Honeydripper bluesbar

Por Javier Montes, periodista

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No llega ni de lejos a ser la mejor película de Jonh Sayles aunque se nota su sello. No llega a ser ni de lejos Lianna, ni Matewan, ni Passion Fish ni mucho menos Lone Star, desde mi punto de vista la más brillante de toda su colección, pero Honeydripper bluesbar tiene algo inclasificable que la convierte en una cinta especial.

La película narra la historia de Tyrone Purvis (Danny Glover), un veterano pianista que regenta un bar en Harmony, una pequeña localidad de Alabama. Ambientada en la década de los cincuenta, el Honeydripper es un local anticuado al que solo acuden esporádicamente los borrachos del pueblo, una cantante de blues entrada en años y su embobado marido, por otro lado, veinte años más joven que ella. La decadencia hecha bar, la cliente, hecha polvo

Asfixiado por las deudas, Tyrone se ve obligado a idear algo para evitar el cierre del Honeydripper. Ayudado por su amigo Maceo (Charles S. Dutton) decide contratar al célebre Guitar Sam, un guitarrista muy popular cuyas canciones se escuchan en la radio. Para ello pone en juego su matrimonio, el amor de su hijastra y hasta su pellejo. Guitar Sam nunca aparece pero sí un joven vagabundo que acabará siendo su salvación. Es cierto que el argumento es facilón y que algunas interpretaciones son bastante pobres pero sólo la música y la fotografía ya merecen la pena. La apuesta es austera, con genuino sabor americano, pero funciona. De hecho se llevó el premio del jurado al mejor guión en el Festival de San Sebastián de 2007. Por algo sería, ¿no?

@JavierMontesCas

S.C.

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