Por Javier Montes
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-Cuando tienes razón,tienes razón pero nunca me digas ya te lo dije.
-Y, ¿en qué tengo yorazón?
-Bueno, te lo diré peroantes promete que no dirás que me lo dijiste.
-Nunca lo digo y no megusta la gente que lo dice.
-Ya te lo dije.
-Tú lo has dicho.
Este es uno de los diálogos de Muerteentre las flores, otra obra maestra de los hermanos Coen. En esta ocasiónreinventan el cine negro con una película ambientada en el Estados Unidos de ladécada de los años treinta. Entre dos amigos surge una gran rivalidad a causadel amor de una mujer. Un gángster que domina una ciudad, un lugarteniente, unitaliano, un irlandés, una guerra abierta entre clanes. Traición, conflictos,corrupción. La película es una maravilla desde el minuto uno hasta la últimaletra de crédito.
-Porque nosotros tenemosética. Eso es lo que nos distingue de los animales. No somos ave de rapiña,¡tenemos nuestra ética!
-Así que quieres matarle.
-Para empezar.
Los Coen se sacan del sombrero una cinta elegante, básica, simplementeperfecta. Me imagino que cuando algún crítico habla de cine se refiere apelículas como esta. Esas que te marcan y que aunque las veas mil y una veceste siguen gustando como el primer día.
Para meternos en la trama no recurren a la sangre. No es necesariocuando la crueldad se palpa en cada escena. Para saber lo que se cuece bastacon fijarse en la cantidad de vasos de güisqui que ingieren todos losprotagonistas a cualquier hora del día y ante cualquier pretexto. Para ver lacrueldad de la época no es necesario recrearse en la tortura. Es cierto que hayalguna escena desagradable pero necesaria para recordarnos que estamos hablandode la mafia.
El vestuario, las miradas, los planos, los diálogos no hay nada que novaya en armonía. Es perfecta, es una película de la que da pudor escribirporque cualquier línea siempre desmerecerá lo que alumbraron los Coen. ¡Lamadre que los parió! Olé.
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