Lo malo de las temporadas de Juego de Tronos es que, después de esperarlas como agua de mayo, desaparecen en un suspiro. La Quinta llegó y se fue en un suspiro. Para la Sexta todavía queda un año entero. Es posible que algunos irredentos de la historia de Martin ya se estén preparando para peregrinar por toda la geografía española buscando las nuevas localizaciones de rodaje. Yo, sin embargo, tengo otra sugerencia: echar un vistazo a un cómic que, pese a que no tiene nada que ver, recuerda de algún modo a aquellas aventuras de Poniente.
La balada de las landas perdidas es hoy en día un clásico del cómic europeo. Publicado en España por Norma primero en álbumes y después en una integral bastante solvente, el primer volumen de la obra fue escrita por el ilustre Jean Dufaux en 1993. Desde entonces se han sucedido siete álbumes más divididos en tres ciclos que, aunque no mantienen el mismo nivel de los primeros títulos, siguen profundizando en un universo muy interesante.
El cómic nos cuenta la historia de Sioban, la hija de un legendario rey de las tierras de Eruin Dulea derrotado por un maléfico hechicero llamado Bedlam. Su estirpe, los Sudenne, ha sido esquilmada por el nuevo gobernante. Sin embargo existe una leyenda, la balada de las landas perdidas, que vaticina el ascenso del verdadero gobernante; el heredero del lobo, lo llama, que acabará alzándose en armas contra el usurpador y logrará recuperar la corona con la ayuda del espíritu del rey verdadero y de los fantasmas de los guerreros muertos en la batalla.
Se trata del argumento perfecto para una epopeya. Una historia de ecos shakespearianos que recuerdo a ratos a Hamlet y Macbeth. Ubicada en un continente mítico, la historia escrita por Dufaux se deja mecer en los brazos de la mitología céltica y nórdica para encontrar una voz propia con la que hacer discurrir su historia. Los excepcionales dibujos de Grzegorz Rosinski autor entre otras de la no menos mítica Thorgal remiten a la baja Edad Media; los castillos, las armaduras e incluso el aspecto de las indumentarias están claramente inspirados en las mismas guerras, de las Dos Rosas y de los Cien Años, en las que George R.R. Martin se inspiró para escribir su Juego de Tronos.
Una historia bien contada, con todos los elementos necesarios para recrear una atmósfera oscura y triste que llega a ser lírica en algunos momentos. Es cierto que algunos elementos suenan a manidos, a trillados, pero también lo es que Dufaux bebe de las fuentes más clásicas desde el Rey Arturo hasta el ciclo Feniano pasando por el Beowulf para construir esta épica aventura fantástica. Las intrigas de palacio, las luchas a muerte de los Guerreros del Perdón y la ascensión Sioban componen una epopeya que no tiene serie de televisión pero se merecería perfectamente una.
Manolo Gil