Hellboy: Sympathy for the Devil

Gracias al cine la figura es ampliamente reconocida: un metro noventa de criatura encarnada, con dos protuberancias óseas en la frente, una descomunal mano de piedra y la mirada furiosa de alguien poco dado a hacer amigos. Hace años la pequeña editorial Dark Horse Comics dio sin saberlo con el que iba a ser uno de los personajes más carismáticos de las siguientes dos décadas. Se llamó Hellboy y su autor, Mike Mignola, se convirtió casi sin pretenderlo en el justo heredero de una larga tradición de autores de relatos fantásticos que casi desde Shelley y Stoker han llevado hasta nuestros días el placer de estremecerse con los cuentos de brujas, demonios y fantasmas.

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Hellboy
es undemonio, bueno para ser exactos es un híbrido concebido por una hechicerainglesa de su relación con Azazel,uno de los príncipes del infierno.  Laexistencia de la criatura, sin embargo, queda en suspenso que una oscura nochede invierno, la víspera de la Navidad de 1944, un grupo de ocultistas naziscapitaneados por el mismísimo Rasputín resucitado la invoca en la isla escocesade Tarmagant. Es la culminación de la Operación Ragnarok que pretendedesencadenar el fin del mundo conocido para poder hacer realidad el Reich delos 1.000 años soñado por Hitler.


Pero la operación de los nazis no sale como ellos pensaban. Primeroporque un comando norteamericano logra ponerlos en fuga y, segundo, porque elinstrumento de su apocalipsis resulta ser un demoníaco bebé que debe ser adoptadopor los estadounidenses y criado como un niño humano que, al crecer, adora alos gatos y tiene verdadera obsesión con las tortitas y los cacahuetes.Alineado con la humanidad gracias a su educación y a su sensibilidad, Hellboyno puede rehuir su naturaleza. Por eso termina por convertirse en el agente másvalioso de la AIDP, la Agencia para la Investigación y Defensa de loParanormal.


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En 1994 apareció en las librerías de Estados Unidos el primer número de estemaravilloso remedo de acción y terror que metía en una batidora la ambientacióndel relato gótico de terror clásico junto con la cosmogonía del círculoLovecraft y, después de darle un par de vueltas, le añadía la narrativa delcómic de superhéroes y la investigación paranormal que tan de moda estabaponiendo entonces una rompedora serie llamada Expediente X. El creador de este singular experimento era undibujante curtido en los clásicos de Marvel y DC, Mike Mignola, que tras muchosesfuerzos logró que una editorial independiente le diese una oportunidad a unpersonaje bastante poco corriente.


En realidad la apuesta paranormal de Mignola no era tan original comopueda parecer. En 1994 DC Comics ya había creado VertigoComics, un nuevo sello editorial que pronto se convirtió, precisamente, ensinónimo de historietas para adultos plagadas de fenómenos paranormales y seresclaramente inspirados en la literatura clásica de terror. Sandman (sobre el que prometo un artículo en breve) fue uno de sustítulos más emblemáticos pero bajo esta editorial se publicaban también lashistorias que Alan Moore escribía para LaCosa del Pantano o Hellblazer,una serie protagonizada por el mago más borde y carismático de todo el panoramacomiquero.


Aun así la creación de Mignola se ganó, desde el primer momento, elfavor del público y de la crítica. Semillade destrucción, el primer título publicado, le valió a Mike Mignola dospremios Eisner y un premioHarvey y encumbró un personaje que se ha convertido ya en una figuraclásica no sólo del mundo del cómic sino también de la cultura popular.


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A lo largo de los 57 números publicados, agrupados en 12 arcosargumentales, la historia de Hellboy evoluciona a través de personajes surgidosde los cuentos de hadas, las leyendas folclóricas y la literatura clásica deterror, construyendo un pastiche que logra ensamblar de forma impecable loselementos más conocidos y más apreciados del género: desde el ocultismo nazihasta los dioses primigenios,pasando por las brujaseslavas o los cuentos de vampiros.


Hellboy es uno de esos cómics que hay que leer porque, en apenas veinteaños, ha logrado hacerse un hueco entre los clásicos. Que conste que no lo digosólo yo, lo dice Allan Moore. Y tambiénClive Barker.  Gran parte de su éxito se debe a esaequilibrada combinación de  los elementos más tradicionales delgénero de terror con la narrativa más popular que ha conseguido que, comocantaban los Stones, todos los aficionados a los cómics hayamos acabadodesarrollando cierta simpatíapor el diablo.  


 

Óscar Bornay

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