Perfume de violetas

Por Javier Montes, periodista

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El mundo está plagado de historias desgarradoras, de enormes injusticias que en muchos casos jamás son conocidas por la sociedad. El cine y la literatura sirven para sacar a la luz esas vidas anónimas que nos recuerdan la crueldad que soportan algunas personas. Quizá no haga falta pasar página o sentarse delante de una pantalla para ver esas vidas sangrantes. Algún lector conocerá en primera persona esas situaciones o tendrá algún conocido que sufra la amargura del entorno que le rodea.

Perfume de Violetas (2000) es una película mexicana dirigida por Maryse Sistach que cuenta la historia real de Yessica (Ximena Ayala) y Miriam (Nancy Gutiérrez), dos adolescentes que viven en México D.F. Ambas establecen una profunda amistad en la escuela. Tienen quince años y vidas distintas. Yessica malvive en una chabola junto a su madre, su padrastro, un hermanastro adolescente (Jorge) y dos bebés. Los hombres dominan la casa sin piedad.

Miriam es hija de madre soltera pero en su casa no falta la bañera, algunos frascos de perfume y unos pequeños ahorros para comprar un televisor.

Las amigas comparten cuadernos, juegos, gustos, maquillajes y perfumes. Yessica es alocada, ruda y lleva la voz cantante. Miriam es inocente pero se deja llevar por la que considera su mejor amiga. Todo cambia cuando Jorge, cómplice de El Topi, decide vender el cuerpo de su hermanastra por quinientos pesos, el dinero que cuestan unas zapatillas deportivas. Esos abusos sexuales se suceden al mismo tiempo que la amistad entre Yessica y Miriam se va deteriorando. Indiferencia, odios, envidias, ignorancia. Nada bueno en un mundo miserable, donde falta dinero y sobra machismo.

Surge entonces en el espectador una sensación extraña. Una mezcla de compasión y odio que acaba en tragedia. Una película muy dura, sencilla, pero que deja en la mente un poso difícil de olvidar.

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