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Pelaezleaks - página 3

Eufemismos de dirección

¿Alguien entiende a los políticos? ¿Alguien sabe lo que significa crecimiento económico negativo o indemnización en diferido? No, nadie lo sabe. Lamentablemente, parece que el jefe de Peláez se ha apuntado a ese tipo de lenguaje y denomina al Cola Cao con churros “polvos finos de cacao en jugo lácteo acompañados de tiritas de harina Premium con H2O sumergidos en AOVE con granos derivados de la caña”.

Otro medio dice adiós

Desde que en la redacción de 360 Grados Press recibimos los cables de las conversaciones entre Peláez y su jefe, son muchos los medios de comunicación que han tenido que echar el cierre en nuestro país. En esta ocasión le ha tocado a Canal Nou, la televisión pública de la Comunidad Valenciana, un hecho que ha apenado al periodista de provincias y también a su jefe aunque, en el caso de este, porque lo confundió con el estadio del F.C. Barcelona.

Imagine

Imagine que tiene un sueldo miserable. Peor aún: imagine que hace meses que no cobra su miserable sueldo. Imagínese, también, que su jefe no le respeta. Imagine, qué demonios, que le llega a insultar, le toma por tonto, le desprecia. ¿Qué haría usted? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que Peláez, nuestro querido periodista de provincias sigue soportando la estulticia de su jefe, un hombre incapaz de mantener una conversación y que no mira ningún lugar más allá de su ombligo.

Sitiado por la realidad

Algunos prohombres del capitalismo, sin lugar a duda alejados de la economía real, de la dura y fría calle, han comenzado a ver brotes verdes en nuestro país. Agarrándose a ese concepto, Peláez ha decidido esta semana disfrutar de sus propios brotes verdes, es decir, de las plantas de marihuana que tiene en la redacción.

Silbar en morse

Conocer nuestra historia para no cometer los errores del pasado. Esa es una de las máximas del jefe del diario de provincias en el que trabaja, cocina y pule el suelo Peláez. Lástima que sus conocimientos de historia sean confusos y se considere descendiente de Obélix.

¡Psé!

Las cosas están difíciles, para qué negarlo. España está al borde del abismo y, aunque parezca siempre ajeno a la realidad, el jefe de Peláez lo sabe. Prueba de ello es que esta semana ha estado tratando de conocer la cultura germana por si le tocada emigrar, como a tantos otros, a Alemania. Eso sí, ha limitado su aprendizaje a las salchichas, el chucrut y ver partidos de la Bundesliga.

Libro de Esquilo

La semana comenzó como casi todas: con el jefe de Peláez quejándose por el hambre atroz que padecía. Y es que este hombre es insaciable y cualquier momento es bueno para él para llevarse algo al coleto o hablar de lo que cenó la noche anterior.

Sonámbulo (a ratos)

La gastronomía suele estar muy presente en la redacción de Peláez, casi siempre porque su querido jefe lo saca a colación. El jueves de la semana pasada semana, sin ir más lejos, confundió el olor putrefacto que despedía una mancha humedad con el aroma del queso cabrales y el viernes se fue a El Bierzo en busca de sus manjares.

Lacayo vitalicio

Subrayar su identidad y hacer gala de su independencia son dos objetivos esenciales para el jefe de Peláez que, a fin de conseguirlos, el pasado jueves dibujó con tiza una raya en su despacho que nuestro querido periodista de provincias solamente podía atravesar cargado de anacardos.

El noctámbulo pertinaz

No hay noche rutinaria o anodina para el jefe de Peláez, preparado siempre para dar rienda suelta a sus aficiones cuando se pone el sol. Esta semana, se pasó una madrugada viendo programas de teletienda en los que adquirió a precio de ganga (o eso creía él) una pulsera para crecer y un collar adelgazante.

El regreso

Ha regresado. No nos referimos, como os podéis imaginar, a Peláez, nuestro querido héroe, sino a su ínclito jefe que pasó agosto lejos de la redacción. Aunque, a decir verdad, no tan lejos como hubiera deseado pues estuvo todo el mes encerrado en el parking buscando un coche que ni siquiera tiene. Con su llegada, han llegado también sus locuras como el hecho de bajarse del autobús en otra ciudad para tratar de adelgazar, pensar que Siria no existe y confundir los restos de pizza de la cena del día anterior con un mapamundi.

Al pie del cañón

Otra cabecera que desaparece, nuevos periodistas en la calle, menos libertad, menos democracia. El cierre de La Crónica de León después de veintisiete años ha marcado el triste final de curso de los #Pelaezleaks. Y es que la prensa vive sus momentos más difíciles y nuestro querido periodista sufre por ello. No tanto su jefe que observa lo que acontece limándose las uñas y haciendo la maleta para irse de vacaciones, unas vacaciones que no podrá disfrutar el reportero provinciano que, como todos los años, se quedará todo agosto en la sede del periódico informando de lo que acontece, al pie del cañón.

Fichajes de pretemporada

La llegada del verano amodorra, aún más si cabe, al jefe de Peláez, que continúa en su dinámica de siestas antes y después de cada comida mientras el humilde periodista trata de sacar adelante el periódico. Y es que parece que al director no le interesa demasiado lo que publican ni la marcha del diario, si bien, esta semana, ha comenzado a planificar la nueva temporada del rotativo. Lástima que en lugar de interesarse por la información, lo que centre su atención sea el equipo de fútbol de la redacción. Afortunadamente, aprovechando la situación, Peláez ha conseguido que su jefe contrate de nuevo a algunos periodistas a los que había echado aunque no sea tanto por su talento ante el teclado como delante del balón.

Poción de censura

El verano no está hecho para sufrir o, lo que es lo mismo para el jefe de Peláez, para trabajar. El verano es para estar tumbado en la playa tocándose la barriga y disfrutando de la buena vida. ¿Trabajar? Eso que lo hagan los becarios a quienes el director del periódico de provincias pisotea sin rubor (y no es una metáfora). Y es que ha sido un curso largo para estos personajes. Duro, pero con final feliz como lo atestigua el hecho de que tengan beneficios, en concreto, una caja de Campurrianas encontrada en el cajón de un archivador. Y así, lánguidamente, pasan los días hasta la llegada de las vacaciones con la duda del director acerca de qué es una “poción” de censura, algo que él, siempre con apetito, identifica con el salmorejo.

Jacuzzi de gazpacho

De cuando en cuando, el jefe de Peláez se pasa por Madrid para ver lo que se cuece en la capital y reunirse con los cuervos que le anuncian, entre graznidos, nuevos recortes. En este último viaje le decepcionó ver que al sol le habían puesto el nombre de un bizcocho italiano, aunque Peláez tuvo que explicarle que Vodafone no es eso exactamente. Continuó la semana cantando al desamor y, paradójicamente, para escapar de los cuernos que le pone su mujer decidió ir a correr delante de los toros a San Fermín. A su regreso, disfrutó de su jacuzzi de gazpacho que “refresca por fuera y por dentro” antes de volver a irse a la costa de tenía un gran asunto entre manos: un bogavante.

Jefe muerde a redactor

Todo escasea en la actualidad en la redacción del periódico de provincias de Peláez, hasta las noticias, motivo por el cual el director comenzó la semana pasada mordiendo el brazo de su redactor para poder dar así la exclusiva. También escasea la suerte y prueba de ello es que el jefe de Peláez acudió a la final de la Copa Confederaciones a Río de Janeiro para llevarse el chasco del siglo con la derrota de la selección española, si bien, como viejo diablo que es, se consoló en Ipanema con caipirinhas. La semana concluyó con un interesante debate entre ambos sobre la separación de poderes y la candidatura olímpica de Madrid 2020.

El verano

Haga el tiempo que haga, pase lo que pase afuera, nos resulta imposible evadir ciertos tópicos como los que atañen el verano, estación que siempre imaginamos calurosa y tumbados en la playa. Así se ha animado esta semana el jefe de Peláez a ponerse el bañador y las aletas, si bien, no sabía que la playa más cercana estaba a cuatrocientos kilómetros.

Elogio a la pereza

Aunque probablemente, aunque quizás ustedes ni nosotros lo pensemos así, el aburrimiento es síntoma de vida, de que hubo días mejores o de que tiempos convulsos vendrán. El aburrimiento es uno oasis necesario, refugio de la melancolía, y así lo asume el jefe de Peláez que bosteza e ironiza sobre el quehacer cotidiano del humilde periodista de provincias.

Punto de giro

Quizás esta semana hemos encontrado una posible explicación a la hasta ahora inextricable personalidad del jefe de Peláez, un hombre variable como el tiempo en primavera. Y es que el pasado jueves, inicio de la semana para estos dos personajes, descubrimos su adicción a las pastillas –cuarenta y ocho con el desayuno– para tratar de equilibrar un carácter sin duda incorregible de modo natural. Este hombre, director –a su pesar– de un periódico de provincias de abocado a un cierre inminente, quiere ver mundo con una paellera que haga las veces de antena parabólica y considera hacer deporte ver a Rafael Nadal por televisión dando raquetazos. Peláez, a su modo, aguanta a su lado, aunque por primera vez ha mostrado su hartazgo, un punto de giro en esta curiosa relación que no sabemos cómo acabará.

La vida es fútbol

El fútbol casi siempre ocupa toda la capacidad de raciocinio del jefe de Peláez, incapaz de imaginar que existe algo más que el deporte rey en la vida. Así, sumido en su habitual nebulosa, la semana pasada estaba empeñado en renovar el contrato millonario del humilde periodista pensando que en lugar de eso era un mediapunta de calidad y él presidente de un millonario club de fútbol. Así es este hombre a quien la más profunda tristeza se le quita al oír el sonido de los dados en el cubilete de parchís que desconoce qué es un libro. Eso sí, se muestra dispuesto a reciclar vidrio si eso justifica que se tome tres botellas de whisky antes de la hora de comer.

El crack día a día

Con la llegada de la crisis, muchos economistas e historiadores nos han recordado el célebre crack del 29, aquel jueves negro en el que el mundo comenzó a derrumbarse, unas ruinas que parecen acompañar todavía hoy a Peláez y su jefe en la redacción del periódico de provincias en el que se oxidan.

Operación trikini

Sabemos, grandes películas y novelas nos lo han recordado en multitud de ocasiones, que la tragedia no está muy lejos del humor, que incluso en los peores momentos hay resquicios por donde se cuela la risa. Quizás por eso, porque es en realidad un auténtico drama, el jefe de Peláez ha pensado que el hombre de bigote rasurado que vio en la televisión no era un ex presidente del Gobierno llamado Aznar sino un humorista. Sea como sea, el caso es que la semana comenzó con el envío de un telegrama al corresponsal en las Bahamas, continuó con una interesante (aunque incomprensible) conversación sobre la clonación e incluso nos enteramos de que el jefe del humilde periodista de provincias ha comenzado la operación trikini.

El mundo desde la trinchera

Telarañas como ambientación victoriana, murciélagos como animales de compañía… el despacho del jefe de periódico de provincias en el que Peláez se marchita día a día no es un ejemplo de limpieza, pero este hombre es feliz en su oscura y siniestra trinchera. Desde allí ha observado la progresiva desaparición de Mariano Rajoy y ha soñado con ángeles de blancas alas y elefantes drogado por el barniz que Peláez ha pasado por el suelo de la redacción. Tan solo salió el último día de la semana con destino Madrid para celebrar San Isidro, aunque para él era San Isidoro, quizás pensando que por eso llaman a los madrileños “gatos”.

Pensar con el estómago

La semana pasada comenzó para Peláez y su jefe el viernes, lo que sin duda nos da la idea de la nebulosa de dudas y despistes en la que esta sin par pareja vive. Era viernes, decíamos, cuando Peláez pidió a su jefe que lo desatara de la silla para celebrar así el día de la libertad de prensa, algo a lo que cedió el director del periódico de provincias a cambio de un bocadillo de jamón.

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