Cádiz, “La Habana chica”

Puerta de entrada al nuevo mundo, La Habana nació inspirada en el puerto de salida del viejo continente, Cádiz. La capital cubana creció entonces hasta superar en tamaño a su hermana mayor, a la que la vejez y el declive español hicieron menguar hasta convertirse en una sombra de lo que un día fue. Las calles de Cádiz, sin embargo, siguen guardando recuerdos de aquella grandeza. También guiños hacia una Habana muy presente pese al océano que las separa.

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Mientras Cádiz regala a los transeúntessus maravillosas puestas de sol, al otro extremo del océano Atlántico, LaHabana ve nacer un nuevo día. Separadas por la inmensidad de un mar plateado,fascinante y traicionero, ambas hermanas envejecen corroídas por el salitre yla humedad en una estampa que, pese a las miles de ciudades portuariasexistentes, sólo ellas dos son capaces de ofrecer. Una mezcla de decadencia,añoranza y melancolía flota en el ambiente. Una sensación que sólo sus gentes yel bullicio de sus calles contrarresta, llenando de vida dos ciudades queparecen vencidas por el tiempo.


De Cádiz enamora la panorámica que laciudad ofrece desde su paseo marítimo. Y al igual que sucede con La Habana, ‘laTacita de plata’ no se entiende sin su bella bahía. Sin ese ‘malecón’ gaditanoque se extiende desde la Isla de León hasta el Castillo de Santa Catalina y quecomo su réplica habanera, ese escenario caribeño entre el Castillo de la Puntay la Chorrera, constituye la esencia de la ciudad. Punto de inicio y puntofinal de una localidad que creció desde el mar hacia el interior y que no sepuede comprender sin esos quilómetros de paseo en los que el rumor de las olas golpeandocontra las rocas se convierte en el auténtico protagonista de un viaje a otrotiempo.


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Por el camino, para completar laescenografía y camuflados entre los turistas que inundan la ciudad, personajesque parecen sacados de libros de historia. Buscavidas que tocan algúninstrumento o simplemente descansan sobre la piedra del ‘malecón’ mientras haciendoequilibrio sobre las rocas donde rompen con fuerza las olas, unos hombresintentan pescar algo que llevarse a casa para cenar. Todos ellos, unos y otros,parecen esperar uno de esos barcos que hace ya algunos siglos se llenaban en elbahía gaditana de esperanza y codicia con la mirada puesta en las oportunidadesque ofrecía aquel nuevo mundo descubierto al otro lado del Atlántico.

 

El centro histórico de Cádiz sobresaley es visible desde todo el paseo marítimo. Por algo es conocida como “la ciudadde las torres”, miradores que ofrecen espectaculares vistas y que otrora fueronconstrucciones para la seguridad de unos habitantes que tenían en el mar a sumejor aliado pero también a su peor enemigo. En ese casco antiguo brilla conluz propia la Catedral, coronada por su esplendorosa cúpula amarilla, símbolode riqueza. Tanto el edificio, una mezcla de estilos que se fueron imponiendoen los 116 años que duró su construcción, como la plaza en la que se ubica,recuerdan inmediatamente a las de su hermana caribeña. Otro guiño a unarelación que no entiende de distancias.


Cádiz brilla desde el campanario de laTorre de Poniente de la Catedral. El blanco de sus edificaciones reluce con elsol. Al fondo, el mar sigue con su propia cantinela, desgastando poco a pococon su incesante actividad las rocas del ‘malecón’. Más allá, a miles de kilómetros,otra ciudad mira con añoranza a su hermana mayor. La ve y se siente reflejada.El mar como espejo. La historia sigue escribiéndose en las calles de ‘la Habanachica’.


@acordellat

David Barreiro

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