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La Navidad que casi todos tenemos en la cabeza incluye un reguero de regalos esparcidos por el salón, un pino de plástico abarrotado de adornos y un plato de mantecados en el centro de un corro familiar. Es la misma escena que hemos visto en decenas de película y que muchos de nosotros, con mayor o menor acierto, intentamos replicar. El cuadro que estimula el espíritu navideño del que nos imbuimos en estas fiestas. Ahora bien, sin la fanfarria y el espumillón, ¿la Navidad es menos Navidad?
Sin un techo bajo el que brindar, ¿es menos Navidad?
No necesariamente. En estas fechas de confraternización generalizada hay organizaciones que redoblan sus esfuerzos para que el espíritu navideño cunda entre quienes no tienen dónde dormir. Aquellos cuyos problemas no se pueden poner en pause. La gente empujada a los márgenes. Para ellos hay organizaciones, decíamos, que esprintan en estas fechas: una de las más destacadas se llama Casa Caridad y lleva 112 años trabajando por la inclusión social en la ciudad de Valencia.
El fin de año en Casa Caridad se afronta con un amplio programa de actividades preparadas por usuarios, voluntarios y trabajadores para que las personas más desfavorecidas pasen unos días especiales con actuaciones de rock, regalos para los niños, cuentacuentos o salidas al cine y al teatro. Así lo resume Guadalupe Ferrer, directora de la ONG: “Son fechas en las que nosotros le damos al centro algo de lo que carecen las personas que están allí, que es la sensación de casa. Más que nunca Casa Caridad se convierte en el hogar de las personas que no tienen dónde pasar estas fechas”.
Más allá del programa festivo, este año en Casa Caridad hay un sentimiento de preocupación, pues la preparación de las Navidades está marcada por un gran repunte de asistentes. Durante las fiestas van a pasar por el comedor social cerca de 400 personas diarias, cifras que se acercan a la etapa de la crisis económica. ¿Por qué se ha disparado la cifra de atendidos?
“Estamos teniendo muchísima gente solicitante de protección internacional. Gente que solicita asilo político, refugiados; la tramitación de todo eso lleva mucho tiempo y mientras tanto hay gente que, a pesar de tener el alojamiento cubierto, carece de recursos económicos para poder comer”, aclara Guadalupe Ferrer, que pone el foco en los problemas asociados a la gestión de la migración.
Cuando una persona llega a Casa Caridad, ya sea extranjera o de nacionalidad española, lo primero que hacen en la oenegé es evaluar las circunstancias que han llevado a esa persona hasta ahí. Es decir, Casa Caridad no es un centro asistencial. “Nosotros no trabajamos para dar de comer y de dormir a las personas, sino que tenemos un equipo de 26 trabajadores sociales, educadores y psicólogos por el que pasan todas las personas que vienen a Casa Caridad. Luego comerán, dormirán, utilizarán nuestro centro de día y los servicios de higiene, pero utilizarán todo eso mientras son atendidos, se trabaja con ellos y se intenta solucionar sus problemas”.
El objetivo, por tanto, pasa por la inclusión y la reinserción efectiva de la persona en todas sus vertientes. El asistencialismo está descartado, y la directora del centro procura dejarlo claro: “A nosotros no nos gustaría ser una entidad meramente asistencialista. Todas las personas que vienen pidiendo alojamiento y comida se han visto en una situación que les ha llevado a esto. Si le das de comer a una persona tendrá la barriga llena, pero su problema no se habrá solucionado. El asistencialismo es lo peor que puede haber”, sentencia.
Para alcanzar los 112 años de vida como organización clave en la red de apoyo para la inserción social, Casa Caridad ha necesitado –y sigue haciéndolo– el apoyo de los valencianos de a pie, las empresas privadas y la Administración. En su presupuesto de 4.5 millones de euros hay un 30% de capital público –vía subvenciones– y un 70% de ayudas privadas. Todo para abrir a diario con ánimo de solución estable y no de parche: “Abrir las puertas de Casa Caridad cuesta más de 12.000 euros al día. Son muchísimos los servicios que prestamos y muchísimas las personas que atendemos, con lo cual necesitamos la ayuda económica de los valencianos para seguir prestando un trabajo que busca solucionar la situación de personas en exclusión”. Personas que en estas fiestas navideñas no se quedarán colgadas.