La escuela, internet y otras zarandajas que también se esfuman con la tijera

La formación on-line es más que una realidad. Hace años que apareció, pero de un tiempo a esta parte ha tomado un auge significativo con el desarrollo de las plataformas e-learning, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y las redes sociales. Basta con encender el ordenador y entrar en la red para tener acceso a una fabulosa oferta formativa, desde cursos de idiomas a cursos de cocina pasando por el marketing, el crecimiento personal, el bricolaje, la jardinería, el punto de cruz, la Sindonología o la pintura miniada del beato de Liébana. Cursos virtuales de todo pelaje y condición. Si un contenido no existe en la red, os puedo asegurar que no existe en el planeta Tierra, que es lo mismo que decir que no campa en el ciberinfinito de Johnny Mnemonic.

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Puede que alguno me tache de exagerado al leer estas líneas, pero no lo soy en absoluto. Los recursos formativos que tiene la red son tantos que dejaría boquiabierto al mismísimo Georg Cantor en el momento de formular su teoría de los conjuntos y los distintos órdenes de infinito. Y aquí va un ejemplo propio. En una de esas épocas de incredulidad internetiana que todos hemos tenido alguna vez, quise demostrarle a un amigo que la red estaba limitada y le insté a comprobar que no se podía estudiar algo tan peregrino como el stabat mater.

Ya veis, todo un alarde de pedantería por mi parte. Como era de esperar, salí escaldado. Tras escucharme, mi amigo dibujó una sonrisa de ahora te vas a enterar tonto del haba,  tecleó las dos palabras latinas y le dio al enter. Y vaya si me enteré. Fui, aún lo soy, tonto del haba, de capirote, de Coria, de narices y hasta el tonto más tonto de todos los tontos, el tonto supino. Junto a los centenares de referencias al stabat mater aparecieron varias páginas en las que cualquier interesado podía estudiar las más de 200 versiones musicales que existen de esta plegaria medieval.  Os aseguro que me quedé tristis et afflicta, iuxta crucem lacrimosa, como reza el texto latino, o de pasta de boniato que viene a ser lo mismo en lengua romance. 

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La red me había propinado dos señoras hostias ciberespaciales por pedante y engreído. Desde entonces soy un modesto internauta que no duda de nada. Un crédulo sempiterno ante la magnanimidad universal de la red. Sin embargo, como le ocurre a todo hijo de vecino, la pedantería me sigue aflorando de vez en cuando. Así somos de ruines los seres humanos. Qué le vamos a hacer.

El escarmiento del stabat mater es un buen ejemplo para comprobar la gran variedad de contenidos que internet ofrece al usuario, y en particular a los profesores de Primaria y Secundaria. Bien utilizados, estos contenidos pueden convertir al aula en un mundo sin fronteras. Pero queda mucho por hacer. Aunque algunos profesores los han incorporado a sus métodos de enseñanza, en realidad son experiencias puntuales que se deben más al entusiasmo del docente que a una estrategia educativa nacional.

Desde las administraciones públicas se han dado algunos pasos como el programa Escuela 2.0, lanzado en el 2009 y destinado a la digitalización de aulas. Pero como casi siempre sucede,  se ha empezado a construir la casa por el tejado ¿Para qué dotamos a las escuelas de pizarras digitales, ordenadores o tabletas si no generamos contenidos?

Pero aún hay más. Como ha manifestado en varias ocasiones José Moyano, presidente de la Asociación Nacional de de Editores de Libros de Texto y Material de Enseñanza, sostener un aula 2.0 es muy difícil en nuestro país dado a que existen 17 modelos educativos. Para avanzar hay que racionalizar el sistema educativo, aprovechar los nuevos medios, aprovechar las posibilidades de la red, generar contenidos, dotar de infraestructuras e ilusionar a los docentes. Pero corren pésimos tiempos para ello.

Desgraciadamente los recortes presupuestarios mermarán las posibilidades de incorporar las herramientas digitales en la enseñanza pública. Una consecuencia más de los tijeretazos cuando en educación no existe el gasto, sino la inversión. Hay que interpretarlo así, como una inversión de futuro. Y quién no lo vea de esta manera tiene menos miras que un tonto del haba, aunque ya sabéis que en este mundo real el número de tontos es tan infinito como el de recursos en el ciberespacio. He puesto sólo un ejemplo de lo que pasará en la escuela. Un ejemplo de los muchos desastres que se avecinan, y que conste que no voy de milenarista. Una vez más llegaremos tarde y, como en la plegaria medieval, la enseñanza pública se va a quedar más que dolorosa al pie de la tijera.

@manologild

Óscar Delgado

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