Una ciudad de leyenda: Edimburgo

Edimburgo alberga uno de los cascos antiguos más impactantes de Europa. 360gradospress recorre los rincones más emblemáticos de la capital de Escocia, que guarda en cada recodo una historia diferente.

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Tiene una personalidad arrolladora que hace increíblemente fácil enamorarse de ella. A pesar del frío que hiela sin piedad. A pesar de las cuestas en pendiente. A pesar de todos los pesares, Edimburgo es más que una ciudad. Es una postal, es un paseo, es una leyenda.

La infinidad de historias que envuelve a la capital de Escocia la rodean de un encanto añadido al que ya se percibe en sus calles empedradas y generalmente húmedas por el clima lluvioso, tan típico como insignificante a la hora de descartar un viaje a esta ciudad.

Un buen punto de partida es la Royal Mile, la arteria de unos dos kilómetros y de origen medieval que conecta el Palacio de Holyroodhouse con el Castillo de Edimburgo. Situada en pleno corazón del casco antiguo, la Milla Real es la calle más importante y puede ser el principio de un auténtico viaje al pasado.

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Al recorrerla, es recomendable no perder detalle de los edificios, iglesias y esculturas, empapadas todas ellas de historias que amenizan la subida que, en realidad, no es agotadora en absoluto. Y aunque así lo percibiera el viajero, olvidará el cansancio de un plumazo al llegar hasta el Castillo, que vigila desde las alturas la ciudad. Es fácil que la niebla haga acto de presencia. No lo lamente. Mejor. La imagen será todavía más espectacular. Desde esta fortaleza se dibuja la ciudad de Edimburgo que, envuelta en la neblina es arrolladoramente impresionante. En el interior del Castillo se encuentran las joyas de la Corona escocesa y una vez allí, probablemente, no podrá evitar fotografiarse con uno de los cañones que, a día de hoy, todavía se usan para exhibiciones.

Historias de fantasmas

Al bajar de nuevo la Royal Mile, deténgase en alguno de los típicos y múltiples pubs escoceses, donde el whisky es más que popular, junto con la cerveza, que cuenta con una extensa carta. Nada mejor que echar un trago antes de adentrarse en la multitud de leyendas, muchas tenebrosas, que guarda cada rincón de Edimburgo. Los cementerios son piedra angular de muchas de esas historias que nadie cuestiona en Escocia. Si se atreve a realizar el recorrido nocturno de los fantasmas, es muy posible que duerma con un ojo abierto la noche siguiente.

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De día, los cementerios son, no obstante, macabramente hermosos para descansar toda la eternidad. Aunque no siempre fue así. Al prestar atención a los detalles, se descubren jaulas y puntos de vigilancia en los camposantos. Eran, ni más ni menos, que estrategias para evitar el robo de cadáveres en el siglo XIX. Una práctica, la del expolio de cuerpos, que se llevó a cabo con asiduidad como una forma más o menos rápida de conseguir dinero; bien robándole al difunto hasta los dientes, bien vendiendo el propio cadáver, muchas veces para la ciencia. Hubo quien, como los famosos inmigrantes irlandeses William Hare y William Burke, llevaron al extremo esta práctica, pues pasaron de ladrones de tumbas a meros asesinos.

Y es que el hambre y la miseria pasearon a sus anchas por las calles de Edimburgo. La parte antigua, Old Town, está repleta de callejones y pasadizos, donde los pobres se resguardaban del frío.

Precisamente, una de las historias más famosas del mundo entero nació evitando el helor escocés. La escritora J. K. Rolling no podía permitirse calefacción en su casa, así que bajaba a diario a la cafetería The Elephant House buscando el calor. Desde la ventana del café se observa la fachada de un antiguo colegio, que acabó inspirando la archiconocida escuela de magia Howgarts. J. K. Rolling escribió Harry Potter íntegramente en esta cafetería de fachada roja.

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Antes de tomar el té en este o en otro café, no se resista a probar el “haggis”, el plato tradicional escocés. Básicamente, consiste en un picadillo de carne de cordero, servido con puré de patatas y boniato. Puede que si conoce a fondo los ingredientes, le resulte poco agradable, pero se trata de un combinado muy nutritivo y su sabor es delicioso.

El “haggis” es muy típico en Escocia, como también lo es el kilt, es decir, la falda escocesa. Contrariamente a lo que se pudiera pensar, no es difícil encontrar a un hombre vestido con esta prenda… y nada más. Se suele decir que bajo el kilt los auténticos escoceses no llevan nada. Desafían al frío, como lo hará el visitante, al que muy probablemente no le echará atrás la lluvia para recorrer esta ciudad, donde el reloj parece haberse detenido.

El casco antiguo es impactante y la parte nueva, New Town, es el centro de la vida financiera y comercial. No deje de pasear por las calles de esta zona, levantada para absorber la sobrepoblación de Old Town en el siglo XVIII.

Tras visitar Edimburgo se comprende que en 1995 fuera nombrada Patrimonio de la Humanidad. La capital de Escocia está encantada. Tal vez por ello el viajero queda prendado de ella para toda la eternidad.

Lorena Padilla

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