Milán, algo más que Gucci y Prada

Cuando se piensa en la capital de la moda, automáticamente viene a la mente la ciudad de Milán, cuna de marcas de alta costura conocidas a nivel mundial. Pero la capital económica e industrial de Italia posee un patrimonio arquitectónico y natural que bien merece la visita de varios días a la que nos trasladamos esta semana pre-navideña en 360 Grados Press.

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Recorrer el centro de Milán es asistir a una auténtica pasarela de moda, tanto por las tiendas que salpican las calles como por la forma de vestir de sus habitantes. No importa que el bolso de Prada cueste unos 3.000 euros, la vista no puede evitar mirarlo, sobre todo en la época navideña, ya que no falta detalle en cada escaparate, convertidos en obras de arte.

 

Como la ciudad se ubica cerca de los Alpes, el frío de diciembre cala profundamente en los huesos. Pero hay que ir a la última, la gente joven, sobre todo, lleva los pantalones por encima de los tobillos. Sin calcetines. Hay que seguir las reglas de la moda, aunque para estar bello o bella haya que sufrir. O será el calor que desprende la iluminación navideña de estas fechas que engalana las principales vías del centro y de los barrios de la ciudad.

 

Milán, la segunda ciudad más poblada de Italia, está en ebullición siempre dentro su caos ordenado de gente y tranvías, pero, sobre todo, los días previos a la Navidad. Su principal atractivo turístico, plaza del Duomo (catedral en italiano) congrega a miles de personas estos días, especialmente cuando el día 6 de diciembre encienden su famoso árbol de Navidad. Este año, además de las canciones de villancicos en directo, los asistentes recibieron una pulsera que se iluminó a la par que lo hizo, por primera vez, el gigante abeto que preside la explanada.

 

No obstante, a la imponente catedral de Milán no le hace sombra nada. De estilo gótico y fachada neogótica, fue construida la lo largo de cinco siglos. Es tan importante para los italianos que es custodiada por militares y se debe pasar un estricto control de seguridad para su acceso. Además, se puede subir a los tejados, desde donde se aprecian las afiladas agujas con los más de 2.000 santos que las coronan y se divisa una ciudad moderna con los altos rascacielos de su particular City.

 

Junto al Duomo se encuentra la cuna de los centros comerciales, la galería Vittorio Emanuele II en la que Prada, Yves Saint Laurent o Versace compiten en cada esquina. En esta época, un árbol, patrocinado por Tiffany, domina el centro, por lo que no se puede girar con el zapato las partes nobles del toro que hay dibujado en el suelo, como se hace tradicionalmente para saber si se algún día se regresará a la ciudad. El llamado “Cuadrilátero de la moda” sigue siendo una oda al consumismo en las calles Vittorio Emanuele II, Manzoni y, sobre todo, la Via della Spiga.

 

 

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Sin embargo, como reza el titular de este reportaje, Milán es más que estas impresionantes y carísimas tiendas. Es gastronomía, arquitectura, patrimonio y cultura. De hecho, cuenta con la antigua Basílica de San Ambrosio (año 386) en la que se puede admirar una auténtica obra arquitectónica del románico lombardo, única en todo el mundo. Además, este monumento posee auténticos frescos de los siglos XII y XIII y se pueden visitar las tumbas (con esqueleto incluido) de San Ambrosio y su hermana Santa Marcelina. Otra visita obligada es al monasterio de Santa María de las Gracias, en la que se encuentra la magistral obra de Leonardo da Vinci “La última cena“. Eso sí, para visitarla hay que obtener las entradas con meses de antelación.

 

Continuando con la arquitectura lombarda de la ciudad, el Castillo Sforzesco impresiona tanto por fuera como por sus patios interiores. Comenzó a construirse por la adinerada familia Visconti en el siglo XIV y continuó en el siglo siguiente por Francesco I Sforza, señor de Milán por aquel entonces. El castillo, ubicado cerca del Duomo, cerraba la ciudad junto con el resto de puertas de la muralla, como Porta Romana, Ticinese, Monforte o Nuova. Junto a la construcción se puede pasear tranquilamente por el verde y arbolado parque Sempione, donde se encuentra el Arco de la Paz, la Arena de Milán, la Torre Blanco o el Acuario.

 

Una ciudad con canales

Mucha gente desconoce que Milán estaba compuesta por multitud de canales que diseñó Leonardo da Vinci, entre otras cosas, para transportar el mármol que formaría parte de la catedral. Siglos después hicieron desaparecer prácticamente todos los canales por cuestiones de higiene y salud. Sin embargo, para recordarlos se conserva el principal y la dársena en Navigli, el barrio de moda en el que se aglutinan bares y restaurantes, muy recomendables para cenar. En los patios interiores de las viviendas, a modo de corrala, numerosos artistas exponen sus obras. También se conserva un lavadero de madera en el que, hasta hace unos años, aún se podía ver a los vecinos poner a punto sus ropas.

 

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Otro barrio bohemio, pero muy chic, es el de Brera, por donde es romántico pasear entre sus estrechas calles y en el que los adornos navideños de estas fechas le dan un toque especial. Se trata, además, del lugar ideal para tomar, antes de la cena, el auténtico (y chic) aperitivo italiano, en el que con la bebida, preferiblemente Aperol Spritz, te ponen varias tapas. Incluso hay sitios en los que se hay un buffet exclusivo para el aperitivo.

 

¿Y tiene Milán un Chinatown como otras grandes ciudades? Sí, y, además, recuerda al de Londres o al de Nueva York, ya que la mayor parte de comercios tiene sus escritos solo en chino. Si se tiene tiempo es muy curioso visitarlo, ya que con el tranvía (líneas 12 y 14) está muy cerca del centro y, además, se halla junto al grandioso y espectacular Cementerio Monumental, con más de 250.000 metros cuadrados.

 

La Vía Torino, Porta Romana, el rascacielos Pirelli, el teatro de la Scala, la Estación Central, la plaza del 25 de abril o la Vía Como son otros lugares imprescindibles para tener una visión completa de una ciudad que va más allá del imperio de la moda que creó. Y si se tiene tiempo, recomendamos el lago Como y Bergamo por su cercanía a la capital de Lombardía, su belleza y su singularidad. 

 

Respecto a la gastronomía, la pizza y la pasta, como no puede ser de otra manera, son las joyas con restaurantes como el famoso Piz (en vía Torino) o el de comida siciliana, Sisili (cerca de Porta Romana). Por supuesto, no pueden faltar los panetones,  originarios de Milán, y que son tradicionales en Navidad.


@_Guiomar_

Patricia Moratalla

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