Aquellas Fallas de 2010

360gradospress repasa la resaca fallera tras la semana más frenética del año en Valencia

F.C., Valencia. Antes y después. Fiesta y normalidad recuperada con la tradición marcada por la meteorología y la polémica en la concesión de los galardones a las mejores Fallas. Terminaron las fiestas en Valencia y, con ellas, los toros, la juerga y el estruendo de los petardos. Un rito anual convertido en competición por ver qué comisión de las que concurrieron a la sección especial era capaz de levantar el monumento más espectacular en el año de la crisis resuelto de forma polémica por la rotura de la hegemonía de los últimos seis años de la falla de Nou Campanar en detrimento de la de Convento Jerusalén. De fondo, las dudas sobre los criterios seguidos por el jurado de la Junta Central Fallera a la hora de determinar los ganadores y la resaca de unos días de presencia masiva de gente en la calle, de buñuelos, churros, chocolate, cerveza y fuego.

“Es imposible acercarse a Convento Jerusalén”. Ése es el nombre de la Falla que ganó el primer premio de la sección especial en 2010. Atrás quedó la hegemonía de Nou Campanar, ganadora durante los últimos seis años. La sección especial acapara los monumentos más espectaculares, los que más inversión atraen de los cerca de 9 millones de euros que este año se invirtieron en las Fallas de Valencia. Los mismos que, aunque no estés encima, se perciben desde unos cuantos metros de distancia, los que se difuminan entre buñuelos y churros, entre amigos y enemigos, entre valencianos y turistas, todos congregados por las calles de la ciudad bajo la premisa de la diversión y el ruido.

“Nunca habíamos venido y esta vez teníamos puente y aprovechamos; nos ha parecido espectacular, nos imaginábamos otra cosa”. Marisa, turista procedente de Madrid, apuntaba estas palabras a 360gradospress mientras esperaba el disparo de una de las mascletás que congregaron en la plaza del Ayuntamiento a miles de personas desde el 1 al 19 de marzo. Punto de partida de recorridos desordenados por los monumentos falleros que cortaron más de 400 calles durante la semana grande de las fiestas. Con ese panorama, lo mejor era recurrir a un transporte público saturado por la escasa frecuencia de paso (metros cada quince minutos para las áreas metropolitanas) y al golpe de calcetín. Para paliar la sed y el hambre, las calles de la ciudad albergaron numerosos puestos de churros y buñuelos, oportunistas negociantes con latas a un euro y casales vetados a los falleros y allegados.

Como el invierno ha querido quedarse hasta el inicio oficial de la primavera, las Fallas de 2010 también se recordarán por el frío, otro protagonista. De hecho, este año los tradicionales blusones de tela se cambiaron por los de forro polar. Cualquier recurso era bueno para poder estar en la calle sin el factor meteorológico como incordio. Muchas horas a la intemperie, desde el mediodía hasta bien entrada la madrugada, ya que cada Falla organizó la correspondiente verbena. Orquestas como las que actúan en las fiestas veraniegas de los pueblos repartidas por cada rincón de la ciudad y por la de los municipios adyacentes. Por poner un ejemplo, sólo en L’Eliana (unos 16.000 habitantes), se celebraron cinco verbenas.

El elemento común de todas las fallas: alegorías, sátira y crítica de la realidad, con los políticos y la crisis como protagonistas de unos ninots que en la medianoche del viernes 19, cuando San José se acostaba hasta 2011, ardieron como símbolo de aparcar los malos augurios y coger nuevos bríos. “Todos los años nos juntamos los amigos de toda la vida para ir detrás del camión de bomberos. Así vemos más arder más de una falla”. Miguel Ángel, vecino de Catarroja y residente en San Juan (Alicante), comentaba así cómo iba a vivir la noche de la Cremà y daba pistas a 360gradospress para asistir a la defunción de más monumentos después de asistir a una paella ‘tuitera’ celebrada en ese municipio antes de que las llamas se cebaran con los monumentos.

Primero las fallas infantiles, después sus mayores. Entre las once de la noche y las dos de la madrugada, las cerca de 1.000 fallas de toda la provincia ardieron entre lágrimas, bostezos y aplausos. El compás, además de las notas tradicionales de la música valenciana, lo marcaron los bomberos, que vigilaron con cortinas de agua las lenguas de fuego para evitar que se colaran en las viviendas próximas a los monumentos. La del Pilar, en Valencia ciudad, fue una de las 96 que más quebraderos de cabeza despertó y una de las calificadas de alto riesgo por el cuerpo de bomberos. Con todo, no hubo que lamentar incidentes. Llegaba el turno de las brigadas de limpieza, del desmontaje de las carpas falleras y de las luces, más generosas en estas fechas que en Navidad. Hasta 2011.

Javier Montes

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