El clásico

Sumidos en un estado de continua corrupción, uno siente que no es nadie ya en este país si no está imputado. Por esa razón, el jefe de Peláez pidió a su redactor que lo imputara aunque, obviamente, eso no estaba entre las atribuciones del plumilla. Un plumilla que quería ver el clásico el pasado sábado y tuvo que “conformarse” con disfrutar junto a su director de “Doctor Zhivago”.

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No fue la única actividad cultural de la semana, ya que el jefe acudió a ver el musical de “El rey león”, pero no le gustó demasiado, en especial las partes cantadas… Para terminar la semana, después de mucho reflexionar, tuvo una idea brillante (y grasienta) para vender más periódicos…

 

Jueves, 23 de octubre

 

– Buenos días, jefe.
– Impúteme, Peláez.
– ¿Qué?
– Que mi impute. Necesito que me impute. Uno no es nadie ya en este país si no está imputado.
– No puedo imputarle, jefe, no soy juez.
– ¿Ni un poquito?
– No.
– Vaya. Me gustaría ser como los prebostes patrios: alcaldes, ministros, presidentes de comunidades autónomas… todos célebres imputados.
– Está mejor sin imputar, jefe.
– ¿Usted cree?
– Se lo aseguro.
– Eso lo dice usted porque me mira con buenos ojos.
– Pues he perdido vista, jefe.
– ¿Por qué?
– Por escribir a oscuras.
– Encienda la luz.
– La cortaron hace cuatro años.
– ¿Y esa bombilla de ahí?
– Es la estrella polar.
– Apáguela también.
– No llego, jefe.
– Coja una silla.
– Está a millones de kilómetros de distancia.
– Dios, lo que tiene que consumir.
– No se preocupe, nunca le llegará la factura.
– Lo sé, he puesto su dirección.
– ¡Jefe!
– Ji ji ji…

 

Viernes, 24 de octubre

 

– Buenos días, jefe.
– Buenos días, Peláez.
– Jefe…
– ¿Qué quiere?
– Pedirle un favor.
– No.
– Si no sabe de qué se trata.
– Bueno, venga, diga.
– Me gustaría pedir dos horas libres el sábado.
– Tuvo dos horas libres hace poco.
– En Nochevieja, jefe.
– No hace tanto. ¿Para qué las quiere?
– Me gustaría ver el clásico.
– ¿El clásico?
– Sí.
– ¿Cuándo es?
– El sábado.
– ¡Yo quiero verlo!
– Podemos verlo juntos, jefe.
– Genial, Peláez.
– Genial, jefe.
– Amo Doctor Zhivago.
– Y yo, pero…
– Pero nada, la veremos juntos y arropaditos ante tanta nieve.
– Está bien, jefe…
– Está fenomenal, Peláez, está fenomenal.

 

Lunes, 27 de octubre

 

– Buenos días, jefe.
– Ni fu ni fa.
– ¿Algún problema?
– Ayer estuve viendo El rey león.
– ¿El musical?
– En efecto.
– Un gran espectáculo.
– No todo.
– ¿No?
– Una parte no me gustó.
– ¿Cuál?
– En la que cantaban, no sé por qué no hablaban como hacen los animales.
– Los animales no hablan, jefe.
– ¿Y ese jabalí de ahí?
– Es Pérez, redactor de local, está así por los cócteles.
– No lo reconocía.
– De todas formas, jefe, en los musicales están cantando todo el tiempo.
– ¿Sí?
– Sí.
– Entonces no me gustó nada.
– Eso creo, jefe.
– Qué tristeza.
– Hay cosas peores.
– ¿Por ejemplo?
– Hoy es lunes.
– ¡No me diga! ¡Acérqueme ese cuchillo!
– No haga ninguna locura, jefe.
– Sólo partir jamón, Peláez.
– Eso me gusta más.
– Pues ni lo va a oler.
– Ya lo sabía.
– Yo antes.

 

Martes, 28 de octubre

 

– Buenos días, jefe.
– Menuda estafa.
– ¿El qué?
– A mí me gustaban las velas tradicionales, no esta mierda electrónica.
– ¿Pero qué hace?
– Intento meter una moneda, pero no cabe en la ranura.
– ¿Para qué?
– Para pedir a la virgen, Peláez.
– Eso no son velas electrónicas, jefe.
– ¿Cómo que no? Mire, hay algunas encendidas, otras parpadean y esa está apagada, esa es mi oración.
– Jefe, eso es el router.
– ¿Cómo dice?
– Son las luces del router, internet.
– ¿No puedo rezarle?
– Puede, pero no sé si será muy efectivo.
– ¿Y qué va a ser de mí?
– ¿Qué quería pedir, jefe?
– Lentejas con chorizo para la comida.
– Eso está hecho, hombre.
– Usted es mi Dios, Peláez.
– Gracias, jefe.
– Y ahora váyase a escribir y cocinar, en el nombre del router.
– De acuerdo, jefe.
– Adiós.
– Adíos.

 

Miércoles, 29 de octubre

 

– Buenos días, Peláez.
– ¡Jefe! Vaya horas de venir…
– A primera hora, Peláez.
– Si es la una…
– Por eso, la primera, ¿no?
– Grrr… ¿Y qué ha estado haciendo?
– Me quedé reflexionando, es fundamental pensar bien las cosas antes de actuar.
– Estoy de acuerdo, jefe.
– Valorar las distintas posibilidades y luego ya tomar la mejor dexisión.
– ¿Y qué ha decidido?
– Adobado.
– ¿Qué?
– Sí, mucho mejor el lomo adobado que el fresco. Tiene más vidilla.
– ¿Y eso es importante para este periódico?
– Es fundamental. Daremos lomito adobado mañana con el periódico.
– ¿Usted cree que nuestros lectores demandan eso?
– ¿Usted no, acaso?
– Por supuesto que no.
– Quizás tenga razón, Peláez.
– Se lo aseguro, jefe.
– Venga, me ha convencido, bacon con queso.
– ¡No, jefe!
– Lo sé, es tirar la casa por la ventana, pero qué demonios, todo sea por nuestros lectores.
– Está bien…
– Ah, resérveme cincuenta ejemplares del periódico para mañana.
– ¿Cincuenta?
– ¿Me quedaré con hambre?
– ¿Lo hace por usted, no por los lectores?
– Y por usted, Peláez, le daré la prueba.
– Grrrrrrrrrrrrrrrrrr
– Ñammmmmmm


Los cables de las conversaciones que mantiene Peláez con su jefe (#Pelaezleaks) en la redacción de un periódico de provincias los puedes encontrar a diario en la página oficial en Facebook de 360gradospress.

La foto es de @Marga_Ferrer

Lorena Padilla

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