“En el ballet el cuerpo es un instrumento que debe dominar el equilibrio”

A través de la disciplina, de la constancia y de la pasión se consigue abarrotar de aplausos los teatros que apuestan, y cada día más, por la belleza del ballet, modalidad de danza en cuya visibilidad y dignificación sigue trabajando, a día de hoy, la directora artística Inmaculada Gil-Lázaro.

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“Arte, puro arte”. Con definiciones claras y concisas como esta no hace falta indagar mucho en la introspectiva mirada de la directora artística del Ballet de la Generalitat Valenciana (@gva_CulturArts) Inmaculada Gil-Lázaro para descubrir la pasión y la dedicación forjadas durante más de 25 años en una disciplina tan exquisita y cautivadora como esclava – siempre desde la visión más positiva – como es la danza.

 

Densas emociones que se palpan en el ambiente de cualquier teatro volcado en la belleza del ballet, desde que el compositor francés Balthasar de Beaujouelx acuñara el término a finales del siglo XVI. Jóvenes bailarines se afanan por conseguir los pasos más limpios, los porté más equilibrados y las expresiones que mejor transmitan los sentimientos de los personajes al público en una fusión entre el cuerpo y el alma reflejada a través del movimiento artístico.

 

¿Qué ha supuesto el ballet en tu vida?

25 años de bailarina, profesora, coreógrafa y fundadora y directora de la compañía pública Ballet de la Generalitat Valenciana, donde hemos tratado de conducir a los estudiantes al mundo profesional. Qué más se puede pedir.

 

¿Cómo lo definirías?

Como arte, puro arte. Recoge todas las disciplinas artísticas. Eres tú con tu cuerpo y con tu alma. Es la necesidad de trasmitir emociones para dejar de ser tú y convertir a tu personaje en algo real. El ballet no permite engañar a nadie, por eso se trabaja mucho con poca escenografía, para que solo te puedas apoyar en ti mismo y en lo que expresas.

 

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¿Hay interés por la danza en España?

Sí. España siempre ha tenido una cultura muy folclórica en danzas muy diversas. De hecho, muchos pasos del ballet clásico vienen de aquí, como el ‘pas de basque’ o ‘paso de vasco’. A España le encanta la danza y te crea mucha satisfacción ver cómo los teatros se llenan, sobre todo los de la Comunidad Valenciana, que son de los pocos a nivel nacional con temporadas enteras destinadas a este arte. Antes tenías que irte fuera para trabajar y ahora no. En general, nos gusta bailar: la mayoría de niñas practican esta disciplina de pequeñas. Además, nuestra compañía estimula a las familias, que están muy implicadas y que llevan a sus hijos a las escuelas ya desde los 8 años.

 

¿Es la danza un arte elitista?

Nunca lo ha sido, sobre todo, por su cantidad de variantes: puedes encontrar bailarines en las calles, en los teatros, en salas pequeñas o en funciones escolares. También por la facilidad de acceso a la educación en danza tanto pública como privada. Es algo muy popular, ancestral, universal, que llevamos dentro a la hora de movernos y de expresarnos. Además, se ha liberalizado mucho, está menos encorsetada y se nutre de la voz, la pintura o la música. Siempre ha sido vanguardista y grandes artistas como Picasso, Stravinski, Cocteau o Ravel se interesaron por ella.

 

¿Ha habido una evolución en la danza desde tus comienzos hasta la actualidad?

Por supuesto, sobre todo en estudios dinámicos y anatómicos. Ahora es más fácil de comprender; antes te metían la práctica porque sí, sin reflexión alguna.

 

¿Es una disciplina tan sacrificada como parece?

Sí, porque hay mucha más competencia y se hace bastante exigente y exclusiva. Además, en el ballet el cuerpo es un instrumento que debe salvar la gravedad y dominar el equilibrio, y eso se consigue con trabajo. Además, no es nada restrictiva ni discriminatoria, ni por altura ni por peso ni por la forma en que cada uno tenga de entenderla o de codificarla.

 

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¿Es posible que esa dedicación pueda llegar a la enfermedad como le sucede a la protagonista de Cisne negro (Darren Aronofsky, 2010)?

El ballet te puede transformar como en cualquier profesión. Incluso en la aviación, como hemos podido comprobar con el accidente de Germanwings. Puedes encontrar, siempre de forma muy puntual, chicas con anorexia, histéricas, que se muerden las uñas, pero como en cualquier otro trabajo. Pero es cada vez menos probable que pase algo tan exagerado como lo de la película, ya que a los bailarines se les educa en nutrición y se trabaja de forma muy próxima con ellos. Es importante quitarle mitos negativos a la danza.

 

¿Ha cambiado eso de que el ballet es un deporte para niñas?

Por supuesto. Cada vez se ha normalizado más y hay más niños que se atreven a bailar y que no lo hacen a escondidas. Incluso padres que les motivan a cumplir su sueño desde pequeños.

 

Es, además, una disciplina que se aprovecha en la vida cuotidiana de los niños.

Así es. Esa educación les viene bien a la hora de hacer los deberes, de organizar el tiempo y distribuir mejor su espacio de ocio. Y ya, siendo más mayor, te ayuda también a salir de tragedias y a superar rápidamente cosas superficiales.

 

¿Y cuál es hoy la “esperanza de vida” profesional de un bailarín?

Cada día más larga, aunque también depende de cada persona. A cada uno el cuerpo le responde de una manera, de forma natural. Aunque puedes llegar a bailar hasta los 45 o los 50 años, algo impensable hace años.

 

¿Alguna cosa que se nos haya quedado en el tintero?

Que existe mucha precariedad a nivel laboral en el mundo de la danza, por eso una compañía como la nuestra trata de dignificar al bailarín como trabajador. Porque, a fin de cuentas, es lo que son, trabajadores. Y nos gustaría servir de ejemplo para otras entidades. Con la cercanía de las elecciones, añadiría que me motivaría votar, hoy por hoy, a un partido político que dedicara su esfuerzo a la educación, y sobre todo, a la cultura. Tal como se merece.

 

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Trabajo y constancia para alcanzar la perfección

El esplendoroso escenario del Teatre Principal de Valencia se llena estos días de ensayos, movimientos, pasión y nerviosismo de cara al estreno el próximo 4 de abril de la adaptación del Don Quijote de Ludwing Minkus con libreto de Marius Petipa, que se representara hace más de dos siglos en el Teatro Imperial Bolshói de Moscú, bajo el halo inspiratorio de Cervantes.

 

El coreógrafo del espectáculo Paolo Mohovich enlaza los pasos, las emociones de los bailarines y el carácter de los personajes para definir y recuperar el espíritu cervantino de la obra original, de la que se ha quedado con los acentos, los ritmos y los espacios asépticos para que “la danza salga por sí misma” de forma abstracta. “Parto de la música para construir formas expresivas y trato de transmitir cada personaje derivado a los bailarines para que se hagan con su humor, su atmósfera, sus matices, no solo con la idea principal”, explica Mohovich.

 

Para lograr todo ello, los bailarines se someten a jornadas de ocho horas de ensayo y aprendizaje durante cinco días a la semana, que combinan con un trabajo de alimentación sana y de ejercicio físico (pilates, yoga, gimnasio) que se autoimponen por su cuenta. “El ballet es muy exigente cuando quieres rozar la perfección, porque tu cuerpo es tu herramienta laboral, no es un violín que guardas sin más después de tocarlo”, afirma el coreógrafo, y añade que: “es duro, porque el carácter de cada uno también influye y te tienes que concentrar en la justa dirección para la unión del cuerpo y del alma”.

David Casas

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