El inocente

Por David Barreiro, escritor y periodista

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Resulta casi estremecedor tener en tus manos la semilla de eseárbol que el día de mañana desplegará ramas, hojas, frutos y flores en eljardín solapando todo aquello que esté a su alrededor. Esa es la sensación quea uno le embarga al adentrarse en la lectura de El inocente de Ian McEwan.Si bien es cierto que ya era un escritor reconocido, cuando la publicó aún nohabía llegado a las cotas de popularidad, y sobre todo, al genio creador quederrochó posteriormente en novelas como Expiación,Sábado o Chesil beach.

 

Sin embargo, en El inocente(Anagrama, 1995) ya se dejan entrever los detalles que caracterizan a un autorextraordinario, referente ineludible de la literatura actual. En esta novelaambientada en Berlín en 1955, en plena Guerra Fría, el escritor inglésdespliega todo aquello que lo define: esa extraordinaria capacidad para contarlo cotidiano de un modo excepcional y narrar lo excepcional como pura rutina.McEwan profundiza –como en los túneles berlineses en los que se desarrolla granparte de la historia– en la personalidad contradictoria –¿existe otrapersonalidad posible?– de los personajes sin olvidarse de hacer avanzar latrama con meticulosa precisión, como si tensara un poquito más una imaginariacuerda en cada página.

 

El inocente no es flor, de acuerdo, pero sí es semilla, es grano, es esencia,es gran literatura.


@palabrasdearena

 

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