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Giros - página 3

¿De qué sirve volar si no miras al cielo?

¿De qué sirve volar si no miras al cielo? Eres como un caballo que no sabe galopar y dejas que el viento te persiga. O como una primavera sin lluvia ni mañanas. Eres un hombre con una sonrisa tan gastada que ya no sabes sonreír y solo te dejas llevar, igual que un muñeco de trapo que arrastra el río.

Nadie te habla de amor

Cuando hablas quieres que el mundo se pare, que no vuelen los pájaros y el viento deje de soplar. Pero tú no escuchas. Cuando te hablan eres una estatua de bronce que ahuyenta a los niños con tu mirada de hielo. Tu corazón es un iceberg gigante que hundió al Titanic y derrama mariposas de acero.

Soldaditos de plomo

En estos primeros días del año ya tienes completa la lista de propósitos, un ramo extenso de proyectos que dentro de varias lunas se secarán en algún rincón de tu cabeza como las flores de una maceta sin agua. En estos primeros días tendrás el hambre suficiente para comerte el mundo, aunque esa voracidad depredadora desaparecerá de tu ventana con las primeras brisas de este invierno pegajoso y mustio como la cera de un panal abandonado.

La noche no te acuchilla el alma

La noche no acuchilla tu alma en esta oscuridad de luces rotas, es tu soledad la que rompe los cristales y rasga la esperanza con tu mirada, con tu codiciosa y fría mirada. Pulsas un botón y la vida de varias personas desaparece de tu organigrama. Murieron por tu culpa, depredador de corazones nobles, bajo tus zapatos acharolados y tu sonrisa de lobo hambriento.

Del desapego musical y fotográfico

Recuerdo una fotografía de Dave Gahan (cantante de Depeche Mode) que compré a finales de los ochenta por 100 pesetas. Era bastante mala, tomada en el aeropuerto de Madrid-Barajas y no salía yo, pero tener una foto de mi ídolo musical bien merecía pagar el equivalente a tres quintos de Mahou. Tampoco se me olvida la emoción que me causaba escuchar de forma inesperada un tema inédito en la radio pirata de turno. Era una ocasión única que disfrutaba, interferencias incluidas, como un regalo.

Tal vez pueda esta noche

Puede que llueva un día en que el sol ande durmiendo; puede que el pino no dé más sombra porque piense que el lince ya no respira cobijado en sus agujas; puede que el jabalí rastree algo más que oxígeno para seguir viviendo y los milanos disparen su hambre sobre el pecho huérfano de los conejos.

Sigues ahí mientras la vida pasa

La vida pasa y tú sigues ahí, reparando estrellas, contando los pasos que faltan para llegar al otro espejo. Eres un coleccionista de días que apenas dicen nada en el calendario, un recaudador de momentos que vaga por los pasillos de la corte de los indiferentes a la espera de un cielo más azul, de una camisa blanca, de una pregunta que nunca hicieron.

Mi casa es la de todos

Mi casa siempre está abierta para todos. Mi casa no es una caldera encendida donde se queman los pensamientos y se arrojan al viento las cenizas de aquellos que intentaron comprar el mundo con una sonrisa. El Dios que entra en mi casa no tiene nombre ni rostro, solo abre su mano y te ofrece su mesa.

La obra

El sol se cuela por el quicio de una de las fincas semiderruidas del centro. Los inquilinos de las viviendas aguantarán hasta que se les caigan encima o hasta que el propietario se dé cuenta de que con esta crisis no habrá forma de venderlas bajo las expectativas que se creó cuando la burbuja latía.

País sin banderas

Nada más agradable que el olor a croissant recién hecho cuando entras en cualquier cafetería por el Eixample barcelonés. O pasear, calle Balmes abajo, cuando el sol te regala los últimos chispazos de luz en pleno otoño. O ver el mar con los ojos del almirante Colón cuando la noche y la luna tiñen de plata sus olas. Yo respiro a pura vida, como en casa.

Se compran los sueños

Puede que el día todavía no haya salido en esta parte de la tierra, puede que los pájaros emigraran a un otoño diferente y que las hojas de los plátanos se resistan a caer como hasta ahora, puede que esta larga madrugada siga con el reloj parado, esperando un autobús que no llega, un destino que no existe.

Las sombras y el hombre

El hombre nunca guarda en su mano una flor, guarda una espada o una pistola. El hombre no mira la inmensidad del mar, el espejo azulado de su faz, sino la forma de cruzar las aguas sin mojarse.

Te llamas miedo

No cae la nieve y la lluvia emigró a lugares que no conozco, miro al hombre que llevo dentro y no saludo, pero el paisaje es el mismo: una montaña desnuda de sol y un río que no se habla con el mar. Pasamos al ritmo de la corriente sin más equipaje que nuestra mal vestida tristeza, sorteando gritos de cristal y mensajes apócrifos.

Entiendo que no se entienda

Justo cuando estaba en la sala para votar me emocioné, casi lloro, yo entiendo que no se entienda, pero pensaba en toda esa gente que le ha dedicado tanto esfuerzo para que eso fuera posible y que los que quisieran pudieran votar.

El hombre que perdió su nombre

Antes de mirar la oscuridad del abismo quiero que abras los ojos y veas que el cielo sigue cuajado de estrellas. Verás que no hay nada más hermoso que un racimo de sonrisas sinceras, o un manantial de caricias que brotan desde esa fuente que muchos no quieren conocer y llamamos corazón.

En mi país

Vivimos en un país tan disparatado que puede que un día el sol amanezca en otra parte. Hablar con el vecino se ha convertido en una cuestión de estado, si es que el estado es algo serio. Hablar en esta tierra sí cuesta dinero, aunque escuchar es algo que murió de un estacazo. La ley solo mira a una parte y apenas mira; solo es un espejo roto que cuelga en una pared desconocida.

Maldito silencio

Cuando en 1990 Depeche Mode consolidó su música de masas gracias a Violator, lo hizo, entre otros factores, por la canción ‘Enjoy de Silence’, un alegato cantado a favor de las bondades del silencio, ese bien preciado que en los tiempos que corren hemos dejado de valorar.

Somos invisibles

Quedó el dibujo del presidente de este país, España, tratando de salir de una ratonera a golpe de obús y sin recitar a Lope; el que dirige el timón de este atribulado territorio no dice nada, no asegura nada, no afirma nada, no pregunta nada, no dice nada… Es el presidente del país de los invisibles, el que llega siempre tarde y siempre se encuentra en medio de una nada que duele tanto que hasta el dolor vive bajo sospecha.

Sobremesa (agostiza)

Calima, aire negro de climatizadores helados, pájaros tartamudos que estornudan filamentos de monóxido de carbono, atrevidos sin gorra cruzan el asfalto caldoso, la telenovela se abre paso entre ventanas de tedio.

Vas y te disparas, ya nada importa

Vas y te disparas, o te disparan, un tiro en el pecho y tu vida desaparece con todos tus recuerdos. Ya no eres nadie si algún día fuiste alguien. Un trozo de carne que se pudre de forma inexorable, como una hoja de papel expuesta al fuego. O una rama de abedul prendida en el olvido.

Lo nuevo desde lo viejo

El nuevo periodismo, el de este siglo XXI desbocado, frente a la herencia podrida de la empresa informativa tradicional que tanto ha dependido de los poderes (¿fácticos?). No seré yo quien haga de pensador eterno sobre las dificultades por las que atravesamos los periodistas en tiempos de reinvención profesional; cada palo suele aguantar su vela y en este ámbito también.

Investigar en periodismo

Emprender una investigación. La frase suena a declaración de buenas intenciones, a deseo, a novela negra. Quizás abarque todos estos ingredientes, por el sacrificio que significa desmigar la fuerza de voluntad, congelar la concentración y destripar las tentaciones ociosas que asaltan a quien la practica.

El Parlament y la independencia

En el Parlament catalán están cociendo a fuego muy lento la madre de todas sus leyes, una que hará que las curvas se tracen de forma recta y deje la Constitución española con menos efecto que el pisotón de una hormiga. En una Europa Unida (según el catecismo de la UE), la dirigencia política de Cataluña se quiere separar de España, que supuestamente es Europa.

Borraron el camino de Cuesta Maneli

El domingo ardía una parte del cielo de Huelva y el mar asistía impotente al desastre ecológico de esta parte del sur de la península. A mí me gusta el mar, siempre me gustó dibujar la línea del horizonte y esperar a que algún barquito, a lo lejos, rompiese esa línea como hacen los niños cuando blanden un lápiz a modo de espada sobre el papel. Para mí, aquella playa inmensa de arenas finas y agua poderosa era un trozo de paraíso que inoculaba la mejor de las energías en mis venas. Todo aquello sigue, pero el fuego borró el camino.

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