Momias, vampiros, criaturas de otra época, macabros asesinos, investigación forense y muchos enigmas envuelven a la exposición que el equipo del programa Cuarto Milenio está llevando de gira por toda España y que ya ha suscitado la curiosidad de más de 100.000 personas.
Es curioso (primera y no última vez que vaya a utilizar esta palabra en el presente artículo) comprobar el contraste existente entre la calle y el ambiente que se encuentra al entrar en la exposición. Fuera hace sol, la gente se afana por coger mesa en cualquier terraza de la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, la luz brilla por doquier y casi te ciega cuando quieres fijar la vista en la espeluznante reproducción de lo que podría ser uno de los extraterrestres que alguno de los avispados provincianos ha podido avistar (según dicen) en algún momento de su vida.
Dentro el cambio es brutal. No tengo nada de creyente acérrimo, pero sí de curioso (segunda vez) empedernido y lo que se siente en el interior del Ateneo Mercantil lo potencia. Un halo de misterio impregna cada escalón (la propia decoración decimonónica del edificio da mucho juego para ello) hasta subir al tercer piso en el que se encuentra la exposición de Cuarto Milenio que está recorriendo diversas ciudades del país (Madrid, Gijón, Barcelona, Las Palmas de Gran Canaria, Palma de Mallorca, etc.) y atrayendo a miles de visitantes.
Y no es para menos. La exhibición de los periodistas Iker Jiménez y Carmen Porter combina hace un recorrido intrigante por los principales enigmas del mundo de lo mágico y de lo desconocido. También de lo sorpresivo, terrorífico y maravilloso, en algunos casos, de la realidad de la naturaleza humana, del cosmos y de la arqueología. Cientos de piezas que tocan culturas de todo el mundo, animales mitológicos, criaturas del pasado, objetos tocados por seres malignos y una serie de reproducciones de supuestos personajes extraños localizados por el ojo humano en alguna ocasión.
A pesar de la inmensa cantidad de asistentes tras las pantallas de sus móviles, ávidos de selfis con las figuras más sorprendentes al más puro estilo circo ambulante y acompañados de sus dedos en uve o sus pulgares levantados hacia arriba aprobando la fotografía, el camino por el misterio no tenía desperdicio.
Con una ambientación cuidada (música tenebrosa y luz tenue), la primera parada se hace en la cocina en cuyas paredes se grabaron supuestamente las famosas caras de Bélmez que tantas visitas supersticiosas condujeron durante años. También se toca la fibra sensible del presentador de Cuarto Milenio con uno de los visitantes con los que el ser humano ha tenido en más ocasiones sus “encuentros cercanos en la tercera fase” y que atemorizaron su infancia.
Un enorme espacio, la criptozona, me condujo a la zoología más misteriosa de todos los tiempos y a la que queda por venir: animales extintos, seres imaginados por las antiguas civilizaciones y criaturas desconocidas que aún pueblan nuestro planeta y que, seguramente, sobrevivirán al hombre. Y, como no, un homenaje a aquellos rechazados (en la vida real o en la ficción por causar terror o repulsión) que freaks como yo encontramos en el mundo del cine como Nosferatu, El Yeti, El Hombre Elefante o el diablo Pazuzu.
También hubo tiempo para conocer a los genios españoles olvidados por la Historia y sus creaciones más vanguardistas, barcos fantasmas y otros elementos estrambóticos de los últimos dos siglos. Sin dejar de lado el área CSI de la exposición, la protagonizada por las investigaciones forenses más interesantes que se han analizado en el programa como las hipótesis en torno a la muerte de Jesús de Nazaret, los magnicidios o los cráneos deformados de las antiguas culturas.
El mundo de los dioses tiene su lugar en una exhibición que toca la Prehistoria española con el nexo existente entre los hombres del pasado y las divinidades en sus enclaves sagrados, el modus operandi y la vestimenta de los casi extintos chamanes y los retratos detenidos en el tiempo de las momias, muy unidas también a la creencia religiosa. Y no solo las clásicas faraónicas, sino también las de las sacerdotisas peruanas con cuerpos tatuados y las de los Niños Chinchorro del desierto de Chile, por ejemplo.
Pero, sin duda, el espacio que más mal rollito genera en el cuerpo es el dedicado a los muñecos malditos, a los vampiros, a los fantasmas que han dado pánico siglo tras siglo. De hecho, la mayoría de los adictos al selfi deciden guardarse los móviles en el bolsillo cuando entran a esta sala “por si acaso”. La figura más impresionante que preside esta zona es una muy conocida por los habitantes de la ciudad del Turia: Pilar Prades, la envenenadora de Valencia, que emponzoñó a varias personas con discretas gotas de mata-hormigas en el café y que fue la última mujer ejecutada por garrote vil en España.
Y, finalmente, sales de la exposición y del edificio que la contiene, te colocas las gafas de sol para volver a la realidad y a la cegadora luz con una sensación curiosa (última mención), una mezcla entre pánico sostenido, impacto creativo y una necesidad de visitar libros y medios digitales para ampliar información acerca de los temas en torno a los cuales gira la muestra. Todo lo que lleva a una ampliación del conocimiento y a un sentimiento de querer saber más merece la pena, ¿verdad?
José Manuel García-Otero