“En 20 minutos se queman muchas horas de trabajo y dolores de cabeza”

360gradospress visita la pirotecnia de Ricardo Caballer para conocer el funcionamiento y los entresijos de unas instalaciones de tradición secular cargadas de pólvora.

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Cuando vamos de camino a la pirotecnia Ricasa se instala una idea en nuestra cabeza de las instalaciones que no tiene nada que ver con la realidad. Imaginamos una gran nave llena de máquinas curiosas, trabajadores con uniformes asépticos y una atmósfera fría. Llegamos hasta la pirotecnia siguiendo el coche de una trabajadora que nos ha ido a buscar. Nos topamos con una panorámica totalmente ajena a nuestras fantasías, aunque no menos cautivadora. Un gran espacio en el que hay repartidas pequeñas casetas blancas. Parece un pueblo mediterráneo a mínima escala. Nos comentan que así deben ser las instalaciones, que de ese modo está reglado por la normativa de seguridad. Debe haber una amplia distancia entre casetas para que en el caso de que haya un accidente, los escombros o el fuego no lleguen hasta otra. Están protegidas por un muro de contención contra explosiones y en ellas sólo trabaja una persona.

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La pirotecnia de Ricardo Caballer lleva casi 40 años en Olocau (Valencia), después de estar en otras dos localidades. Su apellido es reconocido mundialmente, no obstante, además de los innumerables premios recibidos, esta empresa sabe lo que es diseñar y disparar un espectáculo para unos juegos olímpicos, más concretamente los de Sidney. La historia de esta empresa nace en 1881, cuando el bisabuelo de Ricardo, con quien comparte nombre, fundó su empresa pirotécnica. Sus hijos Ricardo (el padre de nuestro interlocutor) y Vicente fueron los continuadores de la tradición. Más tarde se separarían en dos empresas; una de ellas la dirige Ricardo Caballer nieto, quien recibe a 360gradospress en su despacho.

Desde cero
“Nosotros lo hacemos todo desde la idea, el producto y el disparo. Para ello tienes que conocer muy bien el artificio. A veces, gente ha diseñado sabiendo cuatro cosas de ordenador y  creaba algo que no era realista”, indica.

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Sobre las innovaciones en la pirotecnia, Ricardo explica que “todos los artificios están inventados, pero se pueden idear cosas nuevas, por ejemplo productos que no hagan humo, algo que es complicado. Hay una manera de hacerlo pero quizá solo se use en el ámbito militar, y otros productos están dentro de esa lista de contaminantes”. Según señala Ricardo, “ahora es más complicado incluso que antes experimentar, porque siempre tienes normativas. También, por ejemplo, tienes que  pedir un permiso, y cuando te lo dan ya se ha acabado el momento de hacer la prueba…si te llega la contestación un año y medio después…El negocio pasa una vez, no dos”, apostilla. Caballer señala que  “la gente que trabaja en esos departamentos tendría que acelerar los trámites. Estamos en un momento en el que o se facilitan y aceleran las cosas o no sé quien va a quedar trabajando en este país”.

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Sobre las pruebas de los productos comenta que “nosotros probamos todos los días”. Recuerda que en ocasiones sale mal una cosa “que siempre ha ido bien durante 30 años”.”Tiene que ser un seguimiento total del producto, pues cambian las materias químicas, las condiciones meteorológicas, las cuales afectan incluso a si la pólvora sale más o menos fuerte. No es una cosa mecanizada como otros trabajos, como una cadena. Hay mucho de manual y encima dependemos de muchos factores que varían”.

Mientras hablamos con él se aparta un instante y mira por la ventana tras escucharse unas explosiones. Se está realizando una prueba de altura. “Ahora hay viento y el resultado no va ser objetivo, porque la carcasa no va a subir a la misma velocidad”.

Con las manos en la pólvora
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Abajo, en las casetas, vemos diferentes procesos de fabricación. En una de ellas encontramos a un trabajador con una máscara preparando el color de las explosiones en una especie de hormigonera abierta de cobre. Nos recuerdan que no puede ser de hierro, pues cualquier chispa obviamente sería fatal. En otra caseta un hombre trabaja con sus manos llenando de pólvora unas pequeñas piezas con una prensa. Este trabajo tiene mucho de artesanal, todavía se trabaja con las manos y la experiencia. La fabricación de la pólvora también se realiza allí, eso sí, en un lugar aislado donde las máquinas trabajan solas, para evitar accidentes.

Ricardo explica que esta profesión se aprende de manera artesanal, con horas de trabajo. No hay lugar donde estudiarlo.”El problema es que hay gente aficionada a esto que luego se han quedado despagados cuando la han visto desde dentro. Lo de levantarse a las cinco de la mañana para colocar un castillo y acabar a las cinco, después de otros 24, y mañana otro, y otro…Esa vida de feriante a algunos ya no les gusta tanto”, bromea. “No es todo oro lo que reluce, es muy bonita la pirotecnia, pero en 20 minutos o a veces en menos tiempo se queman muchas horas de trabajo y dolores de cabeza”.

Javier Montes

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