¿Dónde están las estrellas?

Conocemos cómo la contaminación lumínica en España ha condicionado que nos olvidemos de la bóveda celeste en los núcleos urbanos

V.P., Barcelona. Nuestra historia y cultura, la de los seres humanos, siempre han estado ligadas a las estrellas. Las hemos incluido en letras de canciones, poesías y les pusimos nombres. Desde tiempos inmemoriales hemos sentido la atracción de mirar hacia arriba cuando el sol se escondía y las situábamos en un mapa que servía para toda la humanidad.

Ahora parece que las tenemos olvidadas, al menos en las ciudades. La contaminación lumínica extiende una niebla anaranjada que no nos deja ver nuestra vieja conocida “bóveda celeste”. Este tipo de polución provoca una “alteración de las condiciones naturales del medio nocturno que tanto los seres humanos como otros seres vivos han desarrollado durante miles de años”, explica a 360gradospress el presidente de la asociación Cel Fosc (Cielo Oscuro), Carlos Herranz. Según explica el representante de esta entidad, con esta ‘sobreiluminación’ “estamos alterando los ritmos circadianos (ritmos biológicos) tanto de plantas como de animales y estamos provocando la desorientación de especies migratorias”. Además “se dan problemas de comunicación entre miembros de la misma especie dificultándose el encuentro sexual. Se puede producir la extinción de algunas especies a favor de otras”.

La cosa no queda ahí. Herranz indica que “otro tipo de problemas ecológicos tienen que ver con la producción de la energía que estamos desperdiciando, porque en algún sitio se está produciendo gases de efecto invernadero o residuos radioactivos”. Asimismo, entre los problemas “culturales” se da el citado ocultamiento de los astros puesto que la observación de los mismos “no sólo es un recurso científico sino también educativo y de ocio para toda la población”, añade Herranz.

Cel Fosc es una asociación contra la contaminación lumínica, de ámbito estatal con unos 100 socios que incluyen tanto personas a título personal como entidades que según Herranz hace que “representemos a unas cinco mil personas”. El perfil de sus miembros es muy amplio: aficionados o profesionales de la astronomía, profesores, profesionales de la comunicación, ingenieros o responsables de luminotecnia. Su objetivo es regular este fenómeno, proporcionar soluciones y denunciar el incumplimiento de normas establecidas para abordar el problema. Si bien nació en 2005, desde hace cerca de diez años ya se había articulado como una red de personas interesadas y afectadas por este tipo de polución.

Desde esta entidad ofrecen varias soluciones sencillas para el alumbrado público bien, como no enviar luz hacia arriba, o iluminar con la cantidad estrictamente necesaria. Según Carlos Herranz “esto es muy fácil puesto que hay unas tablas internacionales estipuladas, que casi nadie cumple”. Asimismo, otro de los pasos necesarios para erradicar esta contaminación sería el uso de lámparas adecuadas, que sean más eficientes pero que también produzcan luz con un color adecuado, puesto que las luminarias blancas son más lesivas para el ecosistema. Otras medidas pasan por reducir la cantidad de luz en ciertas horas de la madrugada, cuando el tránsito y la presencia de gente en las calles es mucho menor, además de apagar por completo la iluminación ornamental y publicitaria en determinadas horas.

España y Europa
España está afectada por este problema de una manera “especial”. Según explica Herranz, si observamos un mapa de contaminación lumínica de Europa, a primera vista se puede apreciar que en la península ibérica hay muchas zonas oscuras en comparación con el resto de países. Pero eso es “engañoso”, puesto que en España se dan “los máximos extremos”, ya que donde hay contaminación la hay de una forma “exagerada como prácticamente no se ve en el resto del continente” y por otro lado hay zonas como Castilla-León o zonas de Extremadura, Aragón poco afectadas que prioritariamente habría que proteger. Respecto a los datos de consumo energético en el alumbrado en España estamos “a la cola de la eficiencia”. “Aquí se gastan unos 116 kilovatios por años y habitante mientras que en Francia son 91 y en Alemania 43, y precisamente este último no lo tenemos por un país subdesarrollado, sino que es la locomotora económica”, añade el responsable de Cel Fosc.

Al ser preguntado sobre quien debe hacer estos cambios y los pasos a llevar a cabo, Herranz responde que “no haría falta la intervención de la administración si los profesionales de la luminotecnia se autorregularan o impusieran una buenas prácticas”.
Como no es así “apelamos a las instituciones para que regulen” y en este caso son las administraciones autonómicas quienes tienen las competencias en gestión ambiental.

Normativa
En 2001 Cataluña promulgó la primera ley para la protección del cielo nocturno y después se sumaron Baleares, Navarra, Cantabria y Andalucía. El desarrollo posterior de los reglamentos se ha dado con muy distinta “suerte y acierto”, algunas de ellas naciendo “ya obsoletas”. Esto se debe, señala Herranz, a que “no se atiende por parte de los gobiernos al conocimiento actual de los científicos”. Otro problema es que “se ha dejado pasar mucho tiempo entre la ley y la creación del reglamento, que han impedido que se pusieran en marcha medidas antes de que empeorara la situación”. Carlos Herranz comenta que hay una excepción: Andalucía, que ha elaborado un reglamento “mucho más trabajado que los demás, pues se han tomado su tiempo y se han dejado asesorar por el colegio de físicos, Cel Fosc, universidades y obervatorios astronómicos, y parece que va a incorporar medidas más efectivas”. Aunque “falta ver la aplicación” sobre el terreno el trabajo de esta autonomía “marca un punto de inflexión para las futuras normativas en España”.

Desde Cel Fosc animan a que los propios ciudadanos denuncien las situaciones de contaminación lumínica existentes, o exijan a las administraciones públicas una aplicación de soluciones. De ello depende que podamos volver a quedarnos prendidos de la belleza del firmamento que también nos ayuda un poco más a saber quiénes somos y nuestro lugar en el Universo. Como dice Carlos Herranz “es sorprendente, pero aquello que nos une a todo los habitantes del planeta bajo el mismo techo solo es el cielo nocturno. Todos los paisajes son locales pero el firmamento nos iguala a todos”.

Óscar Bornay

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