Foto: Kike Taberner

Adiós a la dictadura del ‘like’

Patricia Moratalla

Periodista en 360gradospress.com
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El capítulo ‘Nosedive’ de la afamada serie distópica Black Mirrow dio mucho de qué hablar. En el episodio, la gente puede calificar y ser calificada a través de puntuaciones en redes sociales, marcando así la popularidad social de cada persona. Al margen de la trama, su historia, enmarcada en el futuro, se puede ubicar en el presente. Y eso da terror, ya que los ‘likes’ en Facebook e Instagram pueden llegar a condicionar la personalidad y la relación con la sociedad, sobre todo, entre los más jóvenes.

Debido a esta influencia, las redes sociales propiedad de Mark Zuckerberg eliminar, previsiblemente, el número de ‘me gustas’ en las publicaciones, la cantidad de visualizaciones que aglutina un vídeo y datos similares que puedan determinar cuantitativamente el éxito o fracaso en el ámbito público. La compañía ha comenzado ya a realizar pruebas al respecto en algunos países y asegura que esta medida se lleva a cabo “para quitar presión a los usuarios”. Pero ¿realmente será así?

Adicción a las redes sociales

La adicción a las redes sociales va asociada, entre otras cosas, a la aceptación social determinada por el número de ‘likes’ que genera un ‘post’. Los jóvenes, sobre todo los menores, son más vulnerables, y ello pese a toda la información que existe al respecto. Estas herramientas online “están hechas para que sean adictivas, las uses como las uses. Están diseñadas para que pases el mayor tiempo posible en ellas, ya que, a mayor tiempo, más publicidad ves”, explica la psicóloga Mercedes Cimas.

Esta situación es parecida a la sintomatología de cualquier adicción por drogas o por juego, tal y como señala la psicóloga Amaya Gómez: “Es un problema social que afecta a toda la población. Cada vez a más temprana edad los menores tienen acceso a dispositivos móviles y nuevas tecnologías y, lo más grave, es que sus padres también pueden ser adictos al consumo de redes. Normalizan estos comportamientos perjudicando seriamente la salud psicológica de sus hijos e hijas y la suya propia”. En general, los síntomas que presentan están relacionados con el aislamiento social, la inseguridad, la carencia de autoestima, la falta de empatía, el insomnio y problemas de ansiedad con cuadros fóbicos.

Foto: Marga Ferrer

Así pues, Candela Molina, psicóloga general sanitaria y coordinadora de Cepsim Avenida de América, indica que el periodo de mayor riesgo de adicción a las redes sociales son los 12-14 años, según numerosos estudios, y “el riesgo de adicción disminuye según aumenta la edad y la madurez psicológica”. La experta matiza que no hay que restringir el uso de estas plataformas “sino hacer un uso responsable y atender cuál es el perfil del menor en riesgo para disponer de los necesarios para su apoyo y ayuda”. El rasgo común de estos jóvenes radica en que son excesivamente preocupados, desinhibidos y narcisistas; o tienen ansiedad social; o se encuentran en un periodo depresivo, o con una forma de relacionarse insegura y ansiosa.

Es importante identificar cuando existe un  problema: –continúa Molina- cuando se dejan de hacer otras tareas, todo el ocio se establece en torno a las redes, cuando la privación del teléfono supone estados de ira o ansiedad, cuando se invierte más tiempo de en esa actividad que en otros posibles hobbies o actividades placenteras, cuando el menor solo habla de eso o cuando baja su rendimiento académico. En estos casos, no se trata de que señalen constantemente el problema y ejerzan un control autoritario sobre el consumo, sino de que puedan respetar su independencia, pues están en un momento de auto afirmación donde es importante que aprendan a ser autónomos. A la vez hay que brindarles un vínculo de confianza y comunicación para que puedan sentirse seguros para abordar sus problemas, y así no gestionar el malestar a través del uso de las redes sociales”.

Por su parte, Gómez lamenta que cada vez más personas se hallen en un escaparate tecnológico, exponiendo sus vidas sin disfrutar de las mismas. “Es muy triste basar la autoestima en algo externo a la persona como son los ‘likes’ de Facebook e Instagram. La sociedad está más pendiente de publicar una foto en redes sociales que, por el contrario, vivir plenamente potenciando así una autoestima sana”, apunta, y añade que hay que sensibilizar a padres y madres para prevenir conductas relacionadas con la adicción a las redes sociales.

Sin ‘likes’ y en “shock”

Ante esta situación, la eliminación del contador de ‘me gustas’ en Facebook e Instagram parece una solución factible. Mar Monsoriu, periodista experta en redes sociales y autora de varios libros sobre la materia, cree que a muchos usuarios de Instagram, no solo los más jóvenes, les va a suponer un enorme “shock” esta medida: “De hecho, es más que probable que muchos pierdan el interés y emigren a otras redes sociales”. Además, opina que los colectivos de menor edad “van a salir reforzados porque dejarán de alimentar su autoestima a costa de un ‘me gusta’, que es algo falso y que no tiene que ver con su valía personal”.

Monsoriu advierte que los comentarios, ‘likes’ y otros mecanismos de aprobación en redes sociales “solo hacen que reforzar el ego. Son, en consecuencia, una fuente constante de frustraciones basadas en falsas expectativas”. Y las personas, especialmente las más jóvenes, son inmaduras, pues se encuentran en pleno desarrollo de su personalidad.

En este sentido, Mercedes Cimas espera que la decisión de suprimir el medidor de ‘me gustas’ “ayude a los jóvenes a no vincular su autoestima a los ‘likes’, ya que estos están construyendo ese autoconcepto y no es sano que lo hagan respecto a lo que los demás piensan de ellos. Contribuirá a crear esa autoimagen por comparación, pero el hecho de tener la necesidad de exponerse continuamente a los demás seguirá en aumento”.

Aunque es imposible predecir cómo reaccionarán los jóvenes españoles, Candela Molina subraya que, si se tiene en cuenta que los ‘likes’ suponen una gratificación inmediata –pues estimulan el sistema de recompensa del cerebro- y hacen que ese comportamiento se repita en el tiempo y cree la costumbre de permanencia en redes sociales, la ausencia de esa recompensa puede producir dos efectos: “Por un lado, que se busque de otro modo, en otras actividades, lo cual potencialmente fortalece la estima y otros hábitos más conectados con la realidad. O bien lo contrario, que esa ausencia de gratificación genere ansiedad, tristeza, vacío o soledad porque ya no está esa felicidad a corto plazo. Esto último sucedería en los perfiles más propensos a la adicción”.

Al respecto, Molina arguye que estas plataformas digitales pueden ser fuente de placer para los más jóvenes: “A todos nos puede gustar sentir que tenemos éxito en nuestros publicaciones, vernos guapos, sentirnos queridos o populares. Pero las relaciones que establecemos por ahí son inestables y superficiales y no nutren nuestras verdaderas necesidades o esencia. Muchas veces, pueden hacernos sentir inseguros y son fuente de falta felicidad momentánea”. Por ello, recomienda el libro ‘El amor líquido’, de Zygmunt Bauman.

En definitiva, ante una modernidad líquida o sociedad líquida, hay que reivindicar más que nunca unas relaciones reales y sinceras que hagan más fuerte la autoestima, sobre todo en los colectivos más frágiles. En el momento histórico actual el mundo virtual está tan arraigado en la vida física de las personas que se debe saber convivir con él, interiorizando que la cultura del ‘like’ no vas más allá de un mero botón en una plataforma online. Conforme se vaya suprimiendo su contador en cada perfil personal, se podrá corroborar si los niveles de confianza efectivamente aumentarán o se buscarán otros derroteros para buscar la aprobación social.

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