Una pieza de sushi atrapada por dos palillos o un tren, con su locomotora incorporada, se convierten en un collar; un pez manta, una trapecista o unos cactus toman vida como pendientes y el monstruo de Frankenstein se reencarna en un broche. Son algunas de las casi 300 creaciones que conforman el catálogo de La Vidriola, una joven empresa que está revolucionando el mundo de la joyería gracias a sus innovadores diseños pop art y a la materia prima con la que trabajan: metacrilato y madera de haya para detalles de algunas de las piezas.
Apoyado por Lanzadera, la aceleradora de startups impulsada por Juan Roig, La Vidriola produce piezas con diseño y valor añadido en un proceso creativo 100% propio en el que los posibles clientes participan de forma interactiva a través de la red social Instagram en la elección de los temas que serán fuente de inspiración y entre las propuestas que se les ofrece. Una vez determinado el concepto de la colección, se fija la idea concreta de cada pieza, se configura el boceto, se somete a la digitalización y corte con láser y finalmente se remata la obra con el ensamblado de sus distintas partes. Todo ello en un proceso que se desarrolla íntegramente en el taller que Pablo Nieto y Blanca Calabuig, los fundadores de la empresa, tienen en el barrio valenciano de Russafa. “No son piezas a la carta, pero sí pretendemos darle un valor democrático al diseño, queremos que el alma que lo inspira sea más participativa”, explica Nieto.
La Vidriola produce series de joyas en su mayoría limitadas y numeradas de quince piezas, que en algunos casos llega a las veinte o treinta. De esta forma se les da “un valor añadido de exclusividad, es algo especial que en el mundo solamente comparten contigo unas cuantas personas”, apunta el también CEO de la empresa. El circo clásico, motivos retro, la cultura japonesa, alguna película o la mismísima Reina de Inglaterra han inspirado colecciones y piezas sueltas. La última de las creaciones en marcha versa sobre viajes y platos típicos del mundo, de la que se producirán unas 40 obras.
Entre las últimas colecciones a la venta, destaca una de collares, pendientes y broches con motivos icónicos del feminismo.
Este taller de complementos de “arte para vestir”, vende el 98% de sus creaciones en países como Reino Unido, Australia, Estados Unidos o Japón. Uno de los retos que se plantea La Vidriola para este 2019 es incrementar su presencia en el mercado nacional.
El perfil de cliente, explica el responsable de la startup, sería una mujer de entre 25 y 55 años, aunque, matiza, tienen de mayor edad. El estilo pop art y en algunos casos el aire retro que imprimen a sus creaciones no tiene edad. El precio tampoco es prohibitivo, señala. La práctica totalidad de las joyas se sitúan entre los 30-40 euros y los 150, aunque las hay más caras. El rango medio ronda los 100 euros. Un precio ajustado si se considera que son obras de arte, “que se cuida mucho el detalle y que hay una personalización en todo el proceso creativo”, agrega Pablo Nieto.
La producción en 2018 alcanzó las 2.000 piezas, en un millar de pedidos. Entre el público de sus creaciones figuran celebrities como la galerista de arte y actriz Topacio Fresh, Pilar Rubio o Carmen Lomana. Sus clientes, explica Nieto, conforman con ellos una “comunidad de amigos” a través de las redes sociales, de forma que se intercambian sugerencias y opiniones e incluso motivan el lanzamiento de colecciones en una segunda edición. “Somos un negocio muy ágil, con capacidad de respuesta inmediata”, explica Nieto.