Los vivos trepan sobre los muertos y comen junto a ellos

Filipinas es el único país de Asia que observa mayoritariamente los ritos asociados al Día de los Santos o Undas y a la festividad consagrada a los difuntos, el 2 de noviembre. Eso sí, lo hace con particularidades locales. El más allá se manifiesta de múltiples formas, siendo la celebración de Halloween la más generalizada aunque no la única. En aquel país es bastante habitual la creencia en espíritus y fantasmas. Pero ningún espectro se ha manifestado durante la visita que este semanario hizo al cementerio de Calumpit dos días despues de que naciera en Manila, Danica, la habitante 7.000 millones del planeta.

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Poco tiene que ver la sobriedad que muestran quienes cada 1 de noviembre acuden a los cementerios con la algarabía y el ambiente casi festivo que hemos encontrado en este camposanto situado en la llanura que hay al norte de la capital, Manila. Un terreno tan plano y regado por varios ríos que durante semanas ha estado inundado tras el paso de los tifones ‘Pedring’ y ‘Quiel’. Por eso hemos elegido este pueblo, con el ánimo de comprobar si se repetían las imágenes que dieron la vuelta al mundo en 2009 tras las inundaciones causadas por otro tifón, ‘Ondoy’.

En la calle en la que se encuentra la entrada al camposanto encontramos tal cantidad de puestos callejeros que la primera impresión que encontramos es la de una feria nos espera al otro lado de la tapia. En la cultura de Filipinas la comida es muy importante en las celebraciones colectivas. Por eso se alternan los puestos de chucherías, dulces y bebidas con los de venta de flores y velas.

El cementerio público de Calumpit por dentro es un desastre. “Aquí es donde está el pueblo” nos dice un habitante de la ciudad que está con toda su familia e hijos y que ha detectado nuestra extrañeza al ver tumbas aparentemente profanadas. “Los familiares han desplazado los restos”. Pero no han tapado el hueco abierto en la tumba. No hay caminos claros y aunque las aguas se han retirado por completo “desde hace una semana o así”, todavía quedan algunos charcos que inundan tumbas a las que no les llega ningún recuerdo. O sí, puesto que algunas, aún a pesar del agua muestran velas.

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La imagen más espectacular aparece en los nichos, repartidos caprichosamente aquí y allá. Familias enteras charlan, ponen velas y pasan el rato sin demasiadas concesiones a la tristeza. Algunos trepan para poner sus cirios desde arriba. Todos se dejan fotografiar y hasta posan sin mostrar las suspicacias que inevitablemente aparecerían de hacer este trabajo periodístico en cualquier cementerio de España.

Por lo que pueda pasar y para tener otro elemento de comparación preguntamos por las tarifas municipales. Si nuestras fuentes están bien informadas el descanso eterno en este lugar de la provincia de Bulacan sale por unos 1.000 pesos, algo más de 16 euros. Eso sí, los servicios funerarios que acompañan al deceso incrementan el coste hasta los 500 euros. En el caso de las familias más pobres, que por desgracia es mayoritario, lo común es que el azar reparta el pago de esta suma de dinero, que aquí es muy importante: durante el velatorio se organizan partidas de cartas en las que se juega con dinero. El muerto al hoyo y el vivo a jugar antes del entierro. Lo curioso de estas timbas es que se juegan al lado del féretro.

Otros cementerios

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Los camposantos filipinos están llenos de particularidades. Y algunos, también de vida. Como el que hay en la ciudad de Makati en cuyo interior hay personas viviendo.

En la ciudad de Olongapo el cementerio ha crecido en la ladera de una montaña dando a los finados vistas a la bahía de Subic . Más al norte, en Tabuk y también en Pila en este caso al sur de Manila la imagen está en las tumbas y panteones construidos con las formas más diversas aunque relacionadas con aquello que marcó la vida del fallecido, un autobus, un taxi, una nave espacial… los panteones de Pila han sido contruidos como pequeñas casas con ventanas y puertas. Y fachadas de colores “vivos”.

Nada parecido al inmueble que por 3 millones de pesos, unos 50.000 euros está a la venta en la ciudad de Quezon aunque la portera recomienda a quienes lo visitan que no lo compren. La casa, vacía desde hace dos décadas tiene espíritus malignos y fuerzas de la naturaleza capaces de traer la mala suerte e incluso la muerte a los ocupantes”. Así lo determinó un experto en estos temas despues de sentir “malas vibraciones” especialmente en el garaje, lugar del que se dice que un niño con una enfermedad mental estuvo encerrado hasta que murió. Este tipo de supersticiones son muy comunes en Filipinas.

Entre la vida y la muerte: los trabajadores de los cementerios y la niña 7.000 millones

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El 1 de noviembre de este año ha estado marcado también por las demandas de los empleados de los cementerios. Personas con ocupaciones tales como cremadores, embalsamadores y trabajadores que simplemente abren hoyos en la tierra y realizan la obra correspondiente. La federación de trabajadores que los representan ha pedido la mejora de las condiciones de seguridad e higiene en el puesto de trabajo “ya que de lo contrario podrían seguir el camino de sus clientes antes de tiempo”, dicen en su comunicado.

Quien tiene toda la vida por delante es la niña Danica M. Camacho. No sin cierta polémica entre países ha sido designada por la ONU la habitante número 7.000 millones del planeta. Nació en la medianoche del domingo en el Jose Fabella Memorial Hospital de Manila.

Su estancia en el hospital ha sido un visto y no visto. Este medio de comunicación se presentó el miércoles por la mañana en el hospital para hablar con los padres, propósito fallido puesto que la madre Camille Galura recibió el alta el martes por la tarde. Danica llega con muchos panes bajo el brazo en forma de seguros y ayudas para la escolarización. También para que sus padres abran un pequeño almacén o tienda. Con Danica el mundo ha necesitado sólo trece años para pasar de 6.000 a 7.000 millones de habitantes.

Carlos Juan, Filipinas

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