Cuando Menorca se escribía sobre piedra

Descubrimos el lado más protohistórico de la isla, el que abarca los dos milenios a.C., desde los restos que encontramos en la actualidad, a pie de monumentos. Nos preguntamos por cómo fueron aquellos tiempos de rituales, de ceremonias, de jerarquías, de una sociedad que dejó como herencia menorquina sus construcciones más inquietantes. Talayots, taulas, hipogeos, naves funerarias… asaltan al viajero, que encuentra en ellos una alternativa otoñal de ocio en la isla del «Camí de Cavalls».

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La imaginaciónes caprichosa y evoca sentidos primigenios cuando se encuentra frente aconstrucciones prehistóricas o protohistóricas como las que salpican Menorca.¿Quién vivió en aquel poblado? ¿Por qué construían algunas de sus edificacionesen círculos? ¿Qué sentido tendrían los ritos y ceremonias que las sociedadesdel segundo milenio a.C. celebraban en las características taulas menorquinas? ¿Porqué levantaron hipogeos?

 

Estaspreguntas asaltan al visitante de tan misteriosas construcciones especialmente cuandoel otoño ya se ha apoderado de la isla, cuando las lluvias empiezan a regar loscampos donde las vacas pastarán en libertad, dentro de las parcelas yminifundios característicos de Menorca, hasta que el buen tiempo lleve de nuevoa los bañistas a la playa. Entre prados verdes sembrados, entre caminos ruralesy carreteras principales, bajo cielos nublados y tormentas, las construccionestalayóticas no dejan indiferente a nadie. Porque a poco que uno esté pendientedel paisaje se topa con un conglomerado de atractivos de piedra, perfectos paraechar la historia imaginaria a volar.  

 

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De uncaracterístico color blanquecino, proyectan misterio y despiertan muchas dudasentre la comunidad investigadora, que aún trata de desempolvar los usos que lassociedades menorquinas de ese punto de la historia dieron a dichos monumentos.Edificios sociales, defensivos, de culto, funerarios o rituales son lasversiones que acaparan los talayots,símbolo de una época en la que las jerarquías comenzaron a imponerse. De hecho,hay teorías que apuntan hacia el uso por parte de jefes tribales de los talayots principales de los poblados,aunque por su presencia imponente pudieron dirigir su praxis más habitual haciapuestos de vigilancia.

 

En bicicleta,en coche o a pie, por rutas que definen a Menorca como el Camí de Cavalls, la visita a los monumentos se puede estructurarpor etapas y hacerla coincidir con otros de los muchos atractivos de aventura ode ocio que presenta la isla. Así, después de conocer el poblado pesquero deBinibeca, reclamo turístico de la isla, se puede tomar el camino protohistóricohacia Sant Climent y visitar, por ejemplo, los Santuarios de So Na Caçana,donde se contempla un complejo talayótico documentado desde el siglo XIV compuestode dos santuarios con taula (mesa) yotras construcciones de posible funcionalidad religiosa. Allí, un gran talayot erigido en el punto más elevadodel montículo fue en su origen lugar de encuentro de varias comunidades y su construcciónpodría datarse en torno al siglo X a.C.

 

El únicopero que se puede poner es que para visitar algunos de estos yacimientos, comoel indicado anteriormente, haya que realizar un pequeño desembolso de entre 2 y3 euros, destinados según indican en los propios complejos a mantener laslíneas de investigación histórica que aún se desarrollan y cuyos principaleshallazgos materiales descansan en el Museo de Menorca.

 

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Con todo,el paisaje de la isla está salpicado de estos monumentos y no es difícilavistarlos en sintonía con otra de las ocupaciones más preciadas del turista quevisita Menorca, aún en otoño: las puestas de sol. De hecho, en las cercanías deCiutadella, y camino a Punta Nati, encontramos numerosos talayots en una senda ciclista estrecha y de vallas empedradas.Monumentos que dibujan la luz anaranjada del sol y que despiertan versionesalegóricas de lo que pudieron representar hace 3.000 años. Cerca del mismonúcleo poblacional también surge imponente la naveta funeraria de Es Tudons y taulas (mesas rituales) como la deTalatí de Dalt, en el otro extremo de la isla, en Mahón.

 

Un trabajo minucioso el del investigador y el delvisitante; el de quien trata de extraer las claves de la historia de la isla yde sus primeros pobladores, como el de quien pisa el terreno en pleno sigloXXI, con la cultura fílmica en los pensamientos y el fascinante viajeimaginario a un tiempo en el que el turismo se escribía con letras desupervivencia ritual, religiosa y supersticiosa.

Laura Bellver

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