Es difícil detectar la situación que dictan los números oficiales cuando llegas a la capital griega con el ánimo de cotejar su verosimilitud a pie de calle. Aterrizar en la cuna de la civilización significa conectar con un pesimismo revestido de aparente normalidad, aunque el abandono comienza a sustituir los carteles de alquileres o ventas de locales, el consumo se percibe gracias a un turismo siempre voraz y la vida real se esconde detrás de reclamos y souvenirs. Esta semana 360 Grados Press ha estado en Atenas.
Olympiakos y Panathinaikosjuegan el tercer partido de la serie final de la liga griega de baloncesto. Esuna buena excusa para entablar conversación con el turista y para declinar elaire del pesimismo hacia el siempre agradecido oxígeno del deporte. Son los dosrivales por antonomasia y despiertan airadas discusiones entre los partidariosdel rojo o del verde, de los colores que definen a ambas formaciones. En unrestaurante de la zona turística ubicado a las faldas de la Acrópolis apuestanpor Olympiakos con la misma virulencia que en un bar de barrio, en uno de esoslocales alejados del mundanal ruido turístico y de las guías, lo hacen por el Panathinaikos.
Ambas caras, la turística yla cotidiana, marcan el ritmo del acontecer ateniense, aunque desde dentro seven las cosas menos acuciantes que desde fuera. Hay crisis, claro, pero sepercibe alegría en la calle; y protestas e ingeniosas iniciativas como la de ungigantesco bar-cooperativaque ocupa una finca completa de la calle Kolokotronis, en el barrio deMonastiraki, una suerte de centro cultural donde visualizar documentales,asistir a representaciones teatrales, practicar reuniones, exponer, leer,comprar libros, comer
como alternativa constructiva en la que se respiranganas de hacer cosas y en la que gente de perfiles dispares comparteinquietudes bajo un techo de escayolas con forma de pollos que miran,hieráticos, hacia la suerte que les depara el futuro.
Otra etapa alejada de lasguías turísticas abarca la de las protestas, expresión más evidente de que enAtenas también existe la crisis económica más grave sufrida desde mediados delsiglo XX. A la plaza de Sintagma llegan los hosteleros de la zona de Attica parareivindicar en griego, pero con traducción al inglés para los turistas, unamejora en la calidad de los trabajadores, que según reza la hoja volante quellega a nuestras manos han sufrido recortes salariales de
hasta el 40 porciento. Ellos también reclaman más respeto a los medios de comunicación ante loque consideran una afrenta de trato hacia un perfil de trabajador que sostieneel sector turístico, el único que podría llegar a proyectar una buena cara alexterior.
Es desde Sintagma desdedonde cogemos un tranvía que nos cuesta 1,20 euros y que en 40 minutos nosconduce a una de las playas más populares de Atenas: Glyfada. De las muchasterrazas que se abren espacio en la arena detectamos que hay más turistas enlas tumbonas que griegos y encontramos poco problema en coger una de ellas paratomar una lata de medio litro de la cerveza local, Mythos, a un precio de 2,70euros. El ocio de la gente local pasa por jugar a las palas bajo una modalidadque exige muchos reflejos entre los rivales; mientras uno ataca con golpesvirulentos, otro se afana en devolverlos hasta que la carencia le conduce acambiar las tornas y atacar. Una estrategia que, llevada a la realidad, podríasignificar la solución a medio plazo para la delicada situación política yeconómica por la que atraviesa el país. Una crisis que, en lo social, ya hapasado al ataque pero sin la contundencia que refleja el juego de las palas.
De regreso al centro, en elatardecer ateniense y desde el tranvía, percibimos locales y más locales cerrados,la mayoría en estado de abandono. Cuarenta minutos que nos devuelven a larealidad, a la de la insostenibilidad de mantener, también en Grecia, negociostradicionales a pie de calle. Pero en un estatus más grave que el que se puedepresenciar hoy día en España: el cartel de se alquila se ha cambiado por el delabandono y el olvido.
Frente al parlamento, dosperros olvidados entre el ajetreo del tráfico, del clamor turístico y de losviandantes que pasean con la mirada perdida, parecen asumir que toca resignarse, o no.El prisma desde cada cual mira es el que Atenas proyecta. Las dos caras de unamisma moneda, la del euro, aún.
David Barreiro