El extraño viaje

¿Puede un hombre como el jefe de Peláez enamorarse? ¿Podría sentir algo por otra persona? ¿por alguien que no sea él mismo? La respuesta es, sorprendentemente, sí…puede. Y esta semana lo hemos comprobado al ver cómo se enamoraba de su único redactor, a quien trataba de convencer de que habían sido una pareja feliz. Quizás en el fondo lo fueran, no lo negamos, pero creemos que el amor estuvo muy alejado de lo que en realidad fue su relación. Y es que romántico, nostálgico y hasta melodramático ha estado el director del periódico local esta semana recordando los buenos tiempos, la vida en Roma (en la que nunca estuvo en realidad) y todo aquello que fue dejando atrás, en ese extraño viaje llamado la vida.

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Jueves 30 de octubre

– Buenos días, jefe.
– Ñufffff
– ¿Qué hace?
– Abdominal.
– Será abdominales.
– Poco a poco, Peláez.
– Con una abdominal no creo que baje barriga.
– Ya sabe el dicho: la panza es lo último que se pierde.
– Esperanza.
– Se parece usted a Peláez, señorita Esperanza.
– Ya. Bueno, jefe, voy a escribir sobre la operación Púnica.
– Pero dónde queda ya esa historia entre los romanos y… los otros.
– Cartagineses.
– Esos.
– Me refiero a una trama de corrupción generalizada de hace unos días, jefe.
– No sea redundante, Peláez.
– ¿Redundante?
– ¿No es una trama española?
– Sí.
– Pues entonces corrupción y generalizada es una redundancia.
– En eso tiene razón.
– Y en todo lo demás. Y ahora déjeme terminar mi abdominal.
– Le dejo, jefe.
– Ñuuuuufffff…

 

Viernes 31 de octubre

– Buenos días, jefe.
– uuuuuhhh
–¿qué hace así vestido?
– Es Aberdeen.
– Halloween.
– Bueno, eso.
– ¿Pero por qué va disfrazado de zanahoria?
– Es la hortaliza de la fiesta, Peláez.
– No, jefe, es una calabaza.
– ¡Oh, mierda! Siempre las confundo…
– ¿Y qué va a hacer esta noche?
– Acojonar al personal.
– No sea malo.
– De hecho, voy a empezar ya por la mañana.
– ¿Ah sí?
– Sí, despedido.
– Pero, jefe…
– Lo siento, tengo que hacer mi personaje verosímil.
– Entiendo que es una broma.
– Entienda que está en la puta calle.
– ¿Me echa?
– Exacto, no quiero saber nada de usted. Le doy zanahorias.
– Calabazas.
– Eso.
– Pues adiós.
– Hasta luego, Peláez.
– ¿Podré volver?
– Cuando se me pase la resaca.
– Siempre está con resaca.
– No, a veces estoy borracho.
– Eso es verdad.
– Pues taluego.
– Taluego

 

Lunes 3 de noviembre

– Buenos días, jefe.
– Malos, Peláez, muy malos.
– ¿Por qué?
– Esta lluvia me ha hecho recordar lo mal que lo estamos haciendo.
– ¿La lluvia?
– Sí, he recordado los viejos tiempos. Los reporteros con gabardina, la ciudad gris que oculta historias inconfesables, la gente corriendo de un lado a otro de la calle con el periódico como sombrero, la tinta que humedece los dedos, la noche prematura, el rumor de la rotativa de madrugada… ¡Oh, Peláez!
– Jefe, es usted un nostálgico, pero aún quedan muchas cosas que contar.
– ¿Por ejemplo?
– Podemos.
– Yo ya no puedo, Peláez.
– El partido.
– El Madrid arrasa siempre, no es noticia.
– No se entera de nada…
– ¿Y sabe lo que más echo de menos en esta época?
– ¿El qué?
– Las setas.
– Podemos salir a buscarlas.
– ¿Sí?
– Claro.
– ¿Adónde?
– Al campo, jefe.
– Está muy lejos, mejor al Carrefour.
– Pero eso no tiene mérito.
– Lo que tengo es hambre, Peláez, ¡hambre! El mérito no lo quiero para nada.
– Puffff…

 

Martes 4 de noviembre

– Buenos días, jefe.
– ¿Ve eso, Peláez?
– Lo veo, jefe.
– Nuevo papa.
– No, jefe, es el humo de la térmica.
– No me joda.
– Le jodo.
– Térmicas en el centro de Roma, esto ya es lo peor.
– No estamos en Roma.
– Porca miseria.
– Nunca hemos estado ahí.
– ¿Non siamo italiani?
– No.
– ¡Cazzo!
– Lo siento, jefe.
– ¿Y por qué estas ganas incontenibles de pizza margarita?
– Los caminos de su estómago son inescrutables.
– ¿Podría satisfacerme? Es mi última voluntad como director de este periódico…
– ¿Se va?
– Ni jarto grifa.
– ¿Entonces?
– Es la última voluntad, hasta que llegue la siguiente.
– Ya, como todas, entonces. Una más.
– O una menos, según lo mire.
– Ya, bueno, aquí, tiene.
– ¡¡¡Ummmm… deliziosa!!!

 

Miércoles 5 de noviembre

– Buenos días, jefe.
– Déjese de pamplinas, Peláez. Tenemos que hablar.
– ¿De qué?
– De nosotros.
– ¿Nosotros?
– ¿Hace cuanto que no me da un beso al despertar?
– Nunca se lo he dado.
– ¿Cuándo fue la última vez que hicimos el amor en la playa?
– Nunca lo hemos hecho.
– ¿Y qué me dice de aquel viaje a Venecia? ¿El paseo en góndola? ¿El atardecer en la plaza de San Marcos? ¿Aquellos gnocchi gorgonzola?
– No he estado en Venecia.
– Pero bueno, Peláez, qué clase de pareja somos.
– Profesional.
– ¿Putos?
– Relación laboral: usted jefe, yo empleado.
– ¿Mando sobre usted?
– Sí.
– Béseme.
– No.
– Le puedo despedir.
– Se quedará solo.
– ¡Oh, la soledad, terrible compañera!
– Lo sé.
– Tráigame una macedonia de frutas.
– Aquí está.
– Y ahora a la puta calle. Ñam. Ya estoy acompañado.


Los cables de las conversaciones que mantiene Peláez con su jefe (#Pelaezleaks) en la redacción de un periódico de provincias los puedes encontrar a diario en la página oficial en Facebook de 360gradospress.

La foto es de @Marga_Ferrer

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