Del rublo, Moscú y otras incursiones invernales en clave cirílica

Viajar ‘a la europea’ a Rusia en este invierno de crisis energética, guerra fría sostenida y otros lances culturales de guardar equivale a emprender una aventura enmarcada por la anécdota cirílica, el entremés ruso o la vida lejos de rutinas confortables. 360 Grados Press se sumerge en la capital moscovita sin complejos, aunque en ‘modo turista’.

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Del aeropuerto de Domodédovo a la capital hay 45 minutos en tren. Es un dato objetivo, como el que recogen la mayoría de las guías turísticas que lees antes de viajar a Moscú. Las mismas que informan desactualizadamente que un euro son 40 rublos, que es recomendable cambiar moneda en destino mejor que en origen, que el museo de la historia del Metro abre los lunes, o que la galería Pushkin lo hace por las tardes hasta las 20h… Datos erróneos los procedentes de algunas de estas referencias o biblias del saber viajero que parecen haber sido escritas en la distancia, por un mismo perfil al que se le olvidaría quitarse los guantes en la capital moscovita para compartir su experiencia.

 

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En tiempos de crisis energética, el rublo pierde peso respecto al euro y viajar a Moscú es como haberlo hecho hace apenas una década a Nueva York, cuando la moneda europea sacaba pecho frente al dólar. Cuando fue 360 Grados Press a la capital de Rusia, a finales de 2014, un euro equivalía a 80 rublos, casi el doble del precio al que se cambiaba la moneda rusa en relación a las guías mencionadas. Un factor que permitía romper el cliché de que viajábamos a “una de las ciudades más caras del mundo”. De hecho, el tema del gasto significó una anécdota al lado de los quebraderos de cabeza para obtener el visado previo al emprendimiento del viaje. Un viacrucis burocrático entre Madrid o Barcelona del que difícilmente sales si no cuentas con el apoyo o contacto de turno.

 

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Parece que a la Federación Rusa le interesa poner más trabas que facilidades para que el turista europeo acceda dentro de sus fronteras. “Desde que estalló la crisis en Ucrania y comenzaron a caer sanciones de la UE, los problemas para acceder al país se han multiplicado”, explicaba Katerina, propietaria de una tienda del mercadillo de Izmailovo (Metro Partizanskaya) que pasa los veranos habitualmente en Benidorm. A ella, como al resto de rusos que quieran viajar fuera de su país de vacaciones, le va salir mucho más caro hacerlo este año porque, al igual que al turista que llega a Rusia le beneficia la crisis del rublo, al ruso le cuesta casi el doble viajar a España o a cualquier otro destino turístico europeo. “Por eso las autoridades están incentivando el turismo interno”, matizaba la misma fuente.

 

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En Moscú te sientes más turista que en otras capitales. Percibes menos afluencia de curiosos foráneos a los monumentos, en el transporte público, en los bares, en los museos… Parece que hubieran sido abducidos y que en la Plaza Roja sólo quedaran turistas procedentes de las antiguas repúblicas soviéticas. Como denominador común, la dificultad para comunicarse de forma fluida con el vecino moscovita o con  los perfiles procedentes de otras capitales del país. Poco inglés se maneja en general, a tenor de la impresión viajera de quien escribe. Como contratiempo añadido, el cirílico deja poco lugar para la improvisación o para la libre interpretación alejada del sometimiento a la insoportable imprecisión de las guías mentadas. Porque a poco curioso que seas, cuando transitas por un barrio difuminado entre los “imprescindibles” de dichos ‘planfletos turísticos’ resulta complicado interpretar el contenido de una placa conmemorativa colgada en la fachada de un edificio constructivista cualquiera o el mensaje escrito en una de las numerosas estatuas que pueblan el espectacular metro de la capital moscovita.

 

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Precisamente, es la lengua y su representación escrita las que impiden que la agilidad viajera se consume. Por eso es recomendable cargarse de paciencia, hacer planes de visitas de uno o dos hitos principales cada día y disfrutar el resto de la jornada del detalle, de la equivocación de calle, del insólito, profundo y sobrecogedor metro, de la arquitectura constructivista sincronizada con los nuevos rascacielos capitalistas, de las avenidas de ayer y de hoy, de los coches empañados por el barro de la nieve, de la gastronomía de ensaladas ácidas y de sopas enternecedoras, de las tiendas de siempre y de los escaparates del lujo, del frío exterior y del calor de los bares con actuaciones en directo, del lado más funcional de una ciudad acostumbrada a vivir a un ritmo tan frenético bajo tierra como desnortado en sus calles menos céntricas, de las compras, de la cerveza siberiana… Porque más de 11 millones habitantes se notan, aunque menos de lo que a priori podría parecer.

 

Curiosidades

En el capítulo de curiosidades y cuestiones prácticas a tener en cuenta para quien se anime a emprender rumbo a Moscú tras leer estas líneas, es preferible cambiar un buen puñado de euros en el aeropuerto porque, como ya se ha dicho, sales perdiendo si cambias en destino.

 

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Cambiar en destino parece una misión más propia de espías. Cada vez que te acercas a los aledaños de una “oficina” de cambio que no está dentro de una entidad bancaria (algo parecido a un locutorio con puerta de metal, olor a oxígeno respirado y con espacio en el interior para dos personas como mucho) conoces en letreros luminosos -similares a los que indican en las gasolineras el precio del combustible- el valor al que te pagan el euro, el dólar o la libra esterlina, con oscilaciones entre una oficina y otra de hasta 20 rublos por euro. Cinco o diez personas se acercan a ti antes de acceder a la ‘letrina del cambio’ proponiéndote en ruso se supone que un precio más ventajoso, a modo de reventas. Nosotros no accedimos a ninguna de estas ‘suculentas propuestas’. La zona con más abanico de oficinas para comparar el precio que te pagan por el euro es Kievskaya.

 

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Una de las guías mentadas reforzaba el sentido de la seguridad en Moscú y que nadie caía en contacto con la mafia salvo que viajaras al país por cuestiones relacionadas con las drogas o la prostitución. Con todo, sorprende las medidas de seguridad de los establecimientos hoteleros. En el que se hospedó 360 Grados Press, había dos personas de seguridad en el acceso, más uno en el ascensor y otro en la planta donde estaba la habitación, a la que se accedía después de haber verificado dos veces la llave. Todas las puertas estaban dotadas con mirillas, algo de película de Tarantino. A pesar de dichas medidas de seguridad, la cafetería del complejo era frecuentada libremente por prostitutas y proxenetas a partir de media tarde con total libertad de movimientos. Curioso baile de ‘estrellas’.

 

Sensaciones

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La Plaza Roja. El contraste entre el imperio GUM -un centro comercial privado y de lujo capitalista que ocupa un edificio del siglo XIX- y el Kremlin, la catedral de San Basilio o el mausoleo de Lenin no deja indiferente a quien se planta en medio del enclave para reflexionar sobre los hitos históricos acontecidos en el lugar. Es entonces cuando la reflexión se centra en cómo la globalidad también ha alcanzado el epicentro de la revolución rusa y en cómo el paso del tiempo permanece impasible para los zares que descansan en las catedrales del Kremlin, colgadas del hilo de la sobriedad ortodoxa que mantiene firme el recorrido mental por la historia de esta plaza.

 

Las calles. Barrios simétricos, casas colmena de arquitectura sobria y avenidas de ocho carriles por sentido por las que transitan vehículos en su mayor parte de lujo. Parece que en la sociedad moscovita con el despertar capitalista explosionara una necesidad de aparentar todo lo que no consiguieron aparentar durante décadas. Si en [Img #21296]
España lo de hipotecarse en tiempos de burbuja fue una religión, en la capital moscovita parece que no tienes un punto de partida sin un coche de lujo.  Al igual que el vestuario que luce la mujer rusa mayoritariamente –percibido como tendencia- de marca, con looks cuidados al detalle y una exhibición de poderío económico o, al igual que ocurre con el tema de los vehículos, de apariencia de solvencia monetaria a partir de la fachada proyectada.

 

La noche. Moscú es una ciudad divertida, con una amplia oferta nocturna, abierta hasta el amanecer. Es fácil encontrarse con fiestas privadas en locales públicos que cierran cuando se da dicha circunstancia; como numerosas opciones de actuaciones en directo protagonizadas por grupos noveles y ‘Pectopahs’ (restaurantes) de día que se transforman en discotecas de noche. Los precios, al cambio de moneda descrito anteriormente, similares a los de España.


@360gradospress @os_delgado

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