Son los únicos instrumentos con boquilla de doble caña de una orquesta. Aunque sus sonidos están en infinidad de melodías no son muchos quienes sabrían dibujarlos en su mente al escuchar sus nombres. Precisamente para abrir horizontes, oboístas y fagotistas se han unido en una asociación que reivindica, eso sí, la importancia de la música, venga del instrumento que venga.
La escoba con cubos de agua que el aprendiz de brujo Mickey Mouse intentaba controlar a base de magia en Fantasía bailaba al ritmo de un fagot. De hecho, la factoría Disney y otros dibujados animados han hecho danzar a sus personajes con su melodía, pues su sonido puede ser “corto y juguetón”. Las notas de este instrumento de viento se cuelan en los oídos con más frecuencia de la que puede parecer en un primer momento. También las del oboe. No obstante, ni uno ni otro gozan quizás de una popularidad a la altura de su relevancia. Con el fin de compartir sinergias, establecer lazos de unión y para atraer a gente joven a sus partituras, nació la Asociación de Fagotistas y Oboístas de España (Afoes).
A ambos instrumentos, además, les une su lengüeta, que es de doble caña, lo que los convierte en los únicos de la orquesta con esta peculiaridad. “Somos menos conocidos y, en cierta medida, una especie rara”, comenta entre risas José Antonio Masmano, presidente de la asociación, oboísta en la orquesta Ciudad de Granada y profesor del Conservatorio Superior de Aragón. “Son instrumentos un poco menos famosos que, por ejemplo, el piano, el violín o el clarinete”, expone.
Hacer sonar el oboe, para empezar, no es fácil. “Es muy duro, es un instrumento difícil porque el agujero por donde pasa el aire es tan pequeño que es necesario hacer mucha presión y eso cuesta”. El resultado es un sonido penetrante, al tiempo que “puede ser melancólico, dulce o grotesco, lo que le otorga cierta versatilidad”. Su sonido es “muy potente, por lo que te tiene que gustar que se te escuche”, apunta el presidente.
Por su parte, el sonido del fagot “puede ser triste, pero también sarcástico, que es lo que más se conoce de él”, asegura Joaquín Osca, vicepresidente de Afoes y fagotista de la Orquesta Ciudad de Granada. “Tenemos un rango de casi cuatro octavas. Abarcamos desde el bajo hasta un tenor agudo y, por tanto, hay muchas posibilidades de regalar sonidos”.
En opinión de Osca el hecho de que el fagot esté “bastante ceñido” a la música clásica podría explicar, en parte, que sea algo desconocido para el gran público, pues así como un saxo o un clarinete “pueden derivarse al jazz, nosotros somos más clásicos”. A esta característica el vicepresidente suma otra: el fagot no es propiamente solístico, como lo puede ser un violín o un piano, lo que deriva en que frecuentemente los medios de comunicación no ponen en este instrumento de viento el foco de protagonista. Lo que no le falta, eso sí, es mucha literatura, pues ya desde el siglo XVIII el fagot estaba presente en las orquestas, recuerda Osca. El oboe que conocemos hoy en día también es barroco, aunque “el tubo con doble caña más antiguo que se conserva data del 288 a.C.”, señala Masmano, quien añade que este instrumento ya se hacía sonar en el Antiguo Egipto.
Haciendo cuentas
Aprender a tocar uno u otro no tiene precio, pero adquirir el instrumento en sí es otro cantar. La horquilla para tener en casa un oboe profesional se sitúa entre los 6.000 y los 10.000 euros y esas cifras suben hasta los 40.000 o 50.000 en el caso del fagot, que está fabricado con madera de arce. Pero, antes de que nadie se alarme, cabe decir que por 3.000 euros se puede comprar un fagot básico.
Al hacer números, no obstante, tanto a Masmano como a Osca no les salen las cuentas, pues lamentan los recortes en el sector de la música que “han dañado seriamente al gremio”, coinciden ambos. “Falta conciencia musical”, sentencia el fagotista. “La música aporta disciplina, arte y también estabilidad emocional. Hace buenas personas”. En palabras de Osca, tanto la música como el teatro “deberían ser obligatorias en todas las escuelas porque favorecen que los niños se expresen y que hablen a través de otro canal distinto de su propia voz”. Estas disciplinas artísticas, continúa, “se dejan de lado porque no dan dinero, pero sí calidad humana”. Joaquín habla de “aprender a saborear las cosas bonitas de la vida” y José Antonio, además de respaldar la reflexión de su compañero, añade que la música es fundamental para el desarrollo de las personas”. Platón decía que la música era para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo. ¿Qué sería de un mundo sin música?
Laura Bellver