Carpa Diem

Si algo caracteriza a este país es nuestra insana costumbre de hacer leña del árbol caído, por más que no sepamos por qué estaba en el suelo ni de qué árbol se tratara. Algo así le pasó al jefe de Peláez, que crítico con dureza la selección española de baloncesto, por más que sus conocimientos de ese deporte son más que limitados. Pero así es este hombre, que vive bajo el lema del “carpa diem”, confunde los titulares de su propio periódico con la lista de la compra o llama al cuarto de baño “la sala de pensar” sin avergonzarse por ello.

Mañana… ¿quién sabe?

Nada ha cambiado. La vida sigue igual. Somos lo que fuimos y lo que seremos. Así podemos resumir la realidad en la redacción de Peláez, pues sigue a las órdenes de su jefe sin más esperanza que sacar el periódico cada mañana y acatar las órdenes de su director. Quizás podría aspirar a algo diferente, mejor, pero no lo hace y, ciertamente, nos preguntamos la razón. Quizás porque, al fin y al cabo, tal y como hemos podido comprobar esta semana, Peláez es el único capaz de hacer entender a su jefe lo que ocurre a su alrededor o cómo puede enfrentarse a “los cuervos”. Por ahora, nos tememos, Peláez seguirá en su silla, pero mañana… ¿quién sabe?

Ha vuelto

Peláez ha vuelto. Después de una despedida que nos dejó a todos con las dudas de si regresaría o no, ha decidido volver. Sin embargo, la bienvenida por parte de su jefe no ha sido tal y como el plumilla esperaba. De hecho, en su silla, estaba sentado ya su sucesor: nada más y nada menos que un chihuahua. Así que las relaciones entre el director y el redactor están más que tirantes y no sabemos cómo terminarán, sobre todo teniendo en cuenta que el jefe no está en sus cabales, prueba de ello es que confundió la radiografía de su cadera con un mapa de carreteras.

Hasta siempre

La última semana antes del verano en la redacción de Peláez hemos vuelto a ver cómo su jefe quería cargarse, por enésima vez, la sección de cultura, nada más y nada menos que sustituyéndola por una dedicada a los chiringuitos playeros.

La placa

A pesar de que lo ratifica con cada uno de sus actos y que quiere que todos se lo digan una y otra vez, el jefe de Peláez ha decidido poner una placa en su despacho que le recuerde el gran hombre que es. Lástima que no intente recordar que lleva más de veinte años sin pagar la cuenta en el bar, que las notas musicales nada tienen que ver con las letras de las canciones o que la crema solar y el queso Philadelphia no son exactamente lo mismo.

La toma de la pastilla

¿Qué define a nuestra sociedad? Probablemente, su capacidad para quejarse. Raro es el día el que alguien, incluso usted querido lector, no protesta por los políticos, por la derrota de su equipo, por el mal servicio en el restaurante en el que acaba de comer o por el calor que hace en julio, como si no fuera lo propio de la estación. Algo similar le sucedió esta semana al jefe de Peláez que manifestó estar harto de todo hasta que el redactor le hizo ver que, realmente, se quejaba de vicio. Así comenzaba una semana complicada en la que el director del periódico local se hacía un lío entre el Mundial y las elecciones a secretario general del PSOE y que concluía con el temor a la muerte por no haberse tomado la “pastilla” el 14 de julio.

Tormenta eléctrica y futbolística

Las tormentas de la pasada semana en la Península Ibérica causaron impacto en la redacción de Peláez o, más bien, en su jefe, que en primer instancia pensaba que los truenos eran sus propias ventosidades. Afortunadamente, el redactor le explicó que se trataba de una tormenta, aunque no le fue tan sencillo hacerle entender qué es un rayo.

La vida sigue

La semana comenzó con profunda tristeza para Peláez, no por ninguno de los casos de corrupción destapados sino por el fallecimiento de la inolvidable Ana María Matute, cuya muerte le dejó en una profunda orfandad emocional. Pero la vida sigue y las cosas volvieron a su ser los días siguientes cuando su jefe le pidió a él las vacaciones tras despistarse una vez más y olvidar los roles de cada uno en la empresa, cuando tras profunda reflexión el director del periódico escogió su desayuno o cuando llamó esquiroles a los becarios que abandonaron la redacción por el bar donde también ponían cafés pero les pagaban por ello.

Un hombre íntegro

El estado del bienestar es ya una entelequia, una quimera, una utopía. Prueba de ello es que el jefe de Peláez, haciendo cuentas de cara a una posible jubilación, se ha dado cuenta de que, como la declaración de la renta, la pensión le saldría “a pagar”.

Garotas

Trabajar es una palabra que al jefe de Peláez le cuesta hasta pronunciar. Muestras de su vagancia hemos visto tantas que nos sería imposible siquiera enumerarlas, pero no hemos de irnos demasiado lejos ya que esta misma semana pudimos observar cómo quería hacer un coffee break antes de empezar la reunión y estaba dispuesto a irse a la playa en plena jornada laboral, por más que esta se halla a más de 300 kilómetros.

Abatido por el rey

La semana comenzó en la redacción del periódico de provincias de Peláez con la mirada puesta en la historia pues el humilde plumilla dedicó un reportaje a Demóstenes, de quien su jefe nunca había oído hablar. No es algo excepcional, como bien sabemos, pues a este hombre le es ajena la historia y también la propia realidad que le rodea.

Manzana pera limón

Ya hemos dicho en más de una ocasión que el jefe de Peláez es una de las personas más sorprendentes que hemos llegado a conocer. Tanto que, según hemos descubierto esta semana, no es un hombre sino un perro que, tras hincharse a bolitas para canes, se ha puesto a ladrar.

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