La construcción de la lesbiana perversa

Con motivo del Día de la Visibilidad Lésbica, os traemos un libro que, si bien ya ha cumplido un par de años, es la prueba real de cómo los prejuicios y estereotipos sumados al mal uso de los medios de comunicación pueden lograr por inculcar la lebosfobia en la opinión pública.

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El libro en cuestión es La construcción de la lesbiana perversa, de la política y activista española Beatriz Gimeno quien buscaba denunciar el trato que medios, jueces, fiscales, políticos y, en general, la sociedad española dio a Dolores Vázquez, principal sospechosa del asesinato de la joven Rocío Wanninkhof. Gimeno estudiara e investigara el caso cuando, en 2008, se descubra al verdadero asesino y se evidencie el linchamiento mediático hacia Vásquez por su condición sexual. Gimeno no solo demostrará punto a punto cómo se manipulo y omitió información desde los medios de comunicación con el fin de alzarla como única e incuestionable culpable del asesinato, sino que nos desvelará cómo fue la lebosfobia su principal causa.

El 9 de octubre de 1999, en Mijas (Málaga) desaparecerá la joven Rocío Wanninkhof mientras volvía de casa de su novio.  Los medios nacionales no lo comunicarán hasta el 12 de octubre -agencia EFE- y el caso irá perdiendo interés hasta que el 2 de noviembre se encentrará su cadáver cerca de Marbella.

Al igual que en la mayoría de casos de esta índole, tanto la Guardia Civil como los medios de comunicación presupusieron que se trataría de un delito de índole sexual, lo cual descartarían más tarde ya que el cuerpo no presentaba indicios de penetración, aunque sí se encontraba desnudo. Este vacío legal en España sobre la violación y las agresiones sexuales también merece la reflexión de Gimeno.

Ante esta situación, la policía presenta como sospechosos a dos hombres y una mujer, la cual se convertirá en principal sospechosa al eliminarse el móvil sexual. María Dolores Vázquez había mantenido una relación sentimental con la madre de Rocío, Alicia Hornos, durante casi veinte años y cuidado de las tres hijas de esta como si fueran suyas porque, de hecho, eran también sus hijas. Cuando se produce el crimen, las dos mujeres hacia cinco años que se habían separado -por culpa de Rocío según los medios de comunicación, debido a problemas económicos según declaraciones de familiares- pero aún mantenían el contacto.

Desde el inicio de la investigación, la relación entre DV y AH quedara oculta tras expresiones como “amigas íntimas” sin que en ningún momento se hable de lesbianismo u homosexualidad. La autora señala como para ella fue evidente desde un primer momento que se trataba de una pareja homosexual, gracias a que su orientación sexual -lesbianismo- le permitió captar con naturalidad algo que para la sociedad paso totalmente desapercibido. Así, se impone en los medios la “esencia del armario”, el cual la escritora describe como “el secreto a voces”.

Los medios se alimentarán de los estereotipos que persiguen al lesbianismo para justificar que Vázquez fuera la autora del asesinato, a esto se le sumará el uso de actitudes negativas relacionadas con el género femenino: rabia, rencor y venganza. Tras hechos como su cansancio el día después de que se le comunicara la desaparición de su hija, su participación sospechosa en los operativos de búsqueda o su aflicción el día del funeral, se solidificaron las primeras pruebas contra Vázquez. A medida que avanzaba la investigación, los indicios contra ella tendrán menos sentido, si alguna vez lo tuvieron. La prensa y la Guardia Civil deberán acudir a argumentos como su afición al footing, su interés en las artes marciales o su carácter duro y autoritario para construir la imagen de una mujer cruel y maltratadora con su familia y empelados, una mujer que engaño a Alicia Hornos para que se hiciera lesbiana, una mujer incapaz de amar de manera sana.

Se observa que no se está tratando solo la culpabilidad de Vázquez, sino su ineptitud para poder desarrollar una vida sana y socialmente correcta debido a su condición sexual. Se da una “absoluta incapacidad por parte de todos para ver que lo que estaba ante nuestros ojos era, simplemente, una familia lesbiana”, explica Gimeno. No se trataba de una relación con un desenlace traumático ni una obsesión de Vázquez por permanecer cerca de la que había sido su compañera. Era el deseo de unas madres de evitar que su separación supusiera un problema para sus hijas. La autora explica que fue las lebosfobia de los medios lo que impidió ver que se trataba de una familia “con las mismas tensiones que aquejan a cualquier otra, pero unida también por el mismo cariño, amor y cuidado que en cualquier otra familia”.

Si el la relación entre las dos mujeres no se hubiera ocultado, esta situación familiar se hubiera aceptado y aprobado desde un primer momento y las reacciones de Vázquez hubieran quedado completamente justificadas. La lebosfobia se encargó de que esta imagen no llegara a la opinión pública.

Otro factor que juego un papel imprescindible fue, el ya nombrado, uso del armario. A través un brillante relato de Gimeno podemos observar como el silencio respecto a la condición sexual de las madres, así como la construcción de una Dolores Vázquez incapaz de profesar un amor sano será lo que la llevará a una inocente a la cárcel.

Aún a día de hoy no se ha pedido disculpas a Dolores Vázquez. Se puede pensar que esto se deba a porque en cierta medida sí hizo algo mal: deshacerse del armario, aceptar su capacidad de amar libremente y exigir los derechos que el corresponden en una sociedad donde la capacidad de aceptación roza el ridículo y donde la comodidad prima sobre la empatía.

Sharon Reguera

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