“El Síndrome del Guernica” (o el desguace del Azor)

La sala Abierto x Obras de Matadero Madrid acoge desde el pasado 20 de enero el último proyecto de uno de los creadores españoles de más renombre internacional, Fernando Sánchez Castillo. El Azor, la emblemática embarcación de Francisco Franco, luce ante el espectador privado de todo tipo de referencias sentimentales o emotivas, un prisma compactado de chatarra minimalista e impersonal. 360gradospress se acerca al ‘Síndrome del Guernica’.

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Cuentan quienes rodearon al General Francisco Franco durante la dictadura española que el Azor era mucho más que un barco de recreo. Construido por el Astillero Bazán para uso y disfrute del jefe del Estado español, la embarcación pronto se convirtió en un símbolo del poder, en un lugar en el que se llevaron a cabo algunas de las reuniones políticas más importantes del periodo franquista, como las famosas conversaciones del Azor de 1948, cuando Don Juan de Borbón y Franco decidieron que el ahora Rey de España, Juan Carlos I, estudiara en el país.

Mucho ha llovido desde que en 1949 María del Carmen Franco y Polo, hija del dictador, hiciera de madrina en la botadura de esta nave de 40 metros de eslora y 7,5 de manga que Francisco Franco, además de las mencionadas reuniones de Estado, utilizó como yate de recreo para él y su familia, donde pudo disfrutar de una de sus grandes aficiones, la pesca del atún.

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Con el fallecimiento del dictador y los inicios de la democracia, hay quien pensó, como Francisco Umbral, que la transición política española no terminaría hasta el desguace del Azor, símbolo último del poder franquista. Ha habido que esperar, sin embargo, casi 40 años para ver la embarcación desguazada y convertida en obra de arte. Entre medias la nave ha sido partícipe de algún escándalo político, como cuando Felipe González, entonces presidente del Gobierno, tuvo la maravillosa idea de utilizarla para disfrutar de un polémico crucero de verano. Desde 1990, cuando el Estado lo subastó especificando que el destino debía ser el desguace, ha estado vagando por diversos puntos de la península de la mano de su comprador, Lázaro González, que en 1992 pagó más de cuatro millones y medio de las antiguas pesetas.

El nuevo capitán del barco, que intentó convertir al Azor en un pub o sala de fiestas flotante que surcara las aguas del Mediterráneo y el Cantábrico, se dio de bruces contra la negativa estatal. Se gastó entonces 12 millones de pesetas en serrar el barco en tres partes, [Img #14580]
transportarlo a Cogollos (Burgos), soldarlo y convertirlo en el centro de atención del complejo turístico Azor, donde acabó convirtiéndose en un reclamo turístico para nostálgicos y sorprendidos visitantes hasta que Fernando Sánchez Castillo lo adquirió por un precio simbólico para darle a aquel amasijo de chapa un nuevo sentido y significado.

Sánchez Castillo, que ha desarrollado gran parte de su carrera en Holanda tras licenciarse en la Universidad Complutense de Madrid, considera la práctica del arte contemporáneo como una crítica a la cultura en la que sus obras abordan en muchas ocasiones los símbolos establecidos desde un punto de vista irónico y de relación entre el arte, el poder y la historia. Como en todas sus obras, la lectura y el significado final corren de mano del espectador, de su capacidad de ir más allá, en una obra que, como el mismo autor reconoce, no tiene afán de ajustar cuentas con nada ni con nadie. Su título, ‘El síndrome del Guernica’ es ya provocador en sí mismo. Le toca ahora a cada cual sacar sus conclusiones.

@acordellat

Laura Bellver

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