Voyeur

Por Segundo Tercero Iglesias, antropólogo

En ocasiones me gusta llegar a dormir a casas que desconozco, o en casas que nunca he estado. Me refiero a casas de personas que por algún u otro motivo tienen una vinculación conmigo (en la mayoría de los casos por ese bien supremo que es la amistad, pero tampoco es justo desdeñar otros) o con alguna persona que nos conecta a ambos. La excusa para llegar puede ser diversa, parada intermedia de un largo viaje para proseguir al día siguiente destino, visita intencionada, asistir a algún acto/espectáculo, estancia breve por cuestiones laborales etc. Para mí como la primera vez no hay ninguna. Normalmente la segunda o la tercera suele ser más placentera, cómoda, sabes dónde se encuentran las cosas, como desplazarte por los espacios y los rincones, y todo parece más cotidiano. Pero como la primera ninguna. Esa sensación de un nuevo lugar, de un espejo que refleja con sus propias luces la geografía íntima de quien te hospeda, la cueva donde pasará largas noches de invierno, las primeras luces de la primavera, la melancolía ligera del otoño, y de donde saldrá corriendo en verano. Descubrir la lírica de los espacios creados, síntesis de lo buscado y esperado. Un otro lenguaje para otro modo de comunicarnos. Saber ver más que mirar. Y encontrar detrás de las cosas las cosas que realmente están.

En ese proceso de arqueología del ser hay, por deformación más que por formación, un objeto de observación y atención prioritario. Los libros. Los que descansan en estanterías, en mesas y mesillas, en el baño o desparramados por cualquier lugar (no estoy yo para dar lecciones de orden, tendente al caos). Ir leyendo, primero de soslayo (para que no sea muy manifiesto ni violento) el título, el autor, la editorial, y a medida que avanza la confianza acercarse de forma directa y sin ambages. Entonces la cabeza da vueltas sobre sí misma, e intenta reconstruir la historia sin historia de cómo y de qué manera llegaron allí, de qué lugar proceden, por qué los compró, ¿robaría alguno?, en qué momento decidió leerlos, cuándo, dónde, qué sintió con ellos etc. Y hacer la biografía de la biografía, sustentada en la ficción de la ficción. Pues hay días, meses y años que uno no puede renunciar a la tendencia Bolaño de ver “en todo giro del destino, un problema de ajedrez o una trama policiaca a clarificar”.

Es así que me declaro un voyeur de casa ajenas, y un mal huésped.

V.P.

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