Antoñete va por dentro

Una imagen en blanco y negro, una imagen como pocas, un toro blanco, el de Osborne, y el maestro ‘del mechón blanco’. Imagen imborrable. Un personaje especial, esa clase de personas que cada frase suya -por corta que fuera- era una lección de sabiduría viva del toreo y de la vida.

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Fue el primer impacto de esta servidora cuando empezó a escuchar el programa Los Toros de la Cadena Ser, allá por el año 2004, donde Antoñete intervenía. Despertó su admiración, la admiración a un torero al que no había visto torear demasiado, pero había algo en él y Manolo Molés -presentador del espacio- se encargó de narrar a los oyentes las peripecias del maestro, su vida y su toreo.

Tras ese primer impacto llegó el de la entrevista de Molés a Antoñete en el libro ‘La Fiesta va por dentro’, el primer libro de toros que regalaron a esta servidora y que desde el 9 de noviembre de 2004, tiene un lugar reservado en su estantería, en su rincón taurino. Pero desde luego, Antoñete no fue un diestro para quedarse en un rincón de una habitación, Chenel traspasó las páginas del libro y en esa misma habitación, todos los domingos de una a tres de la madrugada, acompañaba a esta servidora a través de las ondas radiofónicas, mientras ella combatía sin éxito el insomnio.

La voz cascada del maestro que no probó la leche hasta los catorce años, a veces fatigada, pero nunca invencible daba muestra también de su toreo, un toreo que desarrolló hasta que no pudo más, a sus casi 70 años los pulmones ya le empezaban a jugar malas pasadas, pero él nunca se cortó la coleta porque nunca dejó de sentirse y de ser  torero.

Con él se va una figura irrepetible que esta periodista recordará siempre y le seguirá guardando un rinconcito, y no sólo el de la estantería. La mejor manera de entender cómo es el toreo bueno y puro, todo eso era, es y será Antoñete. Por eso podemos decir que Chenel no nos deja, Chenel sigue ahí para siempre, imborrable, irrepetible. Ahora ya está en el cielo junto a ese pelotón de personas especiales que por más lejos que estén, siempre las seguiremos sintiendo cerca porque siempre les recordaremos. Ya hay otra estrella más, pero esta será de las que más brillen y seguro que es en estos momentos cuando los ángeles aprenderán a torear y ya le estarán pidiendo que les dé clases particulares; tienen entre ellos a un gran maestro.

Y si a veces se abusa del calificativo de maestro para nombrar a todos los espadas, en el caso de Antoñete hay que decirlo con mayúsculas:
Descanse en paz, MAESTRO.

Posdata: Lo decía José Luis del Serranito en su canción dedicada a Antoñete y que sonaba en el programa Los Toros, a las tres de la madrugada: “Antoñete, España entera te quiere y grita a los cuatro vientos TORERO, TORERO, TORERO”. Esta servidora seguirá llevando esa canción en el viejo casete de su coche ¡y tarareándola, por supuesto!

Estefanía G. Asensi

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