Descubrir un país sobre el asfalto

Esta semana 360 Grados Press hace un recorrido por cuatro localidades (Toledo, Mérida, Córdoba y Cazorla) que dan buena cuenta del carácter histórico y cultural de las tierras de nuestro país y de la capacidad de disfrute personal que se puede alcanzar al descrubrirlas por carretera.

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Sin ánimo de ofender a los fans de Sara Montiel, debo corregir la mítica frase de la fallecida cantante y actriz para decir que “viajar es un placer“. Sobre todo cuando se hace en buena compañía. Lo de “genial, sensual” ya va a gustos y al tipo de trayecto que te planees. Cuando se viaja cómodo en coche, con alguien con el que conectes y disfrutes y una buena banda sonora que ayude a colocar en un archivo de la memoria esos buenos momentos, lo que suceda fuera del automóvil da igual. Ya sea una vestisca, una carretera traqueteante o un frío polar de los que deja nariz y orejas como hielos para Gin-tonic.

Cual película de género “road trip” que se preciase nos embarcamos en un viaje que nos llevó por cuatro maravillosas ciudades de nuestra geografía nacional. De esas por las que siempre dijiste “ya iré a verlas cuando acabe de recorrer el mundo entero/ siempre estoy a tiempo de ir por España” y solo te decides cuando no has ahorrado el dinero suficiente (todos los años se produce el mismo fatídico momento) como para ir a Nueva York, Sidney o Tokio.

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Sea por la razón que sea finalmente te decides a embarcarte en ese plan B viajero. Como hicimos nosotros hace tan solo unos días. El primero de esos cuatro destinos que San Google Maps nos iba a permitir visitar sería Toledo. Ya lo dijo Cristobal Lozano, humanista y escritor español del Siglo de Oro: “mucho antes del diluvio era ya ciudad Toledo“. Eso es lo primero que descubres al aproximarte al impresionante y bien conservado amurallado de esta urbe castellanomanchega. Que la historia y los mil y un acontecimientos relevantes acaecidos en la que fuera capital del país en tiempos de Leovigildo (siglo VI) y una de las ciudades más grandes de Europa en el siglo XVI no se han borrado de sus estrechas y empedradas calles repletas de comercios de espada artesanal y de sus edificios majestuosos bañados por el recuerdo y rodeados por las aguas del río Tajo.

Una larga vida cubierta por el tapiz de diversas culturas y religiones y acompañada por un conjunto artístico que le ha valido a Toledo el título de Patrimonio de la Humanidad, concedido por la Unesco en 1986. Entre sus momumentos arquitectónicos más destacables se encuentra el Castillo medieval de San Servando, la catedral gótica de Santa María, el monasterio gótico isabelino de San Juan de los Reyes, la sinagoga del Tránsito en pleno barrio judío, el alcázar de los siglos XVI-XX que se ubica en la parte más alta de la ciudad, la mezquita de las Tornerías y las iglesias de San Román de estilo mozárabe mudéjar con pinturas románicas del siglo XIII y de Santo Tomé, del siglo XIV, que alberga el famoso cuadro El entierro del Conde de Orgaz, de El Greco.

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La segunda chincheta pinchada en el mapa de España hacia la que nos íbamos a encaminar atravesaba la ciudad de Mérida, sin antes parar por el camino para conocer y degustar los quesos de uno de los pueblos más encantadores de Extremadura: Trujillo. Ya en la localidad pacense, objetivo principal de este trayecto, nos sorprendió encontrar entre calles corrientes y molientes de la arquitectura de mediados del siglo pasado, otras estructuras de mayor calado histórico, es decir, las que dan voz a la Roma que la fundó en el 25 a. C. y al emperador Octavio Augusto, que la mandó erigir.

También declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en Mérida descansan algunos de los yacimientos romanos más importantes de la geografía de nuestro país entre los que destaca el teatro, en el que se sigue celebrando el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida; el anfiteatro, escenario de espectáculos de lucha de gladiadores; el circo, antiguo recinto para carreras de caballos y uno de los más importantes de todo el Imperio Romano; el Templo de Diana, destinado al culto imperial, y el Arco de Trajano, que delimitaba la entrada al Foro Provincial. A pesar de ser estos los elementos arquitectónicos más representativos, es imposible salir de la ciudad sin visitar edificios más “recientes” como la catedral de Santa María de Jesuralem, la basílica de Santa Eulalia o la alcazaba árabe.

De uno de los escenarios de la época romana nos trasladamos a uno de los más representativos de la cultura musulmana en España: Córdoba, nuestro tercer destino. Atravesamos la frontera andaluza para respirar aires de guitarra y de flamenco (a algunos grados más cerca del 0) en calles estrechas, de fachadas blancas adornadas con maceteros florecidos que se interrelacionaban con el ambiente de la judería y de los edificios árabes. Extramuros, el puente romano, del siglo I d. C., domina las aguas del río Guadalquivir y fue el único existente en la ciudad durante 20 siglos. Intramuros, el esplendoroso alcázar de los Reyes Católicos, fortaleza y palacio que encierra en su interior gran parte de la evolución arquitectónica de Córdoba, desde la época romana y visigoda hasta la árabe, y que recoge los jardines con los que Abd al-Rahman II quiso completar el espacio destinado al harén real. Pero la más mítica e impresionante estructura cordobesa, como no podía ser de otra manera, es la mezquita.

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Se trata de uno de los monumentos más importantes de la arquitectura islámica en España, del más relevante, junto a la Alhambra, de la andalusí, así como del más emblemático ejemplo de arte omeya hispanomusulmán. Caracterizada por su bosque de mil trescientas columnas de mármol, jaspe y granito sobre las que se apoyan trescientos sesenta y cinco arcos de herradura bicolores, desde el siglo XIII es un templo católico, la iglesia catedral de la diócesis de Córdoba, y es Patrimonio Cultural de la Humanidad. Debido a las continuas alteraciones cristianas llevadas a cabo en su interior, alberga una basílica cruciforme renacentista de estilo plateresco en el centro del edificio musulmán y el cabildo catedralicio de la Diócesis de Córdoba. Además, fue la segunda mezquita más grande del mundo en superficie, tras La Meca, y se le ha considerado el primero de los doce Tesoros de España.

Y, finalmente, abandonamos las ciudades para adentrarnos con el coche en un paísaje de interminables campos de olivos (cerca de setenta millones hay en toda la provincia, para ser exactos) y alcanzar el frío más profundo aliviado por el calor que nuestros cuerpos producían al realizar senderismo, tras estacionar el automóvil, por las sendas verdes de Cazorla (Jaén). Esta pequeña localidad ubicada en la pendiente del cerro de Salvatierra, que ciman el castillo cristiano de la Yedra y el de las Cinco Esquinas, se caracteriza por una rica y variada gastronomía para calentar el estómago (de la que dimos fe al momento) que cuenta con la gachamiga (migas de harina acompañados de pimientos secos y fritos, chorizo y morcilla), los andrajos (tortas de masa de harina con carne de liebre, conejo y níscalos, y aroma a hierbabuena), el ajoarina (plato a base de harina, ajos, pimientos, patatas, tomates, agua, sal y pimentón) y el rin-ran (puré frío de patata y pimientos rojos secos con aceitunas y cominos).

De vuelta a casa, tras 5 días de ajetreos turísticos locales pudimos comprobar que cualquier rincón de nuestra geografía nacional pasaba de ser plan B a plan A en cuanto se le prestaba un poco de atención y se le rociaba con un poco del cariño que sus gentes llanas, su historia y su cultura nos habían brindado. Continuaremos el camino.

Lorena Padilla

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