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El verano está cerca. Lo sabemos por el empapelado de las paredes. Al recorrer cualquier ciudad española es fácil cruzarse con media docena de carteles en los que aparecen enlistados un ramillete de nombres y pseudónimos. Con un poco de suerte, algunos de esos nombres te apelarán directamente: son tus grupos. La música que te vibra en los tímpanos cuando buscas conectarte. Y entonces te preguntarás de dónde sale tanto festival, si nacen por generación espontánea o hay una entidad superior que los planta y los riega para que crezcan y se reproduzcan. Pero qué demonios, piensas. A quién le importa, que diría María Olvido. Disfrutemos de Bad Bunny, de los Smashing Pumpkins y de los cientos de artistas que nos quieran visitar. Y ahí queda la pregunta. Suspendida en el aire como los graves de un piano de cola.
Es un ejercicio tramposo el de enterrar la pregunta en el flujo del pensamiento. Demos marcha atrás y agarrémosla por la solapa: ¿de dónde salen tantos festivales? Para entender tal condensación quizás ayude conocer el caso particular de un festival novato. Entrar en su cabina de control y revisar los mecanismos que lo ponen en circulación. El Babel de Madrid lleva dos ediciones celebradas y se prepara para la tercera, que será del 4 a 6 de julio en el recinto ferial de IFEMA. Detrás de él está la productora Sonde3 y, más al detalle, los directores Germán Quimasó e Isabel Sánchez desde la sección artística y Roberto Recuero en la gestión de proyectos. Es este último quien nos habla sobre los orígenes de su festival.
“El Festival Río Babel surge de la pasión de Germán Quimasó, director de programación de Sonde3 junto con Isabel Sánchez. A él siempre le han gustado las músicas del mundo y, sobre todo, la música latina. El proyecto surgió un poco para remediar la ausencia de eventos en particular y una escena de música latina en general. Así que el Río Babel es la locura de trasladar nuestros gustos personales a una gran escena, combinando propuestas Latinoamericana con artistas nacionales y añadiendo alguna píldora internacional que nos sirva de altavoz”, resume Recuero.
El proyecto arrancó con un presupuesto inicial de medio millón de euros y un equipo de 16 trabajadores, que se amplía a los 400 –camareros, food trucks, servicios auxiliares, taquillas– durante el fin de semana del evento. Su financiación es completamente privada y se define como city festival. “Es un festival boutique dentro de la ciudad. Es un mediano formato, trabajamos en aforo de 12.000 e intentamos que sea accesible, fluido: sin colas. En cuanto al espacio, aunque el Río Babel es todo hormigón porque se instala en IFEMA, lo vestimos de una manera que parece más orgánico, le ponemos césped artificial, colores y lonas; lo vestimos para intentar camuflar esa sensación de frío”, detalla el organizador.
Recuero cuenta que en sus tres años de vida, el festival ha tenido que superar dos clases de dificultades, unas en el plano artístico y otras en el logístico. En el primer caso se vieron en la tesitura de competir en el mercado con un género musical que no estaba del todo consolidado entre las preferencias de los consumidores. La música latina ha pasado de ser un nicho a conquistar el mainstream, y el Festival Río Babel ha estado en el sitio y el momento idóneos para surfear esa tendencia. Por otro lado, cuando ya navegan con el viento a favor, el Ayuntamiento de Madrid se abre al negocio de los festivales y entonces la competencia pasa a ser brutal.
“Para nosotros ese aperturismo del Ayuntamiento de Madrid fue una ventaja, pero a día de hoy hay una competencia atroz, por lo que también tiene una parte negativa. No obstante, yo estoy de acuerdo con el aperturismo en el tema musical y no me importan las burbujas en este caso”, afirma el director de proyectos de Sonde3, que identifica en el aperturismo un problema concreto: el difícil reparto de cabezas de cartel. “Lo que está pasando estos últimos años es que hay pocos artistas en gira, y eso hace que cerrar headliners sea bastante complicado, máxime cuando se tienen que repartir entre tantos proyectos diferentes”.
En su tercera edición, el Río Babel contará con uno de los grandes artistas del momento, el puertorriqueño Bad Bunny. Y lo hará después de “batallar” con sus representantes para cerrar un contrato que finalmente le colocará sobre el escenario del recinto ferial. ¿Cómo se consigue traer un artista así? “En ese caso ha contado la experiencia y la solvencia de nuestra dirección artística. La batalla ha sido bastante importante y ahí depende mucho de los contactos que tengas ya con su agente. El hándicap es el caché, porque traer a artistas de este tipo es muy caro”.
Volviendo al plano logístico, una de las cuestiones que a veces suscita inquietud es la consolidación del espacio. Algunos festivales sufren para establecerse en los lugares en los que arrancan, caso del Cabo de Gata, o incluso pierden el sitio a pocos meses de su celebración, caso del Doctor Music Festival. Río Babel no tendrá ese contratiempo: “En nuestro caso al ser Madrid, y al ser todo privado, es fácil consolidar el espacio siempre que pagues. No dependemos de autorizaciones municipales para ello. Tenemos un acuerdo con IFEMA por el que nos hacemos cargo de los alquileres y las tarifas que tengan ellos, y al mismo tiempo IFEMA está contenta porque le hemos abierto un negocio que a día de hoy está cogiendo fuerza”.
La última pregunta para este festival –mediano pero grande en potencial– es: ¿dónde está su horizonte? Roberto Recuero conjuga el futuro no sin antes dar por buenas las dos ediciones que nos han traído hasta aquí, con conciertos tan icónicos como el de los Fabulosos Cadillacs –de vuelta en España después de 20 años– o Los Caligaris –un fenómeno de masas en México–. “La situación está a nuestro favor, la música latina está de moda y Madrid es la capital europea que más conecta con Latinoamérica. Te puedo decir que no queremos en la música urbana ni nada parecido, esa no es nuestra línea. La idea es seguir trabajando y edición tras edición continuar celebrando esta gran fiesta de la música Iberoamericana”.
Visto el ejemplo de Río Babel, podríamos concluir que el auge de los festivales responde a la conjugación de cuatro factores complementarios: los ayuntamientos se han abierto a este exitoso modelo de negocio, los gestores de espacios amplios también han visto el filón, los gestores culturales encuentran mayor viabilidad en los eventos intensivos que en los conciertos de sala –y tienen mayor músculo económico para atraer, reunir y rentabilizar a los artistas de relumbrón– y, finalmente, el público mayoritario se ha habituado a este creciente fenómeno cultural.