Ocurre que parte del patrimonio cultural, sea del tipo que sea, escapa del conocimiento de la sociedad, de manera que puede caer en el olvido e, incluso, ser condenado a la desaparición. Esta semana en 360 Grados Press queremos centrar la atención en uno que, poco a poco, va alejándose del borde de ese precipicio.
Decenas de personas se encontraban congregadas el pasado domingo 6 deoctubre por la tarde en uno de los patios del Centre Cultural la Beneficència de Valencia. En el centro, unos músicosportando guitarra, guitarrón, trompeta, trombón de varas y clarinete augurabanuna actuación. Asimismo, presidiendo el corrillo formado por el público seencontraba un cantador que, pocodespués de entonar las primeras palabras, precisó de alguien que le dictara aloído cómo seguía la estrofa. Y esto, que en otro contexto hubiese puesto encuestión la profesionalidad del espectáculo, aquí no logró inmutar a nadie.Porque todos los presentes sabían que quien susurraba la composición era un versador y que la escena se trataba deuna muestra del cant valencià.
En concreto, esta exhibición correspondía con el cant destil, una modalidad que guarda un fuerte vínculo con latierra, literalmente. “Es muy complicadodefinir el origen del cant destil, pero los documentos que tenemos hastafecha lo datan bajo la dominación romana, cuando los labradores entonaban losdenominados cants a laire mientras trabajaban la huerta. Es, por tanto, elcanto más antiguo de España“, explica JoséBallestero Guillén, presidente de la Asociación Culturalde Cant Valencià dEstil. Así, esta tradición musical se ha empapado de todaslas culturas que han pisado tierras valencianas como la arábiga y haevolucionado con el tiempo en algún sentido. Por ejemplo, el cant destil pasó de ser acompañadoexclusivamente con instrumentos de cuerda a incorporar algunos de viento apartir del siglo XVIII, lo cual resulta del desarrollo de las bandas de músicaciviles.
No ha ocurrido lo mismo con las variantes de este canto, como son lu i dos, lu i dotze o lu, lascuales se han mantenido fieles a su primigenia esencia rural. Pero ello no hasido cuestión de casualidad, sino que se debe al cuidado de la tradición y altrabajo de documentación que durante muchas generaciones se viene realizando alrespecto. “Actualmente practicamostambién la riberenca, que se había perdido prácticamente y que hemos logradorecuperar“, apunta José. Y en esta línea más invariable han permanecidotambién las albaes, la segundamodalidad del cant valencià. Fechadasposteriormente al cant destil y deprocedencia urbana, éstas presentan algunas diferencias de forma, que no defondo. En palabras del presidente de la Asociación Culturalde Cant Valencià dEstil: “En lasalbaes puede haber uno o dos cantadores que se alternan, pero tampoco sabenlo que van a cantar. Y, en este caso, el canto se acompaña de tabal idolçaina tamboril y dulzaina únicamente“.
La exclusividadcomo rasgo distintivo
En lo que a puntos en común se refiere, el cant destil y las albaesatesoran una característica que, a su vez, les distingue especialmente de otroscantos. “Aquí podría decirse que cadaactuación es única“, señala José. Sin duda, factores como el escenario ylas voces marcan siempre una diferencia en cualquier género musical que seprecie, pero el cant valencià constade una figura capaz de reinventar las composiciones en cada ocasión: el versador. “El versador improvisa la letra sobre la marcha siguiendo lacorrespondiente rima y se la dice al oído al cantador, que sólo tiene queestar pendiente de entonar bien. Los cantos pueden ser una crítica, unaexaltación o, sencillamente, una descripción. Pero siempre son distintos“,aclara este miembro de la Asociación Cultural de Cant Valencià dEstil.
Un aprendizaje enperfeccionamiento
A diferencia de otras manifestaciones del folclore regional como lajota aragonesa o el flamenco que han gozado de mayor difusión, la tradiciónvocal del cant valencià llegó,incluso, a flirtear con la extinción hace, aproximadamente, unas tres décadas.Este hecho evidenció una falta de conocimiento que derivaba en el desinterés dela sociedad. Por ello, las personas que sabían de esta dimensión de la culturavalenciana se pusieron en marcha. “Hemosluchado para que se abran escuelas en muchos municipios y lo hemos logrado.Antes la única forma de aprender era arrimarse a los cantadores y versadores,pero ahora la gente tiene mejores oportunidades“, argumenta José.
En este sentido, destaca un logro en particular: la inclusión del cant valencià como especialidad regladaen los conservatorios profesionales de música de la Comunidad Valenciana.De hecho, la idea es que este grado se imparta al mismo nivel que, por ejemplo,piano. Aunque su implantación todavía está pendiente de ejecutarse, es muyprobable que esta medida en vigor alimente el caldo de cultivo existente paragarantizar el cambio generacional. Porque talento entre los jóvenes no falta. “Durante unos años celebramos un concursopara noveles en la localidad de Mislata y una chica de quince años llegó aalzarse con el primer premio. Conocemos más casos de gente joven interesada enel cant valencià pero, aún así, creemos que se tendría que dar a conocer másen las escuelas como cultura propia“, concluye José.
¿Inmutable oevolutivo?
Con todo, el cant valencià haconseguido sobrevivir hasta el presente. Inevitablemente, el transcurso de lahistoria ha impreso en él algunas variaciones, pero ahora éste se enfrenta a undilema con conocimiento de causa: bien permanecer tal y como ha llegado a laactualidad, bien experimentar con los cambios que una parte de losprofesionales del sector defienden. La asociación que preside José no duda enposicionarse a favor de la primera opción. “Nosotrosqueremos mantener la tradición intacta, que no haya innovaciones. Cada unotiene una voz diferente, pero queremos que se siga distinguiendo si canta lui dos o lu i dotze“, afirma él mismo. Sea como sea, mientras estacuestión se resuelve, el acuerdo para garantizar que esta tradición inmaterialtenga un futuro se afianza más poco a poco.
Javier Montes