Un musical superado por las expectativas

Desde hace casi un año, día sí día también, el Teatro Lope de Vega, en pleno corazón de la Gran Vía madrileña, acumula carteles de no hay billetes. El Musical de El Rey León está arrasando en taquilla en la capital de España. El éxito de espectadores, crítica y premios y sus 14 años sobre los escenarios le avalan. También el fervor con que lo acoge el público. Demasiadas expectativas puestas en las casi tres horas que dura el espectáculo. Un terreno idóneo para la decepción.

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Un viernes cualquiera, sobre lasnueve de la noche, una muchedumbre colapsa la Gran Vía a la altura del TeatroLope de Vega. Personas de todas las edades salen del recinto con una sonrisa enla boca y souvenirs en la mano. Elmerchandising de Disney toma la calle. La misma escena se repite a la una de lamadrugada, cuando los espectadores de la segunda sesión abandonan el teatrotras presenciar una nueva puesta en escena del musical de El Rey León.


“Sencillamente no hay nada igual”; “Espléndido,mágico, cautivador”; “Un trabajo soberbio en lo estético, lo musical y locoreográfico”; “Es realmente la octava maravilla del mundo”. La crítica, tantoen España como en el resto del mundo, ha rendido pleitesía al musical de El ReyLeón. 60 millones de espectadores en todo el mundo, 70 premios y 14 años sobrelos escenarios de Broadway secundan el entusiasmo de la crítica periodística.Todo ello genera en los nuevos espectadores un nivel de expectativas difícil decumplir.


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Y es que, tras un comienzoarrollador, el musical languidece. Pierde fuerza minuto a minuto lastrado porunos flojos diálogos y unos personajes incapaces de transmitir la más mínimaemoción. Todo resulta frío en El Rey León. Hasta su emotiva escena final nosdeja gélidos. Ni el bochorno de agosto que reina en el ambiente impide quesintamos esa sensación. Esa certeza que nos dice que la obra se olvida rápido.Un fast-food del mundo de los musicales.


Y eso que la obra tiene un arranque maravilloso.La reconocible banda sonora de El Rey León da la entrada a todos los animalesde la selva en una escena espectacular que nos permite ver por el escenario aun sinfín de animales perfectamente caracterizados por un vestuario que roza laperfección. Sobresalen entre todos ellos las jirafas, las cebras, los elefantesy los rinocerontes. Magia en estado puro.


Todo sería perfecto si a esa sublimeescena le siguiese una obra capaz de rayar a una altura similar durante las tres horas de espectáculo. Lo quesucede, sin embargo, es que el musical va perdiendo fuelle hasta deshincharsepor completo. Sólo algunos números musicales con sus respectivas coreografías yla espectacularidad de la escenografía mantienen en cierto modo el pulso delmusical. También el personaje de Timón, caracterizado con acento andaluz, quepone las notas de humor a la obra y se mete pronto al público en el bolsillo.


El resto de actores, especialmentelos que interpretan a los personajes centrales de la obra (Mufasa, Scar, Simbay Nala), contribuyen en gran medida a potenciar el frío que destila el musical.Falta emoción en su interpretación. Feelingen unos diálogos que tampoco brillan por su calidad. Resulta muy difícilenamorarse de unos personajes que en el cine cautivaron el corazón de toda unageneración. Y sin ese amor hacia los personajes, se vuelve casi imposibleimplicarse en el transcurrir de una obra que acontece sin sobresaltos. Linealen su decadencia. Sólo avivada por algunas escenas que nos hacen reencontrarnoscon el inicio de la obra. Con El Rey León que pudo ser y no fue.


A la una de la madrugada de unviernes cualquiera, entre las sonrisas de los asistentes que abandonan elTeatro, se cuela alguna cara de decepción. La nuestra.

@acordellat

Javier Montes

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