Deshojando la margarita

Por Javier Montes, periodista

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Hay películasque son un adelanto a los tiempos. No hace falta que miren al futuro o esténplagadas de efectos especiales, basta con que innoven con planos jamás vistos,técnicas novedosas, escenas inusuales o temáticas futuristas. En la madrugadadel pasado domingo al lunes se celebró en Los Ángeles una nueva ceremonia deentrega de los Óscar. Como siempre, esa gala dio muchísimo que hablar ydespertó críticas, elogios y recelos. Entre las críticas me quedo con unareflexión que le escuché a la corresponsal de Televisión Española en EstadosUnidos. Acusa a los miembros de la Academia, los encargados de conceder lasfamosas estatuillas, de no apostar nunca por lo nuevo, de cobardía antepropuestas que quizá, según la periodista, no acaban de entender unos señorescuya edad media roza los setenta años. Si el año pasado la taquillera Avatar se quedó fuera del gran repartode premios, en esta edición el precio de lo nuevo lo ha pagado La red social en favor de El discurso del Rey, la triunfadora delos Óscar 2011. No he visto ninguna así que no juzgo y vuelvo a mis líneas queme he despistado.

No es necesarioque la cinta sea moderna para encontrar la vanguardia de la que antes hablaba.Hace más de medio siglo se estrenó en Francia Deshojando la margarita (1956), una comedia protagonizada por unaBrigitte Bardot espectacular con escena de striptease incluido (quienes piensenver la película sólo por esto se llevarán una decepción). En España, por aquelentonces, cualquier insinuación era motivo de censura y, ni que decir tiene,que Deshojando la margarita no pudovisionarse hasta pasados muchos años. Los franceses iban un paso por delante denuestra sociedad, capada por el régimen y ansiosa de ver a BB en todo suesplendor.

Ahora, en pleno sigloXXI, vas a una biblioteca pública de cualquier ciudad –yo la cogí en Gijón- ypuedes disfrutar de películas como la dirigida por Marc Allégret. 


Cuenta lahistoria de Agnès Dumont (BB) que escapa a París cuando su padre –un general-descubre que es la autora de una escandalosa novela. Allí intenta reunirse consu hermano, quien había dicho en casa que era un consagrado pintor cuando enrealidad es el guardián del Museo Balzac. Esa confusión pone en un grave apuroeconómico a Agnès, quien decide participar de incógnito en un concurso destriptease. Salpicada de humor, la cinta, además de entretener, invita ameditar sobre la ‘libertad’ de la que disfrutaban los franceses a mediados delsiglo pasado.

Es moderna,vanguardista para su época, con escenas sin tapujos y diálogos abiertos. Mereceun premio.

 

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