Crónica de un periodista en el “Día de España” en Expo 2010

“Paella, jamón serrano y otras viandas… cómo habrán superado la rígida política china sobre importaciones antes de circular entre invitados y plumillas”

CARLOS JUAN, Shanghai. La primera barrera que encuentro en mi camino la supero sin problemas con el pasaporte. En uno de los accesos al Pabellón de España una chica de Badajoz me da la bienvenida y me indica que avance por un carril paralelo a la cola de ciudadanos no españoles que ya a esa hora se ha formado. Son las diez de la mañana y aún es demasiado pronto incluso para contactar con el personal de prensa del pabellón. Decido ‘hacer tiempo’ repitiendo la visita, tomando cuantas notas me sea posible.

Primera parada, la vitrina de la Copa del Mundo 2010. Empiezo a ver a cámaras de televisiones españolas al otro lado de la cinta que delimita mi camino. Espero luego poder unirme a ellos. Después, las tres salas, el origen del Hombre escenificado en los hallazgos de Atapuerca, el tránsito del campo a la ciudad y, por último, los niños y el entorno que desean para el futuro. Pero las manecillas del reloj se deslizan perezosamente así que decido ‘levantar la guardia’ visitando otros pabellones antes de que al filo de las dos de la tarde se produzca el acto central en el nuestro por ser el Día de España.

Vuelvo al mediodía. Un grupo de españoles trata de evitarse la cola aún sin poder mostrar el pasaporte porque éste se ha quedado en su hotel. “Así nos lo han recomendado”. Aritz, el responsable de prensa me facilita el acceso a la zona de los medios justo en el momento en el que se inicia una visita por el pabellón. De esta forma adquiero el conocimiento que me permite precisar que Bigas Luna ha diseñado la primera de las salas, cuyo nombre es ‘origen, de la naturaleza a la ciudad’ y que la coreografía que se interpreta en ella es de Aída Gómez habiéndose constituido para ello una plantilla de ocho bailarinas ya que ‘La atapuerqueña’ suena constantemente desde que comienzan las visitas hasta que finalizan, a eso de las diez de la noche.

De la siguiente sala admiro la fuerza creativa, el tesón con el que ha resuelto este proyecto audiovisual Basilio Martín Patino a sus 83 años. Múltiples proyectores estampan en cinco pantallas en forma de tira imágenes estáticas y dinámicas de la transformación de las familias y su asentamiento en las ciudades. E Isabel Coixet nos espera en la siguiente para hablar de ‘Miguelín’. Es el recurso creativo utilizado para atraer la atención, para transmitir el mensaje de que España es un país con mucho que decir en asuntos como la sostenibilidad de la explotación de los recursos, la calidad medioambiental o la igualdad. Consignas que desarrolla una animación hecha a partir de un casting de recién nacidos. La técnica ha conseguido adaptar los movimientos de este personaje de animación a los que mostró ante cámara el niño elegido, que ya tiene dos años.

Y tras la visita a la tienda gestionada por la Asociación de Marcas Renombradas llega el momento de reponer fuerzas en el bar del pabellón. Paella, jamón serrano y otros productos que a saber mediante qué vericuetos han superado la rígida política china sobre importaciones empiezan a circular entre invitados y periodistas. Es el momento de confraternizar. Uno dice que en su reloj lleva la hora de España ‘para no liarse’. Otro afirma que con la diferencia horaria en estos viajes se acaba trabajando todo el día, el otro cuenta historias de teléfonos móviles que suenan cuando no tienen que sonar. Antes de que sirvan los cafés llega Jose Luis Rodríguez Zapatero y Miguel Ángel Moratinos acompañados por muchas personas, del lugar y de España. No se concreta la amenaza de lluvia por lo que, finalmente el presidente del gobierno puede hablar en el exterior del pabellón, tras visitarlo. Transmite saludos y buenos deseos al pueblo chino y compara el potencial de España con el tamaño de ‘Miguelín’. Pero quien al final se lleva las miradas, los flashes y los saludos es Pau Gasol, aunque él no habla.

El ‘tour Expo’ ha comenzado y los periodistas obedecemos sin rechistar las instrucciones que nos llegan desde los servicios de prensa. “Ahora al autobús” “en el pabellón de Bilbao va a haber aurresku y punto de foto”, “otro punto de foto en el de Madrid” “¡dónde va a ser el punto!”, pregunta un cámara de televisión. Españoles y chinos, estos últimos con un concepto diferente del binomio seguridad-trabajo de los medios de comunicación. La comitiva avanza, la información cambia a veces en segundos y el obsequio que en la tienda del pabellón de Madrid iban a dar al presidente del Gobierno se queda finalmente sin entregar.

El día acaba y comienza en el lujoso hotel Shangri-La. En el camino los periodistas audiovisuales arreglan envíos de imágenes y pactan crónicas y directos. Y a eso de las doce y cuarto del mediodía en España, seis horas más en Shanghai, la rueda de prensa en la que salen a relucir cuestiones del curso político que ha comenzado y también de nuestras relaciones con Marruecos. Ahora sí, la locura, todo esto tiene que tener una forma comprensible antes de las dos o las tres de la tarde. Nadie conoce a nadie. Y al día siguiente, todo el mundo en planta antes de las siete para salir hacia Pekín.

Óscar Delgado

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