Severed: American Horror

En la América previa a la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos viven una acelerada expansión que tiene en los avances tecnológicos como la electricidad o el motor de explosión algunos de sus principales protagonistas. Sin embargo esta impetuosa entrada en el siglo XX se ve lejana desde las praderas del medio oeste. Allí las noches siguen siendo oscuras y hay una aterradora amenaza que se cierne sobre los jóvenes muchachos que se han escapado de casa. Una amenaza terrible que recorre las carreteras del país buscando jovencitos evadidos para devorarlos. Literalmente.

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Es curioso que un género como el terror, que nació entre castillos y brumas en la Vieja Europa y siempre se nutrió del miedo a lo antiguo y a lo desconocido, haya trasladado su epicentro definitivamente al otro lado del Atlántico. Desde H.P. Lovecraft –y en parte aún antes desde Poe- los escritores norteamericanos han sabido infundirle a la literatura de terror un aire contemporáneo que la ha sacado de los viejos castillos y la ha llevado a lugares tan inquietantes y tan cercanos como el propio jardín de casa.

 

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Heredero de la novela pulp de los treinta, el cómic de terror ha sido siempre el hermano comedido del género. Supeditado a las normas de una industria millonaria que pretendía espantar adolescentes pero sin llegar a escandalizar realmente a sus padres, las temáticas de esos primeros comics de miedo como Historias de la Cripta o La Bóveda de los Horrores recogían historias de brujas y fantasmas con un claro objetivo moralizante. Sometida a un férreo control censor el género languidecía en los sesenta hasta que las dos grandes editoriales norteamericanas, DC y Marvel, se fijaron en él y pusieron a trabajar a algunos de sus talentos en el género. La Tumba de Drácula, La Cosa del Pantano, House of Mistery insuflaron aire nuevo al género recuperando, paradójicamente, el terror de espíritu gamberro del pulp.

 

Los ochenta fue una época dorada para el género que vio aparecer algunos de sus títulos más representativos como Hellblazer o, incluso, Sandman en los que el discurso decimonónico ha desaparecido ya para siempre y las historias no es que carezcan de tono doctrinal es que, sencillamente, plantean disyuntivas morales muy alejadas de la convención social norteamericana. Disyuntivas que, además, se plantean en entornos cotidianos en los que se introduce un elemento aterrador que hace saltar por los aires la normalidad y, a veces, hasta la cordura.

 

Esa es la herencia de King en la literatura y de Romero, Carpenter e incluso Hitchcock en el cine. Creadores cuyo reto a la hora de componer historias aterradoras está en ser capaces de introducir un elemento, sobrenatural o no, en el día a día cotidiano y desencadenar así el más escalofriante de los horrores.

 

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Severed se enmarca en esa tradición eminentemente norteamericana. Sus guionistas, Scott Snyder y Scott Tuft, son incondicionales de Stephen King y eso se nota en el guion de esta pesadilla costumbrista. La historia nos pone en la piel del joven Jack Garron, que harto de la monótona vida rural que le ofrece el hogar familiar se escapa para ser un vagabundo que recorre América en busca de aventuras. Unas aventuras que se tornarán pesadillas cuando su camino se cruce con el de un oscuro personaje que ve en Jack la próxima víctima para saciar su malsano apetito.

 

Severed está minuciosamente dibujado por el húngaro Attila Futaki que, pese a su origen, sabe recuperar el estilo de los ilustradores costumbres norteamericanos –con Rockwell a la cabeza- para acompañar esta historia escalofriante de unos dibujos brillantes.


@elplumilla

Javier Montes

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