El eslabón perdido en la historia del ajedrez

Quizá, muchos de los que se sientan ante un tablero no saben que la dama no siempre estuvo ahí. O que el resto de piezas han cambiado sus movimientos con el tiempo. Tal vez, se sorprenderían al saber que el orden vigente de este juego se gestó aquí mismo, en España. O que esclarecer su origen ha sido un debate de siglos que ha llegado hasta el presente. Esta semana en 360 Grados Press nos hemos aproximado a esta cuestión, en la que todavía falta una pieza por encajar: la aparición de uno de sus elementos fundamentales.

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JoséAntonio Garzón afirma que esto parece más propio de una película que de larealidad. “‘El nombre de la rosa’ casipodría considerarse una historia de dibujos animados a su lado“, bromea. Éles investigador y desde hace más de 20 años que el ajedrez centra su trabajo.Su relación con este juego pasó de ser una actividad de recreo a convertirse enobjeto de estudio con el paso del tiempo. “Aprendía jugar de pequeño. Me enseñó mi padre cuando tenía unos cinco o seis años.Competí a nivel escolar y, luego, fui campeón de Valencia y autonómico en lacategoría absoluta. Pero, paralelamente a la afición como ajedrecista, tambiéncoleccionaba libros al respecto, así que desperté mi faceta como investigador“,explica.

 

Concretamente,José Antonio empezó a desarrollar esta vertiente con vistas a esclarecer undebate que permanecía abierto desde el siglo XIX: el origen del ajedrezmoderno. Italia y Francia parecían las opciones más factibles, aunque muchasvoces señalaban a España como la verdadera cuna. Y, más específicamente, laciudad de Valencia. La razón de esta hipótesis residía en dos documentos delsiglo XV: el poema Scachs d’amor(1475) de Francí de Castellví, Bernot Fenollar y Narcís Vinyoles, así como el Llibre dels jochs partits dels scachs ennombre de 100 (1495) de Francesch Vicent. “Yo asumí la carga de la prueba. El origen valenciano ya había sidosugerido por Aberbakh y Ricardo Calvo. La idea tenía lógica para mí, pero habíaque descartar que hubiese documentos más antiguos en Francia o en Italia“,matiza este investigador.

 

Sinduda, ambos escritos apuntaban maneras de ser un antes y un después en lahistoria del ajedrez. Previamente a su creación, consta que se jugaba al modode los árabes. “Originalmente, lapieza que había al lado del rey era masculina. Se llamaba alférez o alferza yera muy débil, ya que solo movía un pasito en diagonal. De hecho, la únicadiferencia que guardaba con un peón es que podía ir hacia atrás y haciadelante. Además, el alfil se movía en diagonal, pero solo dos casillas“,ilustra José Antonio; quien, fruto de su curiosidad, llegó a organizar untorneo con las reglas medievales hace unos años.

 

Quizá,la experiencia sobre el tablero era lo único que le faltaba para constatar loque un pormenorizado análisis desde 1450 hasta 1530 ya le había desvelado: queése ajedrez era otro juego y que el que se conoce actualmente fue instauradopor aquellos que un día decidieron reproducir por escrito una partida bajo eltítulo de Scachs d’amor. Porque estepoema alberga una nueva forma de jugar basada en dos revoluciones, una femeninay otra social. En palabras de José Antonio: “La transformación forjada en Valencia consiste en la introducción deuna pieza nueva, la Dama o Reina, y en la prolongación del movimiento delalfil. Estos fueron los cambios constitutivos. Luego hay otro que deriva deéstos, como que el peón se convierta en Reina cuando llega al final deltablero. Por eso suelo hablar de dos revoluciones. A partir de entonces, lapieza más humilde adquirió un papel importante en la partida, un cambio quevino introducido por la creación de la Reina“.

 

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Unavez ubicado el origen, entró en juego el libro de Francesch Vicent, el primeropublicado en el mundo sobre esta materia con esas nuevas reglas y, por tanto,al que se le debe atribuir la difusión del ajedrez moderno. En este sentido,José Antonio asumió un reto de envergadura: no solo probar la edición deloriginal en Valencia, sino también que aún existe un ejemplar de la obra. Elprimer desafío fue superado con éxito: bien por un golpe de suerte, bien poramplitud de miras, este investigador descubrió que un manuscrito encontrado enla ciudad italiana de Cesena contenía copias de los problemas que Vicentplanteaba en su libro, así como también términos en valenciano fieles a laredacción original de 1495. “Desde elpunto de vista emocional, descubrir de forma individual y guardar durante unosaños que el libro de Vicent se encontraba copiado en un manuscrito en Italiadel entorno de los Borgia datado en 1502 fue uno de los mejores momentos deeste trabajo“, reconoce al respecto el investigador.

 

Porsu parte, el segundo objetivo, la aparición de una copia del libro, aún estápor acontecer. “Tenemos el contenido,pero no el continente. Yo no descarto que ese gran episodio acontezca“,confiesa José Antonio. Así, en aras de esta esperanza, el pasado 2009 se acordóen un simposio de carácter internacional instaurar un premioque fomente la búsqueda y el encuentro físico con el libro; una iniciativa queya se planteó a finales del siglo XIX al mismísimo Menéndez Pelayo cuandodesempeñaba la dirección de la Biblioteca Nacional, pero que no llegó adesarrollarse.

 

Contodo, la investigación llevada a cabo por José Antonio se ha ganado el respaldointernacional, incluyendo el reconocimiento de maestros como Karpov, Anand oKasparov. “Alguna vez, en un clima deconfianza, incluso les he dicho a algunos de ellos que si no se hubiesereformado el ajedrez, seguramente no hubiesen consagrado su vida al ajedrez“,se sincera. Pero más allá de lograr un apoyo de semejante calibre, el mérito deeste investigador reside en haber fomentado un consenso sin precedentes acercade aquello que todavía está vigente: el ajedrez tal y como lo diseñaron Francíde Castellví, Bernot Fenollar y Narcís Vinyoles, el mismo que difundióFrancesch Vicent.

 

Y,a pesar de los avances, el trabajo continúa. De hecho, José Antonio está apunto de presentar un nuevo libro,el que será el séptimo sobre la materia: una completa bibliografía que recorrelos ocho siglos del ajedrez en España y que aporta luz sobre aspectosdesconocidos hasta la fecha. Además, todavía falta la pieza clave para lajugada final en esta partida: el libro de Vicent. Eso sí, ya no se puede decirque la historia del ajedrez esté en jaque.

Manolo Gil

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