La tercera incursión de Ben Affleck como director de cine deja un thriller político basado en hechos reales que te mantiene en tensión desde que empieza hasta pasadas unas horas después de leer THE END.
Hacía tiempo que no veía una películaasí, de esas que te dejan un poso cuando concluyen, de esas que te hacenreflexionar sobre lo visto, de esas que te cuentan una historia desconocida -almenos para mí- y que, posiblemente, con el paso del tiempo, la recordaré como’una de las grandes’.
Argo, la tercera película en la que Ben Affleck no sólo hace de protagonista principal sino que tambiéndirige (antes fueron Gone Baby Gone y The Town), nos cuenta una historia realocurrida en 1979 en Teherán. La embajada de Estados Unidos en Irán es ocupadapor seguidores del Ayatolá Jomeinipara pedir la extradición del Sha dePersia, quien moribundo, había encontrado asilo en norteamérica.
Seisdiplomáticos estadounidenses logran escapar del edificio antes de ser apresadosy se esconden en la casa del embajador de Canadá. Ese país, en colaboración conla CIA y un experto en rescatar rehenes (BenAffleck) idean un proyecto que parece artificial pero que logra el fin queperseguía: sacar del país sanos y salvos a los seis compatriotas en medio de unclima de extrema violencia.
En 2012 logró tres Oscar (mejorpelícula, mejor guión adaptado y montaje). No es para menos. La cinta logramantener en tensión al espectador desde el primer minuto. Cautiva, atrapa.Quizá le sobra algún show pro americano pero a cintas se le disculpa lo quesea. Quien quiera disfrutar de dos horas vibrantes tiene en esta película esemomento de entretenimiento con todas las letras.
332