La pintura golpea

Soy muy dado a ver valores simbólicos en las imágenes, en hacer vigentes mensajes del pasado o en hacer que mi mente especule para darme respuestas sobre la realidad presente. Eso sí, nunca me quedo con un valor. La polisemia tiene en mí a uno de sus más fervientes defensores o usuarios. Tal vez esta inclinación a la multiplicidad de significados me venga por aquello que me he pasado media vida estudiando iconografía y haciendo interpretaciones iconológicas. Estoy convencido que nada tiene un significado único e inequívoco, sino que todo es múltiple y diverso. Y para muestra un botón: el siguiente.

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En el Centre Cultural Bancaixa de Valencia se puede visitar una interesante exposición que repasa la trayectoria del Equipo Crónica, desde sus orígenes en los años sesenta del pasado siglo con el movimiento Estampa Popular de Valencia hasta su disolución en 1981 con la muerte de Rafael Solbes, que hizo que Manolo Valdés recobrara su identidad individual.

 

Esta exposición hace un interesante recorrido por algunas de las series más sobresaliente del tándem Solbes-Valdés como La recuperación, Guernica, Autopsia de un oficio (reflexión iconográfica sobre Las Meninas), Serie Negra, La partida de billar o Crónica de la Transición. Resulta muy interesante comprobar la frescura (y la crítica) que aún destilan estas obras con esa mezcla de pop art, utilización iconográfica de las obras clásicas de la pintura española o procedentes del cine y la cultura de masas para ofrecer un discurso crítico no exento de agitación, en un su origen abiertamente antifranquista y hoy,  cuarenta años después de la muerte del dictador y de la reinstauración de la democracia en nuestro país, vigente en la crítica contra el sistema capitalista, el neoliberalismo y el individualismo que nos domina.

 

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Me siguen impresionando los cuadros Pintar es como golpear, de 1972, un puñetazo metafórico en toda regla, y El Acorazado Potemkin, con esa mezcla de imágenes icónicas capaces de aunar la secuencia de la escalera de Odesa de la conocida película de Serguei M. Eisenstein, el robot de Metrópolis de Fritz Lang y otros objetos para componer uno gran alegato contra el totalitarismo y la violencia de Estado.

 

Ante estos cuadros me pregunto si toda persona que visita la exposición piensa lo mismo que yo o solamente  la visita. Pintar es pensar. Pintar es ideología, lo mismo que mirar.  Una cosa es ver y otra mirar. Mirar es razonar, especular, darse respuestas. Y aquí la polisemia ayuda. ¿En una sociedad tan integrada, tan inamovible como la nuestra, cuántas personas miran y se hacen preguntas ante una obra de arte? ¿Cuántos artistas actuales son combativos y agitadores? Ha triunfado lo integrado y lo alienado.

 

No nos extrañemos de la impasibilidad ante la inmoralidad y el drama político que vivimos en nuestro país. Si sigo a Umberto Eco y hablo de apocalípticos e integrados, el libro que San Juan escribió en la isla de Patmos puede dar mucho de sí en lo metafórico, claro.  A lo mejor el Dragón y las bestias del Apocalipsis se han personificado en este inmovilismo social, en la imposibilidad de cambiar las cosas, de evolucionar, en fosilizar a Mariano Rajoy en el ejercicio del poder con todo lo que implica, en una moral carpetovetónica con una Iglesia Católica más obsesionada que nunca con la entrepierna.

 

Todo ello ha hecho que campe a sus anchas el conservadurismo, que el neoliberalismo triunfe y se sepulte a la social democracia. La semana nos ha dado imágenes impagables: Rita Barberá dormida en el Senado, el despellejamiento socialista y la imposibilidad de hacer que gobiernen en nuestro país las fuerzas progresistas de izquierdas unidas. Eso por no exceder nuestras fronteras y ver como Donald Trump “is coming”. Tal vez este inmovilismo, esta imposibilidad al cambio era el auténtico significado de la Gran Prostituta de Babilonia y aquello de la Nueva Jerusalén que anunciaba el Apocalipsis era esto y no otra cosa.

 

Tal vez eso de que la gente de a pie y los discursos sociales y progresistas ostenten el poder es una entelequia, aunque me niego con mayúsculas a ello. Con mi inclinación a sacar punta simbólica a las cosas, ese Guerrero del Antifaz que el Equipo Crónica insertó en el Guernica de Picasso sigue representado la violencia y azote contra los más desfavorecidos, no la salvación ni mucho menos la redención. La pintura golpea.


@manologild

Manolo Gil

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