Esta semana en 360 Grados Press hemos descubierto una profesión única que se ha convertido en uno de los emblemas de las Rias Baixas en Galicia. Actualmente, sobran dedos en una mano para contar a los entendidos que quedan en la materia, lo cual no hace más que acrecentar su valor.
Comomuchas otras tardes, Isabel Seoanehabía recorrido junto con su marido los pocos kilómetros que les separan dePortugal para disfrutar de un buen café. Sin embargo, esta ocasión en pleno mesde mayo fue diferente a las demás con motivo de una llamada: habían contactadopara anunciarle que tanto ella como su hermana, María, iban a recibir la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo;una distinción que José Manuel Tobío,vecino del Casco Vello de Vigo y buenconocido de ambas, había solicitado en marzo de 2006 y que, finalmente, sematerializaría en junio de 2013. “Fue unagran alegría“, afirma la propia Isabel.
Enconcreto, este galardón con siete años de trámites a sus espaldas venía areconocer su trayectoria de más de medio siglo como ostreras, ese oficio que hallegado hasta el presente por tradición familiar y que ha evolucionado de lamano del turismo. En palabras de Isabel: “Miabuela era ostrera y mi madre, también. Mi hermana María le ayudaba los sábadosy los domingos pero, cuando mi madre murió a los 52 años, ella quedó al cargo yyo pasé a ayudarle en fines de semana. Entonces sólo se trabajaba en inviernopero, como cada vez venía más gente, empezamos a trabajar en verano. En fechasimportantes incluso llegábamos a ser dos ostreras por puesto“.
Lejosqueda, ahora, una escena semejante, pues únicamente ella y Fernando Martínez, sobrino de otra ostrera del mercado vigués ysegundo hombre en la historia en dedicarse a esta labor, acuden todos los díasa la zona de A Pedra para ofrecereste molusco en fresco. “Mi marido va abuscar las ostras a la depuradora de Cambados a primera hora de cada mañana“,destaca Isabel en este punto. Justamente, dicho aspecto, junto con su periciapara abrir y presentar el producto, representa la garantía de calidad que tantoles caracteriza. Sin embargo, ello no ha sido suficiente para capear lacoyuntura económica: los vigueses consumen menos que antes, por lo que elnegocio ha pasado a depender principalmente del turista nacional, el cual tambiénha reducido su presupuesto. “Si antes lagente tomaba dos docenas, ahora toman media o una“, ejemplifica estaostrera.
Una urbeal servicio de una profesión
Con todo, lasostreras no sólo se han convertido en uno de los principales reclamos de Vigo,sino también en elemento fundamental de la zona histórica de esta ciudad, hastael punto de condicionar el desarrollo del mismo. Así, aunque el nombre oficiales la rúa da Pescadería, todos losciudadanos conocen esa parte donde las vendedoras de dicho molusco llevan instaladascerca de 100 años como Calle de lasOstras. Además, las últimas reformas acometidas en este enclave como lainstalación de un techo de cristal, bancos de piedra o tomas de agua se hanrealizado con vistas a mejorar sus condiciones de trabajo. En consecuencia, laactividad hostelera de alrededor ha crecido pegada a las faldas de esta profesión.”Los restaurantes trabajan conmigo. Lagran mayoría no estaban, sino que sólo había dos. Primero llegamos las ostrerasy, como venía mucha gente por nosotras, empezaron a abrir“, matiza Isabelal respecto.
Lacontinuidad, en jaque
Adiferencia de otros tiempos, María, la hermana de Isabel, sólo trabaja ahora losdías de mucha demanda. Además, Isauraestá enferma, Hermitas falleció y Carmen, la tía de Fernando, decidiójubilarse hace años. Por el momento, nadie ha decidido seguir los pasos de éstey mantener el oficio. Entre las causas de este hecho destacan las inclemenciasdel tiempo. “El año pasado hubo un díaque tuvimos que levantar el puesto y marchar para casa del frío que hacía. Aquíno aguanta todo el mundo“, declara Isabel. Asimismo, el comprometido calendariolaboral de las ostreras no ayuda a que la gente se interese por ello comosalida profesional, ya que los puestos deben atenderse hasta domingos yfestivos, incluyendo Nochebuena, Navidad o Año Nuevo, entre otros. No obstante,mientras la incertidumbre por un cambio generacional permanece, hay algo que nopierde certeza. “Mi puesto no va a quedarsin nadie. Mientras pueda, yo vendré a vender“, concluye Isabel.
David Casas