Un verano de altura

Gijón acogió por octavo año consecutivo su Festival Aéreo, una de las citas del verano que más gente y más polémica suscita. Tres horas de espectáculo en las que la bahía de la Playa de San Lorenzo se convierte en una ruidosa pasarela de aviones, helicópteros y avionetas.

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Aunque uno ande despistado veraneando en Gijón,disfrutando de la sidra o las decenas de actividadesque se programan a diario durante los meses de julio y agosto, la víspera de lacelebración del Festival Aéreotodo el mundo sabe que al día siguiente las miradas van al cielo. El estruendomayúsculo que provocan los motores de un Harrier o un F16 son el mejor aviso.Un día antes hacen un par de pasadas por encima de la ciudad como sinecesitaran inspeccionar las azoteas de los gijoneses dejando en la ciudad unsusto generalizado que se transforma en llantos de bebés, ladridos de perro,estampidas de gaviotas y algún que otro improperio del que se ve sobresaltadopor el rugir bestial de esos aviones de combate.


Poroctavo verano consecutivo Gijón acogió su Festival Aéreo que volvió a reunir, según fuentesmunicipales, a más de cien mil personas en el entorno de la bahía de la playa deSan Lorenzo, desde el cerro de Santa Catalina -coronado por el ‘Elogio del Horizonte’,de Eduardo Chillida- hasta El Rinconín. Una multitud en cada rincón esperandoel desfile de unos ‘pájaros’ a motor.Avionetas, helicópteros… uno a uno fueron desfilando ante la atenta mirada delos presentes. Me pongo de lado, echo un poco de humo, subo, bajo, me doy lavuelta, la vuelvo a dar, pasada por un lado, pasada por otro, una acrobacia y turnopara el siguiente. Cojo agua, doy una vuelta, echo el agua como si fuera aextinguir un incendio y además de dejar una bonita imagen refresco un poco alos que nos han venido a ver…


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Losaficionados a la aviación tienen una buena oportunidad para ver de cerca la acción a estos aparatos: unBeechcraft, un Texan T6, un Mentor, un Stadacher 300, un Eurocopter, un DeHavilland Chipmunk… El resto se amontonan a la espera de contemplar endirecto una desgracia o esperando a losbólidos del aire que la víspera les chafaron la siesta.


Sin previo aviso y aunque todos lo esperan el estruendo del AV 8 Harrier de la Armada inunda la bahíay en un visto y no visto la cruza de oeste a este. El eco es mayúsculo.Empiezan a saltar los flashes y cuando uno se da cuenta el ‘bicho’ ya hizo supapel  y desapareció.


Tras el reactor, laplaya de San Lorenzo se transforma en una especie de zona de combate. Sesimula la aparición de unos terroristas, un rehén y unos soldados que lograndesarmar a los supuestos villanos y salvar al capturado. ¡Hay hasta aplausos! Yel plato fuerte llega cuando de nuevo, sin previo aviso, otro estruendo sacudela ciudad. Un F16 del ejército holandés -el ‘pájaro’ es naranja- deja unaestela de ruido atronador y pone la guinda de oro al VIII Festival Aéreo deGijón mientras la gente guarda las cámaras de fotos, los prismáticos y losparaguas. El verano que viene más salvo que las quejas por el coste de esteespectáculo y su contenido pseudo-bélico acaben con la paciencia de laorganización.

@JavierMontesCas

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