Existen muchas razones para ensalzar una novela, múltiples causas por las que una determinada narración puede elevarse a los altares, ser considerada una obra de referencia. En ocasiones basta un estilo depurado para conseguirlo, en otras es suficiente una trama bien tejida, unos personajes atractivos, la capacidad de sorprender.
La lectura de Blues de Trafalgar (Siruela, 2012)última obra de José Luis Rodríguez del Corral Premio de Novela Café Gijón2011 nos sugiere una pregunta de difícil respuesta: ¿es una buena ideasuficiente para escribir una buena novela?
El punto departida de este libro no puede ser más atractivo: cuatro amigos encuentrancasualmente unos fardos de hachís. Deciden llevárselo sin suponer que un jovende la zona, a cuyo cargo estaba el alijo, será secuestrado por losnarcotraficantes por ese motivo con trágicas consecuencias. A partir de eseinstante, durante los años en que se desarrolla el relato, los cuatro amigosdeberán convivir con ese secreto.
Esteinteresantísimo arranque es el principal valor de una novela que parte del thriller para ubicarse en una reflexiónacerca de cuestiones tan trascendentes como el sentimiento de culpa, la ética,el amor, el paso del tiempo o, cómo no, el dinero.
Es por ello quepuede decirse que de la idea primigenia, del caudaloso planteamiento inicial,van saliendo afluentes que riegan el discurso del autor, sin duda interesante yhonesto, absolutamente necesario en los tiempos que corren.
Blues de Trafalgar es, sobre todo, unaidea notable desarrollada con correción, virtuosismo en ocasiones, pero tambiénlastrada por algunas casualidades en la historia carentes de verosimilitud ounos diálogos muy mejorables en los que se ven, como encerrados en una vitrinade cristal, los pensamientos del narrador, no lo que dirían realmente esospersonajes en las situaciones que él los coloca.
Por estasrazones, Blues de Trafalgar no llegaa ser esa gran obra que, tras el vibrante despegue, el lector espera, y sequeda en un vuelo corto, constante y seguro, pero que nunca logra coger altura.
Óscar Delgado