Leonardo Da Vinci, el genio

Hace no mucho, en estas mismas páginas, Laura Bellver entrevistaba a Dolores García, autora de El secreto de Monna Lisa e investigadora de la vida y obra de Leonardo Da Vinci. Ahora, en 360gradospress, nos hemos querido acercar un poco más si cabe al genial artista florentino a través de la exposición ‘Da Vinci, el genio’, que acoge la sala de exposiciones del Canal de Isabel II de Madrid.

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La larga historia de la civilización ha conocido pocas mentes tan complejas y clarividentes como la de Leonardo Da Vinci. El polifacético artista italiano, conocido especialmente por su obra de La Gioconda, muy posiblemente la obra artística más reconocida y codiciada de la historia, fue también anatomista, arquitecto, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, músico, poeta y urbanista. Sesenta y siete años de vida de un inaudito hambre por saber y descubrir, por cuestionarse ideas y buscar solución a esas preguntas. Sesenta y siete años de conocimientos acumulados que le permitieron destacar en numerosas disciplinas, tanto artísticas como científicas, en pleno renacimiento italiano.

En la exposición ‘Da Vinci, el genio’ del Canal de Isabel II de Madrid, realizada sobre la base creada por Grande Exhibitions, la Fundación Anthropos y Pascal Cotte, uno descubre sobre todo al Da Vinci inventor, al Leonardo de mente inquieta y siempre en continuo desarrollo de ideas, al Da Vinci que se adelantó a su tiempo y concibió y diseñó máquinas y herramientas que no se pondrían en práctica y se lograrían perfeccionar hasta bien entrado el siglo XX.

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Leonardo Da Vinci soñó con volar e inventó maquinas de vuelo más de 400 años antes de que el hombre moderno fuese capaz de alcanzar los cielos. Los pájaros y sus alas fueron su inspiración para diseñar y hacer bocetos de máquinas que nunca llegaron a despegar del suelo. El genial artista italiano se convirtió en un señor de la guerra, dedicando todo su talento a diseñar espectaculares fortalezas defensivas y armas de guerra capaces de salvar todo tipo de obstáculos y sembrar de terror y de muerte a los pueblos asediados. Da Vinci también concibió modos para llegar al fondo del mar. Toscos trajes submarinos con aletas que muchos siglos después serían el instrumento de trabajo de los buzos y submarinistas. Inventó múltiples herramientas y mejoró muchos instrumentos musicales que, aún con las mejoras propias del paso del tiempo, siguen guardando en su diseño la esencia del genio florentino.

No hubo nada que quedara fuera del alcance de Da Vinci. Todo tenía solución en la mente imparable del autor de La Gioconda. Una Gioconda que, junto a “El hombre de Vitrubio” y “La Última Cena“, forman el nucleo esencial de la parte dedicada al Da Vinci artista, en la que gracias al trabajo de investigación de Pascal Cotte, ingeniero y científico francés, inventor [Img #14950]
de la cámara multiespectral, uno puede conocer veinticinco detalles que pasan desapercibidos para el ojo humano al ver el cuadro de la Monna Lisa degradado por el paso de los siglos, veinticinco secretos escondidos tras la capa de oscuridad en que se ha ido sumergiendo una pintura que en su día fue muy celebrada y agasajada por su color.

Y a pesar de todo, uno se queda con ganas de saber más. Será que muchos libros, quizás muchos estudios sin base cientítica, han levantado mucha polvareda sobre lo que realmente esconden La Gioconda y La Última Cena. Puede que sea por ello. Pero lo cierto es que uno sale de la exposición echando en falta más información y análisis sobre dos obras que han generado, generan y generarán  enconados debates e intercambios de pareceres entre estudiosos del tema. Y es que Da Vinci no dejó indiferente a nadie durante toda su vida y hasta su muerte en el Palacio de Amboise. Tampoco la deja indiferente ahora. En su exposción, niños y mayores quedan embrujados por el genio de un artista que, casi 500 años después de su muerte, sigue sin admitir comparación.

Lorena Padilla

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