Luna Park: el peso de la historia

Luna Park es la primera novela gráfica de Kevin Baker; un ensueño sobre los horrores de la historia de Rusia que, sin embargo, se hacen pasar por una historia negra. Un relato que criminal que tiene como escenario la Pequeña Odessa; el sugerente barrio ruso del sur de Brooklyn.

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La historia comienza de una manera sencilla: Alik Strelnikov es un inmigrante ruso que empieza una nueva vida en EEUU, después de abandonar su patria a raíz de su experiencia como excombatiente en Chechenia. Trabaja como matón para un pequeño mafioso que poco a poco pierde territorio por culpa del poderoso Feliks Zhelezo. Alik está enamorado de Marina, una echadora de cartas y adivina de poca monta que guarda un secreto que la atormenta y que la ata al terrorífico Zhelezo.

 

Sin embargo, a medida que la historia avanza, vamos descubriendo que Marina no es la única que oculta algo y vive atormentada por su pasado. También Alik está marcado por su vida anterior. Tanto que aquello que lo atormenta determinará su relación con la adivina y acabará precipitando las cosas por el camino del desastre.

 

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Luna Park es un título confuso. Lo es porque resulta difícilmente clasificable. Es cierto que comienza como un cómic noir al uso, pero pronto deriva hacia otra cosa. Alque que no se puede etiquetar a la ligera. El elemento criminal tiene un peso importantísimo en la trama pero también lo tiene, por ejemplo, el drama y la reflexión que incluye sobre el desarraigo.

 

Hasta cierto punto, Kevin Baker examina la sensación de pérdida que siente el emigrante cuando abandona su patria y como dicha sensación se palía a menudo cayendo en las garras de nuevas familias de dudosa reputación. Alik es consciente de que su forma de vida lo aboca a la marginación y la delincuencia pero, en cierto modo, es la única salida que encuentra para encontrarse de nuevo en casa.

 

Hay otro punto en el que Luna Park es un cómic interesante y este es, sin duda, el apartado gráfico. Dibujado por el croata Daniel Zezelj, el arte de Luna Park es al mismo tiempo lírico y brutal. Los trazos de Zezelj, llenos de sombras, son de una dureza sobrecogedora y resultan especialmente apropiados para ilustrar el infierno interior de un hombre torturado que no puede escapar de su propia historia, o a la de su patria.

 

Luna Park no es un cómic redondo. Parte de un planteamiento interesante pero, hacia el final, el hilo de la obra se pierde y, del mismo modo, el lector pierde también la empatía con el protagonista debido a los flashbacks y evocaciones que nos sumergen en una especie de eterno retorno histórico.  Con todo es una opción a tener en cuenta porque plantea una reflexión profunda que no se debería tomar a la ligera: ¿Qué nos caracteriza como ciudadanos de nuestro propio país? ¿Nos aboca acaso a un determinismo histórico del que no podemos escapar? La respuesta no es fácil en absoluto, quizá por eso tan interesante la pregunta.


@elplumilla

Laura Bellver

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