pérdida
La pérdida de un padre, a una madre, a un abuelo, a un hermano, a un hijo… a alguien de tu misma sangre, es como si esa sangre se escapara de tus venas.

Pérdida

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Vas por una zona concurrida, quieres tomar un café, tratas de sacar la cartera y no encuentras nada. La perdiste. Sientes una rabia inmensa, como un violento golpe en el estómago que te aturde, te deja con la mente en blanco y en territorio de nadie. Es un contratiempo temporal con solución a medio plazo. Pero una persona no es una cartera. Una persona duele.

Perder a un amigo es ver cómo una sonrisa se va río arriba y tú quieres atrapar el horizonte. La ausencia de alguien que quieres es un dolor que quema tan dentro que no hay reloj que pare un final que nunca llega y siempre duele más. Y quema.

Perder a un padre, a una madre, a un abuelo, a un hermano, a un hijo… a alguien de tu misma sangre, es como si esa sangre se escapara de tus venas y tú quedas perdido en una calle anónima, sin saber qué dirección tomar, cuál es tu nombre. Solo eres un rostro que ya no tiene lágrimas y aguardas a que una soledad afilada te corte en mil pedazos y un pedazo de ti aún sigue llorando.

No hay nada más desgarrador que un recuerdo perdido en el rincón de tu memoria; la caricia que ya no sentirás, esa mirada dulce que un día se apagó, aquellos labios tiernos que bucearon en tu alma y dibujaron la sonrisa del niño que fuiste y se quedó soñando en la escalera.

Ya nada es igual desde aquel día que todos se fueron. Solo queda el viejo álbum de unos tiempos que apenas reconoces, una mirada al frente y un pasado que duele tanto que el amor se esconde bajo las piedras o en tu corazón que extraviaste en la tormenta.

@butacondelgarci

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