Avilés se reinventa

360gradospress pasea por esta ciudad industrial que ha sabido reinventarse. Situada en la costa central asturiana, aguarda con esperanza la inauguración, el próximo 26 de marzo, del Centro Cultural Óscar Niemeyer.

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“Una gran plaza abierta al mundo”. Así describió el arquitecto brasileño Óscar Niemeyer el proyecto que diseñó y que ahora emerge en una de las márgenes de la ría de Avilés. Un complejo formado por tres singulares edificios de color ‘blanco Calatrava’ que contrasta con las grúas de los astilleros y las chimeneas de la antigua Ensidesa, hoy ArcelorMittal. Es la gran apuesta de una ciudad que en los últimos treinta años se ha reconvertido dejando atrás un pasado industrial para diversificar su tejido empresarial y apostar por el turismo, la gastronomía y la cultura. La ‘Villa del Adelantado’, como popularmente se conoce a esta población de poco más de ochenta mil habitantes, ha sabido reinventarse y los resultados son más que visibles.

El Centro Cultural Óscar Niemeyer, que abrirá sus puertas el próximo 26 de marzo, es la guinda a un pastel de alta repostería. La crema de Avilés es su centro histórico; callejuelas estrechas, peatonalizadas y limpias, fachadas recién reformadas, parques cuidados con mimo, comercios decorados con gusto, bares animosos y plazas de encuentro y reencuentro. La nata su oferta cultural; con un teatro Palacio Valdés disputado por las grandes compañías de teatro para estrenar sus obras, con una Escuela de Artes y Oficios donde brotan año a año nuevos talentos y con los multicines Marta, situados en la calle Rivero, junto a la plaza del Ayuntamiento, que en los tiempos que corren son una pieza de museo digna de reseñar. No es de extrañar que con estos ingredientes Woody Allen pusiera sus ojos en algunos rincones de esta coqueta Avilés para rodar su taquillera ‘Vicky, Cristina, Barcelona’.

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El visitante tiene mucho para escoger pero lo mejor es dejarse perder por el casco viejo. De Sabugo al Parque de Ferrera apenas hay diez minutos andando pero si se tarda una hora nadie se arrepiente, eso sí, sin salirse de las calles donde los coches tienen prohibida la circulación. Fuera de estos lindes Avilés muestra su cara industrial, con barriadas construidas sin gusto para que habitaran los miles de trabajadores que llegaron a mediados del siglo pasado para ganarse la vida en la imponente empresa del hierro y el acero, Arcelor, aún hoy principal motor económico de la ciudad. La ciudad ha vivido hasta ahora ajena a la ría.

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Lo que hasta hace tres años era territorio de grandes barcos, grúas e idas y venidas de marineros y pescadores ahora, gracias a un paseo kilométrico, es lugar de esparcimiento y sosiego. Allí reluce el Centro Cultural Óscar Niemeyer, una moderna lonja y un tranquilo puerto deportivo. No es de extrañar que el Ayuntamiento tenga entre sus grandes proyectos de futuro soterrar las vías del tren, una barrera de hierro que separa la ría de la ciudad y que hoy molesta a la vista y oídos de cualquiera.

Si uno coge el coche merece la pena llegar hasta Salinas, un pequeño pueblo costero famoso por su playa, paraíso surfero y cuna de uno de los mejores restaurantes del país, el Real Balneario de Salinas, regentado por la familia Loya que presume con razón desde hace años de una estrella Michelín. El firmamento culinario lo completa Koldo Miranda, en Castrillón, y Pedro Morán, en Prendes, también con el prestigioso distintivo gastronómico. Pero no hace [Img #12793]
falta visitar estos altares de la cocina para hacer gozar a los buenos paladares. En Avilés hay oferta rica y variada. La Botella, en el Parque del Muelle, y Casa Tataguyo, en la plaza del Carbayedo, son dos buenos ejemplos. El aliño lo ponen los cientos de bares, algunos con solera y otros modernos a rabiar, que jalonan los soportales de calles como Galiana, famosa por el popular ‘descenso’ de Carnaval. La calle, que desemboca en la plaza del Ayuntamiento, se llena de espuma para albergar un curioso desfile de carrozas y gentío variopinto. Es el día grande de una ciudad que forma parte del Camino de Santiago.

Cualquier disculpa es buena para conocer una ciudad que ha sabido reinventarse.

V.P.

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