Modelos de asfalto por tiempo limitado

Cumplir el sueño de vivir como una súper modelo durante unos días es una experiencia cada vez más factible para los bolsillos medianamente holgados de la ciudad de Barcelona, pero que conlleva una autorresponsabilidad del cliente con la que evitar caer en la fantasía de ese estilo de vida o en patologías como las que sufren las compradoras compulsivas de moda.

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Pongamos en situación – sin ánimo de caer en machismos sin fundamento – al sector femenino: imaginaos caminando sobre unos tacones altos de diseño con un vestido vaporoso, unas enormes gafas de sol y varias bolsas en cada mano con sus respectivas marcas impresas en su superficie. Mejor aún, desprendedlas de entre vuestros dedos y traspasad la generosa carga al asistente de la personal shopper que os lleva asesorando sobre lo que mejor va con vuestra fisonomía y vuestro estilo desde el inicio de la ruta de las tendencias.

 

Tras la agitada jornada de shopping, de estética puesta a punto y de una motivante sesión fotográfica con vosotras como objetivo de la cámara a manos de un afamado profesional, toca disfrutar de una fiesta “improvisada” en un barco de lujo o descansar estratégicamente posada sobre una tumbona, copa en mano y maquilladora experimentada “en cara”. Aunque muchas ahora piensen que están totalmente liberadas de estereotipos y de deseos puramente encorsetados a la mujer, la mayoría seguro que ha querido – durante una milésima de segundo al menos – ser modelo por un día. Y tampoco es cuestión de flagelarse por ello.

 

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Model Week, como su nombre bien indica en la lengua de Shakespeare, ofrece esta posibilidad durante una semana entera. Se trata de un concepto innovador de turismo con el que mujeres de todo el mundo puedan cumplir el sueño de sentirse reinas de la pasarela por un tiempo máximo de siete días en una de las ciudades más cosmopolitas de España: Barcelona. Los precios por actividad o pack completo no son bajos, pero sí están bastante por debajo de los que se encuentran en el mercado del lujo – estatus que alcanzan estos servicios – a nivel profesional.

 

Además, ¡qué demonios!, ¿no dicen que solo se vive una vez? Sobre todo siendo una experiencia “única”, como evidencia Greg Lebrun, director de Model Week, cuando explica que reciben solicitudes de todas partes del mundo – sobre todo Rusia y Sudamérica – de mujeres de perfiles y de edades de lo más variadas. “Desde una joven de 18 años que desea convertirse realmente en modelo o una chica de 25 que quiere vivir ese estilo de vida con sus amigas hasta una novia de 30 que desea celebrar su despedida de soltera a lo grande o una mujer de 45 que sueña con guardar un recuerdo así de por vida”, recorre generacionalmente Lebrun.

 

De hecho, aquellas chicas que cumplan con los criterios requeridos por las grandes agencias de modelaje, serán recomendadas y darse a conocer entre las modelos, bookers y representantes con los que podrán codearse puntualmente durante algunos días. Una experiencia que de momento solo puede disfrutarse en la ciudad condal, pero que planean trasladar a Miami (Florida) con acceso también a hombres. Tiempo al tiempo.

 

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Consumir moda sin rozar la patología

Pero como – rescatando ‘al gusto’ a Calderón de la Barca – “los sueños, sueños son”, es importante no confundir un capricho puntual o una aspiración profesional con una necesidad o, incluso, una obsesión y caer en patologías como las que sufren las compradoras compulsivas de moda. Y decimos “las” porque este problema lo sufren mujeres en un 90% de los casos, de entre 35 y 40 años, casadas (más de la mitad) y de cualquier clase social, como explica la psicóloga Sheila Gómez Bodí (@psicoesfera).

 

Desde la primera vez que se te escapa un “esta blusa la necesito”, a sabiendas de que tienes el armario repleto de prendas similares, hasta la necesidad de ayuda especializada – en el caso de alcanzar ese límite -, pueden pasar años. “Todos realizamos compras impulsivas de objetos poco útiles de vez en cuando, por ello es fácil pasar desapercibido”, indica Gómez Bodí, y añade que: “Lo que marca la conducta es la obsesión por el consumo en sí mismo y la incapacidad de controlar ese impulso, seguida de un malestar significativo con el que se experimentan sentimientos de vacío y de culpabilidad tras la vuelta a casa después de comprar”.

 

La responsabilidad de las blogueras

En una actualidad en la que Internet domina la transmisión de los mensajes informativos a la sociedad, es la blogosfera un espacio en el que las consumidoras comedidas y, también, las compulsivas encuentran su santuario y su lugar de referencia para conocer lo que es tendencia y lo que no a través de sus blogueras de moda y de belleza predilectas. La tríada del blog Sun, Coffee and Style es muy consciente de la ‘carga’ de empatía que conlleva ser objeto de seguimiento y copia.

 

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“La moda refleja nuestra personalidad y la identificamos como seña de identidad”, expresan las jóvenes blogueras, que muestran de forma cercana sus looks del día a día, accesibles a todos los bolsillos y en los que caben prendas de temporadas anteriores, es decir, que representan “la verdadera realidad de la calle”.

 

El riesgo aparece, sobre todo, en el caso de las “endiosadas” influencers de la moda que han alcanzado en poco tiempo el triunfo en la red. Chicas – y cada vez más chicos – que muestran una vida que a la mayoría de sus fieles seguidores les gustaría llevar, que visten unas ropas que maravilla, pero que son inalcanzables para un sueldo medio. Un éxito que, cada día más, debe virar de la simple ostentación hacia el compromiso y la responsabilidad para con sus lectores/as.

José Manuel García-Otero

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